En el mundo actual hay demasiadas cosas diseñadas para secuestrar nuestra atención y evitar pensar en que vamos a morir. En Alcántara sucede todo lo contrario, en Alcántara sientes el peso de la muerte, porque eres consciente de que han tenido que ocupar la vida, usarla con profundidad para crear todo el poder y la gloria que respira su monasterio. Las tres primeras fotos hablan del hierro y la sangre que gastaron los caballeros de Alcántara para abrirle a los portugueses ese ángulo agudo, esa extremadura, a su territorio. La cuarta foto habla de esa obsesión por dejar constancia de su estirpe, con sus firmas particulares, los escudos colocados en las esquinas para que sean visibles desde todos los lados. Y la cuarta foto tiene como protagonista una de las mayores obras de ingeniería vistas por un servidor: el puente romano. Casi doscientos metros de longitud, ocho de ancho y setenta de alto... para apreciar realmente el tamaño y la solidez hay que recorrerlo de lado a lado. Por cierto, su arquitecto, Cayo Lucio Lacer, esta enterrado allí mismo, y si hubiera justicia habría que darle el premio Pritzker de 2009.
Las siguientes tres fotos pertenecen a Cáceres. De nuevo esa obsesión por las esquinas, esas ventanas colocadas en lugares inverosímiles a fin de ser vistas desde las calles confluentes. Y para finalizar, una de las demostraciones de poder más llamativas que he contemplado: ¿ven ese arco?, ¿ven la piedra torcida artificialmente? Pues bien, ese ángulo lateral fue obra de uno de los Prominenten de la ciudad con el fin de que su carroza, demasiado elevada para que pudiera pasar bajo el arco original, pudiese entrar de lado hacia una de las calles paralelas. Increíble.
Piedras preciosas IV: Alcántara y Cáceres
De IGNACIO DEL VALLE | domingo, 31 de agosto de 2008 | 18:37
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