Imagínese que está usted en una lección de bienestar disfrutando de los últimos coletazos del estío en el porche de su casa con piscina, con la complicidad de una cervecita helada, mientras ve en la televisión las zancadas explosivas y el ritmo rockero de Usain Bolt o cómo la industria lleva la publicidad al límite intentando convencerle de que el agua embotellada en una lejana isla del Pacífico es distinta que la bebe de su grifo. Pongamos que entonces levanta la vista y contempla su jardín, tan artísticamente podado que parecería que tiene usted a Eduardo Manostijeras en nómina. Pues bien, en ese escenario de zafiros y esmeraldas acaba de aparecer como una mancha de petróleo un individuo de ropas terrosas, mirada ida y un Kalashnikov en la mano. Una visión que por ideas tiene unos cuantos escorpiones recorriendo las circunvoluciones de su cerebro, y cuya única obsesión es borrar las marcas de la Historia, los matices, el peso, hasta el punto de que su primer acto político allá en su tierra fue cañonear unos colosos de piedra que eran patrimonio de la Humanidad.
Siento no poder ser como la televisión rumana y dar sólo noticias felices, pero eso es lo que sucederá si no despertamos de nuestro sueño de sociedad mimada, donde el ocaso de la noción de deber y la amnesia histórica nos hacen olvidar que la frontera de Europa y por ende de España no está en Polonia o Turquía, sino en Afganistán y Pakistán. La Unión Europea tiene casi dos millones de soldados pero es incapaz de movilizar 60.000 en dos meses debido a la falta de presupuesto. Un fiasco inconcebible. Si ni siquiera fuimos capaces de mantener el orden en el patio trasero de los Balcanes, ¿qué posibilidades tenemos de no encontrarnos con un zombie en el jardín?
Que la situación se deteriora en Afganistán no es ningún secreto, y eso no se soluciona con ese pecado de la sociedad de masas que es el conformismo, ni con decisiones mercuriales de políticos que creen que la cabeza es redonda para que los pensamientos puedan cambiar de dirección en cualquier momento. Se debe revitalizar la defensa europea y adaptarla a las nuevas batallas no convencionales que exigen gestionar crisis lejos de los territorios patrios, con fuerzas móviles y una mentalidad de ariete donde se mezcle lo civil y lo militar para reconstruir las zonas al tiempo que se eliminan las amenazas. La doctrina militar romana consagraba el principio de que si no tienes presencia constante en un territorio sufres una violencia constante, así que siguiendo con los aires romanos, el objetivo de Europa sería el mismo que Thorton Wilder escribía en su Idus de Marzo, cuando hablaba de los miles de seres que despertaban de su sueño de barbarie haciéndoles amar y honrar a Roma, y sólo temiéndola hasta el punto en que todos debemos temerla con equidad.
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