| miércoles, 30 de julio de 2008 | 13:07


LA BOLA DE NIEVE
Lo mío pa mí, y lo tuyo pa los dos. Este es el razonamiento de Kindergarten que utilizan algunos elementos nacionalistas a la hora de mirar a España. Una amistad, la suya, que no se nutre de recuerdos, como la verdadera amistad, sino de esperanzas, que es la amistad de los que se arriman a ver lo que cae. Son los mismos que solemnizan el disparate de un estado formado por varias naciones o reclaman el mismo estatus jurídico que el español para sus lenguas o insisten en la excepcionalidad de sus hechos diferenciales. Mientras hay bonanza, vida y dulzura, cuando estamos jodidos, a meter mano en la caja en vez de intentar consensuar un sistema aplicable a todas las comunidades autónomas. El problema es que se ha creado un inexplicable clientelismo de voto respecto a estos elementos; el señor Zapatero no dispone de una mayoría para aprobar los presupuestos de 2009 y le faltan siete escaños para la mayoría absoluta en el Congreso, un hándicap que tendrá que cubrir a lo mercader de Venecia: con libras de carne. Los elementos catalanes anteponen su estatuto, los elementos vascos sus privilegios y su consulta, los elementos gallegos su financiación, inversiones y competencias... Como decía Orwell, todos somos iguales, pero unos más que otros.
Yo sigo sin entender esto de que por haber nacido en Badajoz u Oviedo se tengan menos prerrogativas y se esté menos agraviado que si la cigüeña te hubiera dejado en un campanario de San Sebastián. Se confunde de continuo lo característico con lo esencial, y se impone urgentemente un sistema circulatorio de flujo y reflujo, una convivencia sincera de distintas miradas y opiniones sobre lo que somos y lo queremos ser. En mi opinión, la política a seguir no es dejarse devorar por la fiera para apaciguarla, como ironizaba Adenauer, porque los impuestos los pagan las personas, no las comunidades autónomas. Aragoneses, asturianos, murcianos, canarios, extremeños, gallegos, vascos, catalanes... tienen un principio irrenunciable de solidaridad fiscal que da sentido a un crack llamado España, que juega en una liga llamada Europa, y que sólo puede meter goles sociales si la hucha está llena. ¡Es la economía, estúpido!, como gritaba James Carville, el asesor de Clinton en su exitosa campaña del 92. Para estar orgullosos de ser españoles no basta con ganar la Eurocopa, el Tour o Wimbledon, hay que reforzar el Estado, cohesionar la sociedad, regenerar el empleo, invertir en servicios públicos, infraestructuras e investigación, asegurar la calidad de la enseñanza, la unidad de mercado, implementar la responsabilidad individual, reformar la Constitución... La única manera de empezar a desarrollar todo esto y evitar la fragmentación es huir de la pinza nacionalista e iniciar un gran pacto de Estado entre los dos principales partidos del país, y luego ya se verá. El éxito o el fracaso dependen de la rapidez con que lo hagamos, y tengan presente que ambos son como una bola de nieve: siempre van a más.

| martes, 29 de julio de 2008 | 12:20

BOCATTO DI CARDINALE XXI



LOS BÁRBAROS. Ensayo sobre la mutación.
Alessandro Baricco. Anagrama. 2008



TROPA DE ÉLITE. 2007. -Oso de Oro en el Festival de Berlín-
Director: José Padilha
GUIÓN
José Padilha, Bráulio Mantovani, Rodrigo Pimentel
MÚSICA
Pedro Bromfman.
FOTOGRAFÍA
Lula Carvalho.


| viernes, 25 de julio de 2008 | 3:56


HEAT
Escribo esto desde una playa perdida de Chipiona, mientras un sol crustáceo me reboza de sudor y me demuele poco a poco. No sé cuántos botellines de agua y cañas me habré tomado ya, pero hoy soy plenamente consciente de que nuestro cuerpo no es más que millones y millones de células y oxígeno ardiendo lentamente en una hoguera que puede durar cien años. Intento leer los periódicos para pergueñar algún artículo, la captura de Karadzic, el tocomocho de la banda ancha, la detención de uno de mis actores fetiche, Christian Bale, aquellas pobres chicas tiradas en una playa de Nápoles, la gira imperial de Barack "Adriano" Obama... ninguna idea prende, todas se escurren por mi cerebro hamacado como el sudor por mi frente y por mi espalda mientras juro en arameo. Calor. Calor sofocante, ¿dónde está ese mar helado en mi interior del que hablaba el poeta? No logro escapar de esta penitenciaría de horas amarillas y requemadas, de estos cielos ultramarinos rayados por la transitoria plata helada de algún avión que no hace más que recordarme las estrías escarchadas de la Fortaleza de la Soledad, donde Supermán pasa bien agustito este julio que parece un agosto. No es el calor del sol remansado en la piel, que la sume en una laxitud extrema y convierte la leche bronceadora en un agradable tono broncíneo, sino el que desconcertó y volvió impredecible a Mersault, el que desquicia al mercurio y hace saltar las alertas del ozono troposférico. Es un calor que da golpes como un boxeador ensañado en el cuadrilátero, y hace vibrar de tal manera la atmósfera que vuelvo a ver en Panavisión el majestuoso y larguísimo plano de Omar Sharif acercándose en Lawrence de Arabia. Cada vez más próximo, me da por pensar cómo es posible que los beduinos combatan el calor con frazadas de ropa y té hirviendo. Y luego se me ocurre que soy una planta fotovoltaica que está recibiendo la suficiente energía solar para alumbrar toda Andalucía. Y luego me pongo a elucubrar que el mundo exterior no existe, que es una reconstrucción teatral del cerebro y el sol no es el sol y la luz y el color y los bañistas y mi tumbona no son más que asépticas ondas electromagnéticas, moléculas que se mueven con mayor o menor energía. A lo mejor yo también empiezo a delirar, como Mersault. Acaso lo más conveniente es que me levante y me vaya urgentemente al chiringuito a por otra cerveza helada y me ate con una cadena al aire acondicionado. Porque este sol es psicotrópico, es el sol de castigo que se estrella en las duras aristas de las armas, llaga de luz los petos y espaldares y flamea en la punta de las lanzas, el ciego sol que quema y abraza al Cid que cabalga todo polvo, sudor y hierro por la estepa castellana... Sí, definitivamente se me está yendo la olla: directo a por otra cerveza...

| jueves, 24 de julio de 2008 | 20:00

ÉROTIQUE

En estado de shock me quedé el otro día después de ver el directo de Kate Ryan cantando Elle, Elle, L´a en Operación Triunfo. Erotismo en estado puro. En fin, debe ser el verano, que no me deja pensar demasiado...

| martes, 22 de julio de 2008 | 19:16


Nos ocultamos de nosotros mismos, pero todos buscamos lo mismo: ser aceptados, ser consolados.
RICHARD AVEDON

| sábado, 19 de julio de 2008 | 12:37



EVOLUCIÓN

La gran paradoja de nuestros días es que el hombre, que ha ¿subido? un escalón en la evolución y ha pasado de Homo Sapiens a Homo Consumidor, está saturado de unos anuncios que, por su elevado número, cada vez tienen menor impacto y eficacia. Un ciudadano más formado se vuelve más exigente, el cerebro se inmuniza contra el acoso en móviles, vallas, televisión, Internet… -una media de 3000 impactos diarios-, las audiencias se fragmentan y se vuelven interactivas… El resultado es que la publicidad se ha hecho vieja y ha perdido la inocencia al tiempo que sus receptores, le duelen las partes con las que siempre ha jugado, como decía Leonard Cohen, y ahora los antiguos y los ultimísimos gurús tienen problemas a la hora de crear el pensamiento mágico que a su vez crea el deseo que a su vez crea la cuenta de resultados. No obstante, la capacidad de adaptación es la base de nuestro éxito antropológico, y la publicidad, una de nuestras más sofisticadas creaciones, no podía quedarse atrás. Frente a la imposibilidad del choque frontal y el zapping mental, la publicidad serpentea, se mimetiza, se vuelve casi invisible aunque siga tan cerca de ti como tu vena yugular. Ahora ya no quiere tu cartera, o no sólo, ahora ha decidido que necesita también tu alma. Y por ello muta en algo preciosista, emocional, y a la hora de vender el producto, su primera opción no es mostrarlo, sino ocultarlo lo mejor posible. Cada uno de sus pasos tiene sentido, pero esconde la intención de que el producto no es para ti, sino tú para el producto, e intenta convencerte de que es el amor de tu vida, incluso si no lo hubieras conocido, sería el amor de tu vida. Porque las zapatillas de deporte o esta crema ya no son para correr o para hidratar tu piel, sino que quemaran las calorías o difuminarán las arrugas de tus carencias afectivas, de tu depresión, insatisfacción, infelicidad y soledad. Porque los grandes grupos energéticos ya no vende kilovatios o crudo, sino compromisos de futuro y sostenibilidad medioambiental.
Los publicistas son filósofos, no moralistas, han comprendido en medio de su crisis de identidad que todo conflicto es una oportunidad, y conscientes de que en esta época no hay estrellas, sino estrellatos, que la emoción domina a la comprensión, y que la masa se zampa con patatas a la individualidad, se han aplicado en el reino de las sensaciones, el modus operandi de una generación entera educada mediáticamente en que pensar o creer no vale tanto como sentir. Sin embargo, a toda acción corresponde una reacción, y ahora nos toca a nosotros: ¿cuál será el siguiente escalón, en qué tipo de Homo nos convertiremos en el próximo paso evolutivo?

| miércoles, 16 de julio de 2008 | 0:11


OOPS! I DID IT AGAIN


Sí, lo he hecho otra vez, igual que Britney. ¿Por qué? Porque estoy enamorado de ellos, sí, de los dos. No hay peligro, sigo siendo hetero, entero y soltero, pero estoy enamorado de ellos y lo hice otra vez: me he visto por veinticincoavavez Dos hombres y un destino. En efecto, los amo, amo la ocurrencia, el idealismo, la locuacidad, el optimismo de Cassidy y la vanidad, el silencio, la observación, el realismo de Sundance. Sólo he visto el mismo número de veces Apocalypse now y El buscavidas -otro día hablaré de ellas-, pero esta sigue siendo especial. Porque George Roy Hill se hallaba en estado de gracia y clavó el lingote de oro que era el guión de William Goldman y Burt Bacharah les puso un lacito a los dos llamado Raindrops keep fallin´ on my head. Porque me la pela la realidad histórica y me quedo con la leyenda. Porque envidio a Butch Cassidy cuando lleva en la bicicleta a Katharine Ross y sigo sufriendo cuando les persiguen los comisarios del Union Pacific y las paso putas cuando Sundance dice que no sabe nadar antes de tirarse por el acantilado y luego me descojono por la cara que pone el tipo más peligroso del estado de Wyoming y las sigo pasando canutas y me sigo riendo sin descanso el resto de la peli, hasta que me sale una lagrimita cuando les cerca el ejército boliviano y aceptan su destino con el coraje y la épica de la mejor tragedia clásica. Porque me salvan cotidianamente, porque son una droga y una elegía, porque mis filias con la edad son más profundas, igual que mis fobias, porque cada vez pienso menos y siento más, porque nadie, nunca, volverá a estar tan hermoso en una película como Paul Newman y Robert Redford.

| martes, 15 de julio de 2008 | 0:06


UN GUIRI EN NUEVA YORK: GREENWICH VILLAGE

Lo verdaderamente grande no implica tamaño, sino proporción. Esa fue la definición que invadió mi cabeza en cuanto pisé Greenwich Village. En una ciudad como Nueva York en la que, como opinaba Godzilla, el tamaño es lo único que importa; una urbe donde todo ruge, marcha frenético y te engulle sin prestarte atención, The Village, El Pueblo, como lo denominan los newyorkers, fascina por su contención, su encanto y su savoir faire. Su mismo trazado ya da una intuición de esa vocación a la contra: al suroeste de un Manhattan titánico y geométrico, el Village dibuja un íntimo y extraño trazado deudor de los antiguos límites de sus granjas y riachuelos.
El Village es una zona lujosa, pero no en el sentido que puede serlo el Upper East Side, por ejemplo, sino un lujo entendido como orden, belleza y calma. Ya desde el parque de Washington Square se puede comprobar el aire bohemio e inconformista de toda el área, acentuada por la presencia de cientos de estudiantes multiétnicos de la New York University. No obstante, su esencia artística quedó decidida cuando en 1916, junto al arco de mármol blanco que conmemora el centenario de la proclamación de George Washington, un grupo de artistas encabezados por Marcel Duchamp y John Sloan declararon la república libre e independiente de Washington Square, Estado de Nueva Bohemia. Desde entonces ha sido refugio de numerosos escritores, músicos y artistas de toda laya y condición, Edith Wharton, Edward Hooper, Henry James, John Dos Passos, Dustin Hoffman, Eugene O,Neill, E. E. Cummings… El parquecito no desentona con tal credo y está lleno de estudiantes, parejas de toda condición sexual, mascotas, músicos, y se halla cercado por puestos de libros de segunda mano. Como curiosidad cabe decir que en la universidad de Nueva York se inventaron el telégrafo de Samuel Morse, el revólver de Samuel Colt y se realizó el primer retrato fotográfico de John W. Draper.
Siguiendo nuestro periplo hacia el West Village, desembocamos en Sheridan Square, el corazón de Greenwich, donde confluyen siete calles y que respira armonía y elegancia, aunque tenga una propensión histórica a los follones. Uno de los más famosos fue el de la revuelta gay de Stonewall, el garito de Christopher Street donde comenzó la batalla campal que abrió el armario global de los homosexuales. Siguiendo esta calle hasta su cruce con Greenwich Avenue encontramos un fetiche artístico, Patchin Place, un pequeño conjunto de viviendas que imanaron a numerosos escritores famosos, entre ellos John Reed, que escribió en ellas Diez días que estremecieron al mundo, su testimonio sobre la Revolución de Octubre. A pocos metros, otra joya, Jefferson Market Courthouse, un precioso edificio estilo gótico veneciano, que ha servido para tareas tan heterogéneas como parque de bomberos o tribunal y que ahora alberga una biblioteca de la universidad. Hay que merodear por estas calles, pasear para imbuirse de su aire bohemio y contemplar al detalle las hileras de encantadoras casas, paseos arbolados y recónditos callejones. Siguiendo Christopher Street y continuando por Bedford, entre numerosos bares y librerías hallamos más sancta santorum artísticos, casas como las de Twin Peaks, Grove Court o el 75 y medio de Bedford Street, la vivienda más estrecha de Nueva York, de tan solo 2,9 metros, donde durmieron actores de la talla de John Barrymore o Cary Grant -no olvidar que justo a su lado está el Cherry Lane Teather, donde se representaba Godspell en los 60-. Visita ineludible en este vagabundeo es el Chumley,s, el bareto de la calle Bedford donde prácticamente tuvieron su despacho en algún momento de sus vidas escritores como Dylan Thomas, Steinbeck, Hemingway, Salinger o Kerouak. A este respecto siempre recuerdo la frase de otro enamorado de Nueva York, el escritor Brendan Behan: no soy un escritor con problemas de alcoholismo, sino un alcohólico con problemas de escritura. Muchos de los anteriormente citados firmarían esta declaración de intenciones. Y para finalizar nuestro deambular alrededor de Washington Square no nos podríamos ir sin echarle un vistazo a la hilera de atractivas casas de St. Luke,s Place. Para los fetichistas sin remedio, el número 10 era el hogar de la familia Huxtable en El show de Bill Cosby, en el 4 Audrey Herpurn rodó Sola en la oscuridad, y en el 16 Theodore Dreiser escribió An American Tragedy.
A medida que nos acercamos al río Hudson y el Meatpacking District, Nueva York puede intuirse de nuevo, su actividad, sus neones, su polución, su asfalto, pero aún hay algo invisible que la mantiene a distancia. Por el Meatpacking tomaban sus copas y hacían sus compras las protagonista de Sexo en Nueva York, con su estilo urbanita y desenfadado. Y realmente te puedes acabar creyendo un personaje secundario de la serie al recorrer los locales, tiendas y hoteles de moda que llenan esta zona ahora rehabilitadísima. A grosso modo conviene no perderse el Gansevoort, un hotel de lujo con piscina climatizada y zona de fiesta para gente guapa, boutiques como la de Stella McCarthey o Alexander McQueen, los locales de copas como el Cielo o el Lotus, o restaurantes como el Florent o el Pastis, un café de estilo francés que es uno de los lugares de reunión habitual de estas heroínas televisivas. Bon appétit.

| sábado, 12 de julio de 2008 | 0:23

BOCATTO DI CARDINALE XX




HOMBRES SALMONELA EN EL PLANETA PORNO. Yasutaka Tsutsui. Atalanta.

Este señor es un descubrimiento. Absurdo, insolente, fresco, hipercrítico, violento, siempre sorprendente, pero, sobre todo, descacharrante. Su humor resulta tan inteligente que es para quitarse el sombrero, y todos los relatos del libro son parejamente buenos. Lo que me he reído con el relato que da titulo el libro, un planeta donde cualquier habitante o intención es obscena y porno... Complejo hasta la simplicidad.

| viernes, 11 de julio de 2008 | 0:14


HACIENDO AMIGOS
Mucha gente puede ver a Susana Pérez-Alonso como un martillo de herejes, o como una tocapelotas, o como la autora que vende miles de libros, o como un Quijote políticamente incorrecto, o como una polemista inagotable, o como... No sé, Susana es un diamante con tantos prismas que cada vez que gira mínimamente aparece uno nuevo. Personalmente, yo sólo puedo verla de una forma: como amiga. Susana es la persona en cuya casa como a veces, y ella me prepara el café o me parte el pan, y charlamos, y nos reímos, y nos ponemos a parir y en cuanto se nos pasa el calentón otra vez tan amigos, porque los dos tenemos la misma mala leche pero nos conocemos. Susana es sensible, tímida, apasionada, Susana conoce el valor de personas y acontecimientos y, sencillamente, toma partido. Yo soy consciente de que con esta entrada posiblemente me esté poniendo a cierta gente en contra, pero en realidad me la refanfinfla, porque otra cosa que tenemos en común en que no queremos caer bien a todo el mundo, es más, si cayéramos bien a todo el mundo nos preocuparíamos. Por eso nos llevamos bien. Además, hagas lo que hagas, en la vida vas a tener a la mitad en contra, así que, al menos, elige a tus enemigos. Abrazos, Susanita, que lo malo pasa tan rápido como lo bueno.

| miércoles, 9 de julio de 2008 | 1:02

EL MAYOR ROBO DEL MUNDO

Las imágenes que pueden ver a continuación son REALES. Decidan ustedes si este ladrón es un crack o estaba hasta arriba de crack.

| martes, 8 de julio de 2008 | 15:28


LOS ESTADOS UNIDOS HISPANOS
Parece mentira que haya gente que haga esas burradas en el País Vasco y Cataluña con tal de excluir o amenazar al español en sus respectivas zonas de influencia. Yo me sumo al famoso manifiesto por la lengua común porque el español, esa lengua de maravillosa complejidad en la que hablo, escribo y pienso, no puede ser asaeteada como un San Jerónimo cualquiera en su cuna cuando en el resto del mundo no para de crecer y, concretamente, en los Estados Unidos, de donde acabo de regresar y donde todo el mundo puede constatar que el país acabará siendo bilingüe. Cuando estuve con Eduardo Lago en el hermosísimo Cervantes abierto en Nueva York, no dejamos de hablar sobre la extraordinaria impresión que me causó comprobar que, a poco que te lo propongas, puedes vivir en esa ciudad sin saber una gota de inglés. En cada esquina, en cada cruce de peatones, en cada establecimiento Cervantes jugaba de tú a tú con Shakespeare y éste ya no se atrevía a dejarle las blancas. A este propósito, el señor Lago me fotocopió un artículo que había escrito titulado Los Estados Unidos Hispanos. En él se detallaba que a fecha 1 de julio de 2006 había 44,3 millones de hispanos en el país, sin contar los 3,9 millones de portorriqueños que viven en el estado libre asociado. Que el 1 de julio de 2050 habría 102,6 millones de hispanos debido a que su tasa de natalidad era cuatro veces superior a la media nacional. Que Estados Unidos es el quinto país del mundo en cuanto a número de hispanohablantes y que en breve será el segundo, después de México. Que independientemente del grado de dominio de los latinos en la escala bilingüe, se está produciendo un claro reforzamiento del lado español, y que se ha incrementado la resistencia a renunciar a la lengua española y a la cultura de que es vehículo en contraposición a la anglosajona, tanto entre los ya instalados como en los recién llegados. Que la demanda de español entre los estadounidenses es muy superior a la de otras lenguas extranjeras, y que parte de ella se debe a la acuciante necesidad de amplios sectores de la sociedad de comunicarse con el ingente número de hispanos que todavía no habla inglés. Que continuamente surgen nuevos medios de comunicación y expresión cultural en español, hasta el punto de que el aumento de emisoras de televisión es de un 70%. ¿Hacen falta más ques?
Trescientos años atrás, Gibbon, en su deslumbrante historia de la decadencia y caída del imperio romano, hablaba del latín como vehículo de unión del imperio, del interés de los romanos de que su idioma fuera a la par que sus legiones. Yo no hablo aquí de imperios españoles, sino de cierta visión del mundo, de determinada homogeneidad en la diversidad que nos facilita la vida a todos. Esto, que resulta tan obvio, se ha convertido en un carnívoro dinosaurio para ciertas minorías nacionalistas intransigentes, y las pobres están empeñadas en derribarlo con tirachinas...

| lunes, 7 de julio de 2008 | 0:06


BANVILLE Y LA TRASCENDENCIA
La semana pasada conocí a John Banville. Fue en una cena de Alfaguara, para celebrar la salida en España de su última novela, El otro nombre de Laura, escrita como su alter ego Benjamin Black. Es un señor pequeño, comedido, y cuando me saludó lo hizo con ese inglés tan británico que tan bien practican los irlandeses. A mí siempre me había parecido un grandísimo escritor, muy dostoievskiano, El libro de la pruebas, El mar... Incluso me había leído su biografía sobre Kepler, y ahora estoy con esta novela negra. En la conversación posterior que tuvo en medio de un círculo hablaba de la Eurocopa, de que ya no leía, sino que releía, de que había empezado de nuevo a repasar a Emerson, de que los americanos están obsesionados con el humo de los cigarrillos, la homosexualidad y el racismo... Mientras le escuchaba, tenía una extraña sensación, la impresión de que aquel era otro mito que había conocido en Madrid, uno más después de siete años conociendo a gente impensable si me hubiese quedado en Oviedo. Y todo este tiempo -Banville seguía hablando y yo no podía hacer otra cosa que imaginar que no era Banville, sino Dostoievski- yo había ido perdiendo la capacidad para venerar, para adorar; había perdido una fe tras otra fe tras otra fe hasta ser incapaz de la trascendencia. Ya sólo puedo ver hombres, simples hombres, con respeto y a veces con admiración, pero al cabo sólo hombres. Fue curioso -y aseguro que sólo estaba bebiendo Coca-Cola light- aquel extrañamiento, aquella soledad repentina en la que me sumergí, y concluir que si realmente aquel hubiera sido Dostoievski, yo habría hecho exactamente lo mismo: hi, nice to meet you, y pensar que era un señor pequeño, comedido, que hablaba un ruso muy bonito aunque no entendiese palabra...

| viernes, 4 de julio de 2008 | 0:01


UN GUIRI EN NUEVA YORK: SHOP WINDOWS

En Nueva York tienes la impresión de que todo está sucediendo, de que todo te espera, de que todo existe, de que todo tiene su oportunidad, de que la vida sólo es un escaparate...

















| jueves, 3 de julio de 2008 | 0:36



LA CONCIENCIA MUNDIAL DEL CANADÁ


Yo no sé qué pensaría Margaret Atwood de las actuales polémicas patrias sobre los miembros y miembras, los teléfonos para canalizar la agresividad masculina o la pretensión de poner en marcha bibliotecas por y para mujeres de nuestra ministra de Igualdad, Bibiana Aído, pero lo cierto es que ella ha sido, aparte de la canadiense que más papeletas tiene para ganar el Nobel de literatura, una de las Lilith más activas de nuestro tiempo, entendiéndose a Lilith bíblicamente, es decir, como la primera feminista enfrentada al primer yugo machista-paternal: el de Yahvé. Pero quizás su defensa no sólo de esa, sino de todo tipo de causas, políticas, sociales, religiosas, económicas… no sean más que notas a pie de página de lo que realmente nos interesa: su literatura.
Porque esta novelistapoetaensayistacríticaarticulista traducida a decenas de idiomas ha sabido universalizar a la perfección la experiencia local de su país, Canadá, que alguien definió como demasiada geografía y demasiada poca historia. Unos mitos basados en la lucha contra la naturaleza, en la supervivencia, y en el asombro que ese mismo medio, hostil la mayor parte de las veces, provoca en sus habitantes. Aguda, irónica y extremadamente meticulosa a la hora de crear las estructuras de sus novelas, utiliza una mirada transversal para sacar petróleo de esos traumas y fantasmas nacionales y proyectarlos al mundo.
A sus setenta años, Margaret Atwood no teme por la literatura, porque afirma que leer es como la energía: ni se crea ni se destruye, sólo se transforma. Se leerá de otra manera, dice, pero se leerá. Y siempre ha defendido que el entretenimiento no excluye el pensamiento profundo, así como que la escritura debe ser como un cristal, desdeñando los eufemismos y todo lo sesgado, algo que ella aplica a su obra de una forma clarividente, penetrante y desinhibida. El cuento de la criada, Los diarios de Susanna Moodie, Ojo de Gato, Resurgir, Doña Oráculo, Alias Grace, El asesino ciego… Si hubiera que etiquetar todas estas obras en alguna generación, habría que hacerlo en la de las mujeres novelistas del Canadá postcolonial como Margaret Laurence, Mavis Gallant o Alice Munro, aunque a ella seguramente le daría un yuyu si leyera estas líneas, ya que siempre ha huido de todo cliché teórico o doctrinario que intente taxidermizar la literatura.
Debemos felicitarnos pues de que este galardón, el Premio Príncipe de Asturias de las Letras, haya recaído en Margaret Atwood, porque premia a la verdadera literatura, es decir, a la que no tiene comienzo y que tampoco tendrá un final, a la que huye de la grandeza aunque sea grande, a la que pone la inteligencia al servicio de la sensibilidad, a la que borra las fronteras entre la realidad y la ficción y al final no sabes distinguir lo que has vivido de lo que has fantaseado… a la honesta, minuciosa, auténtica, imaginativa y catártica literatura.

| miércoles, 2 de julio de 2008 | 2:21



UN GUIRI EN NUEVA YORK: ¡ESTÁN LOCOS ESTOS ROMANOS!
Nueva York es un tapete de existencia humana, su cotidianeidad está llena de personajes, desde los más sublimes a los más miserables, un espectáculo en sesión continua que hacía humear mi Nikon y que a veces resultaban hasta peligrosos de retratar. Ejecutivos, modelos, pordioseros, santos y locos, una fusión de culturas, religiones y formas de ver el mundo, un vinagreta de gente sin complejos ni convenciones, cada uno a lo suyo, viviendo y sintiendo a su bola. Nueva York te vuelve anónimo, te convierte en nadie, pero al mismo tiempo deja que seas tú mismo.











| martes, 1 de julio de 2008 | 2:12


ARBEIT MACHT FREI

Ahora que estamos todos entretenidos con la gran victoria de la selección, con el viaje al centro del PP, aunque no termine nunca de llegar, con el Proyecto Gran Simio -¿por qué no se hace también un Proyecto Colas de Lagartija, acaso tienen menos derechos?-, o con las desaceleraciones significativas o a tumba abierta, a gusto del consumidor, quizás haya una cosa que hemos pasado por alto. Una viscosa decisión del 9 de junio del Consejo de la Unión Europea ha abierto las puertas a los acuerdos individuales entre trabajador y empresario para superar las 48 horas de trabajo semanales con un tope de 65. Este trampantojo o timo del tocomocho o pirula legal o como quiera llamarse se carga sencillamente la ley que intenta matizar, y pone de rodillas a los trabajadores, y no precisamente para que les armen caballeros. La excepción es incoherente con el horizonte de utopía que pretende exportar la Unión Europea, contenido en un modelo social basado en la salud en el trabajo y en la conciliación laboral y personal. Esta excepción es peligrosa, tanto como la que hacían los nazis a ciertos judíos ricos para justificar la regla de que el resto se quedaba sin derechos, o como permitir la celebración del Día del Orgullo Pedófilo. Porque ciertas excepciones no son más que puertas sin cerradura, lunas llenas que hacen crecer los colmillos a los explotadores de turno, un suma y sigue ultraliberal que cogerá literalmente por los huevos a los encargados de las negociaciones colectivas, y permitirá la discrecionalidad empresarial a la hora de organizar la vida de los currantes. Cada vez que se permiten estas salvedades, y si no hay una sólida reacción política y social, la Ley de Murphy no tarda en activarse y produce una parálisis legislativa que lima las diferencias entre obligatoriedad y voluntariedad, una nebulosa tierra donde nunca sale el sol y los vampiros del capital se dan un banquete interminable. Hay que bajarse de la hamaca mental y apuntalar con empuje y obstinación derechos fundamentales en detrimento de libertades económicas y normas de competencia, a fin de evitar que el trabajo nos haga libres a la manera del cartelito que coronaba la entrada de Auschwitz. Y concienciarse de que a veces el verdadero progreso de la civilización no es tecnológico, sino moral, y de que el arte de vivir es saber decir no. Créanme, si no les gusta este mundo, deberían ver alguno de los otros, como bien sabía Philip K. Dick.