CABEZAS DE GANADO
En toda reunión hay siempre una imagen o frase que define el momento, a la manera de Cartier-Bresson. Durante una cena en casa de un amigo, había un señor muy agradable, aunque ese día particularmente cansado. Yo no tenía ni idea de quién se trataba -de eso me enteré después-, sólo que era asturiano aunque llevaba ya muchos años viviendo en Paraguay, y había venido a Madrid temporalmente para unas subastas de arte. Dicho señor, en un momento dado de la cena y después de una charla simpática, me habló de su familia. Al cabo de un rato nostálgico y sin ningún tipo de pretensión, constató que su mujer era propietaria, entre otras cosas, de cuarenta y pico mil cabezas de ganado. Lo curioso es que lo dijo con naturalidad, sin vanidad ni intención alguna, limitándose a constatar un hecho. Al darse cuenta de que yo no acababa de asimilar la magnitud de las cifras, volvió a hablarme: a mi mujer le nace una cabeza de ganado nueva cada quince minutos. Fue entonces cuando comprendí, y levanté mi copa felicitándole, no tanto por su riqueza -que también- como por su capacidad de síntesis.
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