| miércoles, 26 de septiembre de 2007 | 3:10



UN CUENTO DE TERROR


Ahora que la economía anda gripada, que aumenta el número de parados, que continúa subiendo el euríbor y la concesión de créditos e hipotecas se estanca; ahora que cae en picado la venta de viviendas por lo que se recortará la recaudación fiscal por ese concepto, que bajan los ingresos por IVA, que el consumo se resiente porque hay menos dinero; ahora que seguimos en el vagón de cola europeo de la investigación tecnológica y suben los precios de los productos básicos debido a los altos precios de los cereales y las oleaginosas en el mercado mundial; ahora que la ganadería está en crisis por el mismo motivo y Argelia nos hace la cama en el asunto del gas y aquí no ahorra nadie porque los sueldos se estancan y cada vez dan para menos… Ahora es el momento de contarles un cuento de terror. Imagínense que ustedes se quieren comprar unas zapatillas Nike. Recorren los pasillos de la tienda high-tech donde se crean los conceptos de marca, y en el momento que eligen un modelo, al otro lado del espejo plateado, en Filipinas, China, Sri Lanka, Corea o Taiwan, en una cosa llamada ZPE -zonas de procesamiento de exportaciones-, filas de muchachas se hacinan hombro con hombro en edificios sin ventanas ni ventilación, donde se garantiza que se las exprimirá un mínimo de doce horas cosiendo zapatillas por unos salarios de supervivencia. Mientras a usted le atiende un solícito dependiente parecido al que atendía a Richard Gere en Pretty Woman, en el reverso tenebroso del espejo hay guardias armados que custodian las salidas y entradas a las ZPE, ya que en la práctica es una zona libre de impuestos, independiente de los gobiernos de turno, un estado militar en miniatura dentro de una democracia. Cuando usted se prueba sus Nike y le quedan grandes y pide otro número más pequeño, en cualquiera de esos cobertizos insalubres los patronos también demandan salarios más reducidos en una competición global por ver quién subasta más barato a sus ciudadanos y consigue el salario más jibarizado. Estos agujeros morales se mantienen gracias a una argumentación artificial que defiende que a la larga se atraerá la inversión extranjera en esos países, cuando la realidad consiste en que las empresas -Gap, Old Navy, IBM, Guess, Wal-Mart, Adidas, Ralph Lauren…- se limitan a enviar los materiales para que sean montados por mano de obra barata y no gremiada, y que no dudarán en trasladar esas comillas económicas para instalarlas en cualquier otro lugar donde se reduzcan los salarios, aumenten las bulas legales y pongan las fuerzas armadas a su servicio. Perfecto, ahora que ya tenemos unas zapatillas de deporte que nos encajan como el zapato de cenicienta, no hay más que pagar en caja. Un precio no desorbitado pero sí llamativo teniendo en cuenta que cualquiera de esas muchachas que a veces han de orinar en bolsas porque no se les permite levantarse durante sus turnos, tienen prohibido hablar, se les obliga a hacer horas extraordinarias que en el mejor de los casos se les retribuye no despidiéndolas o con bolígrafos o donuts, digo, esas muchachas cobran alrededor de ochenta centavos de dólar por hora, cuando en Alemania, por ejemplo, se cobra entre diez y veinte dólares. Se calcula que hay al menos 850 ZPES en el mundo que se extienden a 70 países y emplean alrededor de 27 millones de obreros. Y todavía hay gente que tiene los cojones de afirmar que en el siglo XXI se ha erradicado la esclavitud. A propósito, ¿alguien ha echado de menos a Poe en este artículo?

1 comentarios:

Nacho dijo...

Ahora al revés es Aroha, que dicen, entre otras cosas, es un término maorí que significa amor.
Nunca tanta distancia hubo entre el amor y el ahora como ahora que en el mundo pasan las cosas que Nacho nos cuenta ahora.

Enhorabuena por esos viajes y esas presentaciones que tanto te mereces.