| lunes, 17 de septiembre de 2007 | 3:19

DESDE COSTA RICA


Pura vida, como dicen aquí. Una vez superado el jet-lag, mi agradecimiento a mis cicerones, Paco Jiménez y Noemí, de Santillana en San José, Costa Rica, por la amabilísima acogida. Y, por supuesto, expresar mi reconocimiento a mi anfitrión en la capital tica, Miguel Albero, cónsul español en el país y también escritor -estoy con su novela Principiantes-, y a su mujer de ojos transparentes, Elena, que prepararon una típica cena en su fantástica casa. En las fotos de la -para mí- inolvidable velada, amigos y escritores costarricenses, Carlos Cortés, Rodrigo Coto, Dorelia Barahona, María Lourdes...

CODA: En San José las gasolineras se llaman bombas; los atascos de coches, presas; los obstáculos para que los vehículos reduzcan la velocidad, policías acostados; conducir es manejar y, como si fuera una ciudad invisible de Italo Calvino, no hay números en las calles y todo se encuentra por referencias orales y puntos cardinales aproximados. Chifrijo, guanábana, mamón chino, jugo de tuna, picadillo de chayote, gallos, tiquisque, camote, jocote, zapote, pejivalle, palmito... En los próximos días, entre presentación y presentación de El tiempo de los emperadores extraños, intentaré descifrar todos estos signos para hacerme con el latido del lugar.