MISTER KALÁSHNIKOV
A mí me gustan las historias. Me gusta leerlas, escribirlas, oírlas, visionarlas, imaginarlas. Va conmigo, está en mi código genético. Yo me considero básicamente lo que se consideraba Stevenson: un Tusitala, un contador de historias. Si el mundo no tuviera límites ni dolores ni muerte ni sufrimiento ni miserias, a mí no se me ocurriría preguntarme para qué existo ni por qué el mundo se encuentra así constituido. Todo se comprendería a sí mismo, como diría Schopenhauer. Pero la vida es un misterio, irracional, peligroso muchas veces, y así, yo, asediado por la muerte, necesito interpretaciones metafísicas, fábulas, parábolas, hechizos, historias increíbles o reales que embellezcan la vida o me den cierta sensación de lógica o de orden o de lo que sea. De hecho, ése es el secreto del best-seller más exitoso de la historia: la Biblia. Así que, después de esta introducción, les voy a contar una historia.
Se acaban de festejar hace poco los sesenta años de la creación del AK-47, el famoso Kaláshnikov, el fusil de asalto más famoso del mundo. Tal es su trascendencia que su mortífera silueta aparece en la bandera de Mozambique, en los sellos de Burkina Faso, en los graffitis de Belfast y en las octavillas de Hizbolá. Es el arma preferida por los ejércitos de cincuenta países, y entre ellos, qué duda cabe, el de la antigua Unión Soviética, que lleva equipado con el rifle y sus siguientes modelos mejorados desde 1949. Desde el final de la Segunda Guerra Mundial prácticamente no ha habido un conflicto donde no haya estado presente esta arma automática. ¿Por qué? Porque es la mejor del mundo, no sólo por su ligereza, alcance, precisión, rapidez -600 balas por minuto- y estupendo precio, unos 200 euros, sino porque dispara después de haber estado sumergida en arena, agua o barro. Se han vendido ya alrededor de cien millones de unidades, legales o ilegales, ya que el modelo, por increíble que parezca, no se patentó en su momento. Su inventor, el general ruso retirado Mijaíl Kaláshnikov, de 87 años, cuenta con cierta congoja que como trabajaba en una fábrica secreta, a nadie se le ocurrió que había que patentar el chisme. Ahora bien. Lo interesante, lo que me llama la atención, es de dónde le surgió la idea. En 1941, poco después de la invasión nazi, en un choque con la Wehrmacht, sus camaradas no pudieron defenderse del ataque porque las ametralladoras que llevaban quedaron inservibles al enfangarse mientras vadeaban un río. Juré sobre sus cadáveres, comenta el viejo general, que construiría un arma simple y resistente. El secreto consistió en lograr que las piezas de la recámara estuviesen lo suficientemente ajustadas para no permitir que ni una pizca de arena penetrase. Lo curioso, lo llamativo, la paradoja resultante es que en un intento por salvar vidas, creó una de las más terroríficas máquinas de matar. Carlos Marx venía a decir que en la historia, como en la naturaleza, la podredumbre es el laboratorio de la vida. Exactamente no sé cómo aplicar esta frase, pero me da que tiene que ver. A lo mejor podemos concluir que no hay acciones perfectas, que todo tiene un coste, y de lo que se trata es de pagarlo sin perder demasiado la dignidad. Habitualmente encuentro algún tipo de consolación o explicación en las historias, pero hoy estoy un poco perdido. ¿Sacan ustedes alguna moraleja?
6 comentarios:
¡YES UN ENFERMO! UNA HORMONA CON PATAS! CADA VEZ QUE ENTRO AQUI TIAS EN PELOTA, UNA QUE DICE SIN PARAR CHOCHO ETC!
En fin, por decir algo sobre el tema, que no es el tema, pero estoy acojonada de tu cuota de promiscuidad, el KAR 98 no estaba mal.
DATE UNA DUCHA!
Me parece que la frase quiere expresar justo la idea contraria a la que tú ves en esta historia.
El progreso es el único camino que conoce el hombre para llegar a su fin.
La piedra es inocente, una piedra en la mano de un hombre hizo el fuego, pero la misma piedra en la mano del hombre pudo ser usada como arma.
El ingenio humano es un arma de doble filo.
La prehistoria hizo que el mono se hiciera hombre, pero la historia puede hacer que el hombre regrese al mono.
Creo que en las ciénagas nacen fuegos fatuos. ¿Es esto una ciénaga? ¿Son nuestros mejores actos fuegos fatuos?
Puestos a salvar vidas, es evidente que resulta mejor no intentarlo con una Kalashnikov.
Es difícil estañar con luz tu artículo, ¿eh? Habrá que pensar un poco más.
¿Has pensado alguna moraleja?
No, no, no. Me niego a que volvamos a ser monos. Qué horror. Olvídalo. No me imagino conviviendo en el planeta de los simios. El resto de frases por ahora las sostengo.
Lo del progreso es una tontería. El progreso es bueno. En fin, había que intentar sacar una moraleja, pero es lo que se hablaba de las novelas, que es mejor que no tengan moraleja porque efectivamente la vida en sí no la tiene.
Bueno, cambiemos tontería por desacierto
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