Genios

| martes, 27 de octubre de 2009 | 0:01



He practicado 14 horas diarias durante 37 años y ahora me llaman genio...
Pablo Sarasate.

6 comentarios:

MARFIL dijo...

Hola Ignacio,

¡Vaya con que nos sales hoy!. Bueno, seguro que todo el mundo conoce a Sarasate. Al menos, todo el mundo español. Si no es así, hay que caer de la burra ya, porque es de lo mejorcito musicalmente que ha dado nuestro país. Dicen que después de Paganini el mejor. No sé, no sé. Pero inmenso. Verdaderamente inmenso. Músico completo, no sólo instrumentista sino también compositor. Al nombrar a Sarasate se me viene inmediatamente a la cabeza no una obra suya, sino una de mis favoritas, la “Symphonie espagnole” que compuso Édouard Lalo precisamente para él y que le daría la fama definitiva al compositor francés.

Respecto a la frase de Sarasate que nos resaltas, Ignacio, aún tengo fresco un debate que planteó en clase mi profesora de quinto de alemán hace un par de años: “die Musikalität”. O sea, claramente, la musicalidad. Yo creo que en parte lo propuso porque en clase, estaba también una chica chelista de profesión. Y como había que forzar el debate para darle juego al alemán, nos pusimos ella y yo en posturas extremas. Yo, a favor de las horas de práctica (y sin creérmelo demasiado) y ella a favor de la musicalidad, estrictamente.

La conclusión del debate: ni para la una, ni para la otra. O es más, yo me habría puesto más a favor de la musicalidad, a pesar de mis horas al pianoforte, aunque no tantas como dice Sarasate, por supuesto.

Desde luego, es totalmente cierto que sin la musicalidad extraordinaria, sin la genialidad de un genio musical como Sarasate, no habría hecho lo que hizo. Da igual que eches horas si no vales. Pero sin el tesón, el esfuerzo y el descomunal estudio que exige la música, yo creo que mucho más que otras cosas, tampoco lo logras aunque la varita mágica te haya dotado de ese genio. Yo creo que hoy el padre de Mozart podría ser considerado como un explotador o un maltratador infantil. Pero desde luego, sin lo que hizo y exigió a su hijo, dotado de un talento sobrenatural para la música que él, su padre, violinista supo ver, sin ese hueso duro de padre, Mozart no habría sido Mozart. ¿Hemos de darle las gracias a semejante padre?. Yo creo que sí....

Santiago Bertault dijo...

Mas claro que el agua.
El supuesto talento por si mismo no vale para nada.

Rodericus dijo...

Como decia Picasso : "Cuando llegue la inspiración, que me pille trabajando".
Marfíl : si el padre de Mozart viviera ahora tendria serios problemas con la legislación actuál.Una cosa es la enseñanza y otra es la tortura.

MARFIL dijo...

RODERICUS, efectivamente con la legislación actual, al padre de Mozart tal vez lo hubiesen tomado por un torturador y le hubiesen prohibido el trabajo infantil, dado que lo paseaba por todas las Cortes europeas.

El esfuerzo educativo ha cambiado con el tiempo. Y va a menos. Supongo que a los educados bajo la LOGSE, el examen de Reválida que se hacía el siglo pasado les parecería una tortura y un castigo sin límites.

He leído no hace mucho una biografía muy detallada de Mozart. El profundo dolor, la profunda aflicción en la que se sumió Mozart tras la muerte de su padre, es el reflejo del inmenso amor que se sentía por él. Las cartas entre ellos también lo son. ¿Hay muchas relaciones padre-hijo como la de los Mozart?. Creo que no. Leopold Mozart – el padre – fue un músico mediano (para su época), compositor mediocre, pero buen profesor de violín. De hecho, creo que escribió un tratado de violín. No lo he leído; no es mi instrumento. Pero en el mismísimo momento en que, con sus conocimientos musicales nada desdeñables, se percató del prodigioso talento de su hijo, frenó su vida, su carrera para servir a su hijo, a la educación de su prodigioso hijo. ¿Hay mayor amor que dar la vida por alguien?. Es cita bíblica. Si Leopold hubiese sido carpintero ni hubiera podido ayudarlo de esa forma, ni se habría dado cuenta del hombre que había engendrado, que desde luego no era un ser normal, ni habitual, ni corriente. Y por consiguiente, no podía recibir una educación corriente. De hecho fue él mismo el que le enseñó otras disciplinas dado que con la educación musical intensa, tampoco podía seguir la habitual. Y Mozart –hijo- pagó con amor, el gran amor que recibió de su padre. Siempre necesitó de su aprobación, de su reconocimiento, incluso para casarse. Porque también admiró la felicidad matrimonial de sus padres, su entrega mutua, y deseó lo mismo para sí. Aunque hubiese podido pasarlo pipa con las cortesanas.

Tú, Rodericus, puedes verlo como una tortura. Pero Mozart hijo no lo vivió así. Y amó muchísimo a su padre al que siempre le estuvo agradecido. Y sin traumas. No es traumático entregar la vida, tu vida a otro ser humano. Ya sea padre a hijo, hijo a padre, hombre a mujer, mujer a hombre. No lo es. Es sencillamente AMOR. Obras son amores, y no buenas razones. Y el amor, una de las cosas por las que, en verdad, merece la pena vivir.

Además, para Mozart, componer, tocar, vivir para la música era su idea de la FELICIDAD. Para la que fue fabricado, si quieres, pero felicidad. Ayer estuve escuchando unas grabaciones que tengo del Clave bien temperado de Bach de un pianista que se llama Glenn Gould. ¿Sabes lo que declara que era para él su idea de la felicidad?. Pues pasarse 250 días al año metido en un estudio de grabación. Vivir para tocar el piano, para interpretar a Bach. Y seguro que para él, eso no era una tortura. Para la sociedad, estaba como una cabra pero ¿quién tiene que decirle a nadie lo que debe hacer para ser feliz?. Pues eso, NADIE.

Rodericus dijo...

Marfíl, me reafirmo.
Aquí estoy rodeado de padres que creen que sú hijo es un nuevo Messi y lo están machacando en clúbs de alevines y campamentos deportivos.
Ó el nuevo Nadál y el codo amenaza con dislocarse de tanto practicar sáques.
A ese tipo de cosas me refiero.
No dejan de ser un maltrato.

IGNACIO DEL VALLE dijo...

Um... matar al padre... me da que los frecuentadores de esta tertulia hemos andado detrás de ello, intensa y obsesivamente, de múltiples y variadas maneras... La mejor obra de Kafka trata de eso, y hay un montón de propaganda griega sobre el tema :)