De
IGNACIO DEL VALLE
| domingo, 11 de octubre de 2009 | 22:56
Todas las revoluciones han tenido como lema una trilogía: libertad, igualdad, fraternidad lo fue de la Revolución Francesa; en mis años mozos yo me adherí a la trilogía falangista que hablaba de patria, pan y justicia. Ahora, instalado en mi madurez, proclamo otra: café, copa y puro. Un señor que respondió así en una entrevista de Ruano, es probable que se la traiga al pairo que una concejala del Ayuntamiento de Sevilla haya prohibido un homenaje en honor a su persona, aduciendo que podría convertirse en un acto de apología del franquismo. En fin, esa señora se define espléndidamente con su burrada. La calidad literaria de Agustín de Foxá, conde de Foxá, marqués de Armendáriz, abogado, diplomático, poeta, autor teatral, novelista, articulista, feo y adorador de la belleza, con sus ojos llenos de mucha noche y amigo de Curzio Malaparte, está por encima de esas pamemas y disparates, y es probable que conociendo su carácter cachondo y guasón suscribiera la propuesta.
Su obra Madrid de Corte a Checa, al margen de derivas ideológicas a veces inasumibles -al cabo, alguien gordo, aristócrata y diplomático no puede ser más que de derechas, como afirmaba-, es un monumento literario, un novelón, un documento esencial de una época dolorosísima. También fue un articulista glorioso, elegíaco, y desde luego nadie que lo haya leído podrá olvidar nunca aquel poema suyo: Y pensar que después que yo muera, aún surgirán mañanas luminosas… Orador, glotón, perezoso, desaliñado, taurófilo, viajero, madrileño de raíces catalanas, falangista y monárquico… Foxá también compuso con otros conjurados en los sótanos de La Ballena Alegre el himno de la Falange, Cara al sol, con música de Tellería, volverán banderas victoriosas, al paso alegre de la paz…
Foxá no cree en nada y cree en todo, es amigo de Serrano Súñer, el Darth Vader patrio, es un rostro en una postal antigua, es un romántico y un cínico, noble y maledicente, agrio, cursi, gamberro y enamorado. Fue un proscrito cultural junto con Pemán, García Serrano -grande, grande-, Sánchez Mazas, Rosales, Neville, Maeztu, Fernández Florez, Ridruejo, d´Ors… Y, a la postre, lo que va a quedar no son los intentos de ninguneo, los lapsus interesados, el sambenito de autor fascista o las necedades varias, sino los tremendos versos de su Melancolía del desaparecer. A pesar de todo, aún surgirán mañanas luminosas.