OBAMA E(R)GO SARKOZY
Al final parece que Obama tiene todas las papeletas para hacerse con el cetro del partido del asno. Mientras Hillary se desangra en una batalla cuyo único objetivo ya es esperar que un rayo divino fría a su oponente, el señor Barack afila sus virtudes, busca contrapesos a sus carencias y disimula sus defectos pensando en su duelo con McCain. A partir de ahora comenzará su verdadera historia de amor con el poder, esa furia de endorfinas y dopamina que lo mantendrá drogado hasta que por el segundo principio de la termodinámica su historia acabe mal, porque todas las historias lo hacen. Yo le miro con optimismo, me cae bien, como me caía bien Sarkozy cuando se hizo con el respectivo cetro, un Sarkozy ahora en medio de su particular annus horribilis, cercado por huelgas sindicales y con los índices de popularidad en farolillo rojo. Las causas siempre son parecidas. El poder tiende a volver abstractas las cosas que son concretas, transforma el día a día en cifras, tendencias y estadísticas y termina por parecerse a esas visitas intempestivas de los Testigos de Jehová: ellos vienen a hablarte de la vida eterna mientras tú sólo estás pendiente del guiso. Obama es un tipo impecable, fluido, atrayente, dialéctico, lo tiene todo para triunfar como presidente, pero también para creerse, como Roma, el umbiculus mundi. La madre del cordero reside en ese intervalo hasta que su ego acaba por cortarle la línea directa que existe entre el cerebro y el corazón, y que suele ser el periodo más fructífero de un político. En él, si se diera la buena nueva de que Obama llegase al despacho oval, se dedicará a tirar piedras en aguas tranquilas, será una especie de auteur hasta convertirse con el tiempo en un producto grimoso, uniforme y estereotipado, que se adapte a los gustos mayoritarios y provea de una buena taquilla. ¿Soluciones? No existen, sólo maneras de ralentizar el proceso. El poder, como una Betelgeuse de 60.000 soles de potencia, siempre deslumbra al ego, y el ego se las arregla para soplar una ola invernal que congela toda frescura, penetración, vitalidad, talento y receptividad a los opuestos, que es la base del sentido común. Porque los políticos, como la democracia, tienen el enemigo dentro, y como decía Clausewitz, hay que evitar combatir demasiado tiempo al enemigo, porque se adaptará a tus tácticas y te derrotará. Por lo tanto, sólo se me ocurre un antídoto contra tal problema: la retirada a tiempo. Y ahí sí hay un método para saber cuándo debe producirse: justo cuando empiezas a plantearte si tienes que retirarte. Aunque para eso hay que ser un sabio. Yo no sé si Obama será un sabio o no, así que lo único que puedo hacer es desearle lo mismo que le desee a Sarkozy: suerte y tiempo.
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2 comentarios:
Muy buen post.
Alejandra.
He leido "El tiempo de...extraños". He leido el "Se aceptan sugerencias". Sugerencia: ese protagonista es repelente. Delincuente, violador, inútil y rojo. No merece ni el Batallón de Castigo de la División Azul. Lo mejor será darlo por muerto en combate, y buscar algo mejor. No será usted rojo. No se crea las mentiras y encuentre la verdad de España. Arriba España. Viva el Rey. Muerte al separatismo.
Zerstören
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