| jueves, 24 de enero de 2008 | 2:02




TREBLINKA 2

(Fragmento de Un escritor en guerra, de Vasili Grossman, acerca del campo de exterminio de Treblinka)


Cuarenta hombres de las SS y sesenta Wachmänner -vigilantes- trabajaban en el transporte, así es como se referían a la primera fase del recibimiento en el campo: llegada del tren, bajar a la gente en la estación de ferrocarril y llevarlos hasta la plaza, y vigilar a los obreros que deshacen y clasifican su equipaje. Mientras realizan ese trabajo se llevan a menudo discretamente a la boca trozos de pan, azúcar y dulces que encuentran en las bolsas de comida. Esto no estaba permitido, pero sí lo estaba en cambio lavarse las manos y la cara con agua de colonia o perfumes cuando concluían su trabajo, ya que el agua era muy escasa y sólo los alemanes y los guardias podían utilizarla para lavarse. Y mientras que la gente, todavía viva, se preparaba para la casa de baños -las cámaras de gas, eufemísticamente-, su equipaje ya había sido clasificado, los objetos de valor se habían llevado al almacén y montones de cartas, fotografías de bebés recien nacidos, hermanos, novios o novias, anuncios de boda amarillentos, miles de objetos preciosos, infinitamente importantes para sus propietarios, pero que sólo eran basura para los propietarios de Treblinka 2, eran amontonados y transportados a enormes agujeros, donde ya había cientos de miles de tales cartas, postales, tarjetas de visita, fotografías, trozos de papel con garabatos de niños. La plaza era barrida a toda prisa y quedaba dispuesta para recibir una nueva entrega de gente condenada a muerte...

...en la enfermería se separa de la multitud a toda la gente débil y enferma. Un médico con bata blanca y un brazalete de la Cruz Roja en la manga izquierda se aproxima para saludarles. La clave para la segunda fase de conducción de los recién llegados era la supresión de la voluntad dándoles constantemente órdenes cortas y rápidas. Esos mandatos eran pronunciados con ese tono de voz del que el ejército alemán está tan orgulloso: el tono que demostraba que los alemanes pertenecían a la raza de los señores. La r, al mismo tiempo gutural y dura, sonaba como un látigo. Achtung! se oía sobre la multitud. En el cargado silencio, la voz del Scharführer pronunciaba las palabras que había aprendido de memoria, repitiéndolas varias veces al día durante varios meses: ¡Los hombres aquí, las mujeres y los niños se desvisten en los barracones de la izquierda!

Era entonces cuando solían producirse escenas terribles, según los testigos. El amor maternal, marital o filial le decía a la gente que se estaba viendo por última vez. Apretones de manos, besos, bendiciones, lágrimas y breves palabras pronunciadas por voces roncas en las que la gente ponía todo su amor, todo el dolor, toda la ternura, toda la desesperación que les embargaba. Los psiquiatras de la muerte de las SS sabían que tenían que interrumpir inmediatamente esa expresión de sentimientos, ahogarla. Ese momento de separar hijas y padres, madres e hijos, nietos y abuelas, maridos y mujeres, era uno de los más cruciales. Y de nuevo suena sobre la multitud Achtung¡ Achtung¡ Es el momento justo para confundir una vez más las ideas de la gente, de despertar algo de esperanza, presentando las reglas que los llevan a la muerte como prolongación de la vida. La misma voz trompetea palabra tras palabra:

Las mujeres y los niños deben quitarse los zapatos cuando entren en los barracones, metiendo en ellos los calcetines o medias. Los calcetines de los niños en sus sandalias, botas y zapatos. Sean ordenados.

E inmediatamente la siguiente orden:

Al acercarse a la casa de baños deben llevar consigo sus documentos, dinero, una toalla y jabón.

Dentro del barracón de las mujeres había una peluquería, donde les cortaban el pelo con maquinilla. A las ancianas les quitaban la peluca si es que la llevaban. Un fenómeno psíquico terrible: según las peluqueras, para las mujeres ese corte de pelo mortal era la prueba más convincente de que las llevaban al baño. Las chicas se tocaban la cabeza y a veces pedían: ¿Puede cortar un poco más aquí? No esta parejo. Las mujeres se solían relajar después de que les cortaran el pelo y casi todas ellas salían de los barracones con un trozo de jabón y una toalla plegada. Algunas jóvenes lloraban, lamentando la pérdida de sus hermosas trenzas. ¿Para qué les cortaban el pelo? ¿Para engañarlas? No, Alemania necesitaba ese cabello como materia prima. He preguntado a mucha gente qué hacían los alemanes con esos montones de pelo cortado de las cabezas de los muertos vivientes. Todos los testigos confirmaban que el pelo era enviado en sacos a Alemania. ¿Para qué se usaba? Nadie pudo responder a esa pregunta. Sólo Kon afirmaba en su testimonio escrito que el pelo era utilizado por la Armada para rellenar colchones o para hacer calabrotes para los submarinos.

Los hombres se desnudaban en el patio. Normalmente los alemanes seleccionaban entre 150 y 300 hombres fuertes del primer lote que llegaba por la mañana, a los que utilizaban para enterrar los cadáveres, y en general los mataban al día siguiente. Los hombres tenían que desnudarse rápidamente, dejando sus zapatos y calcetines en orden, plegando su ropa interior, chaquetas y pantalones. Ropa y zapatos eran clasificados por el segundo grupo de obreros, que llevaban brazaletes rojos para distinguirlos de los que trabajaban en el transporte.

La ropa y los zapatos considerados válidos para ser enviados a Alemania eran inmediatamente llevados al almacén. Habría que quitarles cuidadosamente todas las etiquetas metálicas o textiles. El resto de las cosas se quemaban o se enterraban. La sensación de ansiedad aumentaba cada minuto que pasaba. Había un olor extraño e inquietante, cubierto a veces por el olor a cloro. Las enormes cantidades de moscas inoportunas parecían también extrañas. ¿De dónde salían, aquí, entre pinos y tierra apisonada? La gente respiraba ruidosamente, temerosa, estremecida, mirando atentamente cada objeto insignificante que acaso les pudiera explicar, ayudarles a entender, levantar ligeramente el telón del secreto sobre el destino que les esperaba. ¿Y por qué traquetean tan ruidosamente esas excavadoras gigantes ahí, un poco más a mediodía?

Entonces comenzaba una nueva fase...

CODA: LES ASEGURO QUE MAÑANA, EN LA ÚLTIMA PARTE, VERÁN AL MAL CARA A CARA, EL MAL EN SU ESTADO MÁS PURO, Y LES QUITARÁ EL ALIENTO COMO ME LO QUITÓ A MÍ, LO RECORDARÁN PARA SIEMPRE COMO YO LO RECORDARÉ.


1 comentarios:

Begoña Argallo dijo...

Terrible, me sigue pareciendo terrible. Y la verdad, creo que todas las guerras dejan la misma injusticia allá por donde pasan. Gentes anónimas a las que dejan sin lo que más quieren, padres, hermanos,hijos, amigos...