Entiendo que los últimos metros de este Angliru particular que es enero nos están chupando las reservas de oxígeno de las piernas y volviendo un poco más corrientes nuestras cuentas bancarias. Para más inri, los acontecimientos del culebrón planetario no ayudan: los palestinos le ponen un petardo a la frontera de Gaza; unas malas bestias casi arman una carnicería en el metro de Barcelona; Jérôme Kerviel le abre a pico y pala un agujero de 4.900 millones de euros a la Société Générale; a Sarkozy se le está yendo poco a poco la olla entre la Bruni y el mesianismo antes llamado grandeur; el PP desahucia su última oportunidad de centrarse y opta por volver a la cueva clavándole un puñal en la chepa a Gallardón; tanto los socialistas como los populares en vez de ocuparse de la cesta de la compra, pelan la pava de destinos manifiestos y patriotismos de saldo; Stallone ha hecho otra parte de Rambo -me temo que no será la última-; Llamazares sufre nostalgia de Heidi y Mazinger Z y se gasta la pasta en estúpidas series de animación en las que aparece como el intrépido Gaspi, reventando con punzones burbujas inmobiliarias de color azul; un tipo atropella a un ciclista de diecisiete años, lo mata y luego denuncia a la familia para que le arregle los abollones del coche -al final se desdijo del dislate-; Bush tiene el valor de asegurar en el discurso del estado de la Unión que ha detenido el SIDA, llevado la paz a Israel y Palestina, y estabilizado Irak -este hombre ha vuelto a beber…-; en Kenia suenan los machetes día y noche; el nuevo Prepósito General de los jesuitas declara que no existe distancia ideológica entre Joseph Ratzinger y él y acaba de acojonarnos, etc…
Si no fuera porque en la naturaleza reina la simetría y ante Darth Vader está Obi-Wan Kenobi, y frente a la cacofonía, Mozart, no sentiríamos las piernas. Pero la historia es una rueda, nos dice Boecio, la inconstancia es su esencia, subámonos a sus radios y no nos quejemos cuando nos lance al abismo, porque los buenos tiempos pasan, pero también los malos. Esta mutabilidad es nuestra tragedia, pero también nuestra esperanza, y al mismo tiempo que sucede todo lo anterior, Bardem da caña en Hollywood -más premios que ayer pero menos que mañana-; la talla media de los españolitos ha subido 14 centímetros igualando la europea; Rafael Caro, un aspirante a bombero de 24 años, salvó a siete inmigrantes de un incendio escalando una fachada, entre ellos dos niños -con dos cojones, Rafa-; la sociedad va progresivamente decantándose por el laicismo; la madre del senador John McCain, Roberta McCain, de 95 años, cuando durante sus vacaciones por Europa no le quisieron alquilar un coche debido a su edad, se compró un BMW, se recorrió diversos países, y luego hizo que se lo enviaran a Estados Unidos, donde lo condujo en un maratón de costa a costa para regalárselo a su bisnieto -por cierto, tres años antes la detuvieron en Arizona por conducir a 180 por hora-; un chico panameño sin brazos ni piernas logra jugar al fútbol mediante prótesis en un alarde de tenacidad y encima lleva metidos 29 goles; el PSOE promete el acceso libre y gratuito a la píldora postcoital; los japoneses empiezan a vender sus almas por unas lonchitas de jamón; la ha palmado Suharto, uno de los dictadores más despreciables del pasado siglo; Barack Obama parece que vuelve a tener posibilidades en EE.UU; Iker Casillas lo para todo… En fin, Rocky, creo que ya empiezo a sentir las piernas.
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