| miércoles, 30 de julio de 2008 | 13:07


LA BOLA DE NIEVE
Lo mío pa mí, y lo tuyo pa los dos. Este es el razonamiento de Kindergarten que utilizan algunos elementos nacionalistas a la hora de mirar a España. Una amistad, la suya, que no se nutre de recuerdos, como la verdadera amistad, sino de esperanzas, que es la amistad de los que se arriman a ver lo que cae. Son los mismos que solemnizan el disparate de un estado formado por varias naciones o reclaman el mismo estatus jurídico que el español para sus lenguas o insisten en la excepcionalidad de sus hechos diferenciales. Mientras hay bonanza, vida y dulzura, cuando estamos jodidos, a meter mano en la caja en vez de intentar consensuar un sistema aplicable a todas las comunidades autónomas. El problema es que se ha creado un inexplicable clientelismo de voto respecto a estos elementos; el señor Zapatero no dispone de una mayoría para aprobar los presupuestos de 2009 y le faltan siete escaños para la mayoría absoluta en el Congreso, un hándicap que tendrá que cubrir a lo mercader de Venecia: con libras de carne. Los elementos catalanes anteponen su estatuto, los elementos vascos sus privilegios y su consulta, los elementos gallegos su financiación, inversiones y competencias... Como decía Orwell, todos somos iguales, pero unos más que otros.
Yo sigo sin entender esto de que por haber nacido en Badajoz u Oviedo se tengan menos prerrogativas y se esté menos agraviado que si la cigüeña te hubiera dejado en un campanario de San Sebastián. Se confunde de continuo lo característico con lo esencial, y se impone urgentemente un sistema circulatorio de flujo y reflujo, una convivencia sincera de distintas miradas y opiniones sobre lo que somos y lo queremos ser. En mi opinión, la política a seguir no es dejarse devorar por la fiera para apaciguarla, como ironizaba Adenauer, porque los impuestos los pagan las personas, no las comunidades autónomas. Aragoneses, asturianos, murcianos, canarios, extremeños, gallegos, vascos, catalanes... tienen un principio irrenunciable de solidaridad fiscal que da sentido a un crack llamado España, que juega en una liga llamada Europa, y que sólo puede meter goles sociales si la hucha está llena. ¡Es la economía, estúpido!, como gritaba James Carville, el asesor de Clinton en su exitosa campaña del 92. Para estar orgullosos de ser españoles no basta con ganar la Eurocopa, el Tour o Wimbledon, hay que reforzar el Estado, cohesionar la sociedad, regenerar el empleo, invertir en servicios públicos, infraestructuras e investigación, asegurar la calidad de la enseñanza, la unidad de mercado, implementar la responsabilidad individual, reformar la Constitución... La única manera de empezar a desarrollar todo esto y evitar la fragmentación es huir de la pinza nacionalista e iniciar un gran pacto de Estado entre los dos principales partidos del país, y luego ya se verá. El éxito o el fracaso dependen de la rapidez con que lo hagamos, y tengan presente que ambos son como una bola de nieve: siempre van a más.