EVOLUCIÓN
La gran paradoja de nuestros días es que el hombre, que ha ¿subido? un escalón en la evolución y ha pasado de Homo Sapiens a Homo Consumidor, está saturado de unos anuncios que, por su elevado número, cada vez tienen menor impacto y eficacia. Un ciudadano más formado se vuelve más exigente, el cerebro se inmuniza contra el acoso en móviles, vallas, televisión, Internet… -una media de 3000 impactos diarios-, las audiencias se fragmentan y se vuelven interactivas… El resultado es que la publicidad se ha hecho vieja y ha perdido la inocencia al tiempo que sus receptores, le duelen las partes con las que siempre ha jugado, como decía Leonard Cohen, y ahora los antiguos y los ultimísimos gurús tienen problemas a la hora de crear el pensamiento mágico que a su vez crea el deseo que a su vez crea la cuenta de resultados. No obstante, la capacidad de adaptación es la base de nuestro éxito antropológico, y la publicidad, una de nuestras más sofisticadas creaciones, no podía quedarse atrás. Frente a la imposibilidad del choque frontal y el zapping mental, la publicidad serpentea, se mimetiza, se vuelve casi invisible aunque siga tan cerca de ti como tu vena yugular. Ahora ya no quiere tu cartera, o no sólo, ahora ha decidido que necesita también tu alma. Y por ello muta en algo preciosista, emocional, y a la hora de vender el producto, su primera opción no es mostrarlo, sino ocultarlo lo mejor posible. Cada uno de sus pasos tiene sentido, pero esconde la intención de que el producto no es para ti, sino tú para el producto, e intenta convencerte de que es el amor de tu vida, incluso si no lo hubieras conocido, sería el amor de tu vida. Porque las zapatillas de deporte o esta crema ya no son para correr o para hidratar tu piel, sino que quemaran las calorías o difuminarán las arrugas de tus carencias afectivas, de tu depresión, insatisfacción, infelicidad y soledad. Porque los grandes grupos energéticos ya no vende kilovatios o crudo, sino compromisos de futuro y sostenibilidad medioambiental.
Los publicistas son filósofos, no moralistas, han comprendido en medio de su crisis de identidad que todo conflicto es una oportunidad, y conscientes de que en esta época no hay estrellas, sino estrellatos, que la emoción domina a la comprensión, y que la masa se zampa con patatas a la individualidad, se han aplicado en el reino de las sensaciones, el modus operandi de una generación entera educada mediáticamente en que pensar o creer no vale tanto como sentir. Sin embargo, a toda acción corresponde una reacción, y ahora nos toca a nosotros: ¿cuál será el siguiente escalón, en qué tipo de Homo nos convertiremos en el próximo paso evolutivo?
0 comentarios:
Publicar un comentario