TENDENCIAS V
-La generación Kidult (kid+adult): adultos que en su tiempo de ocio se convierten en niños, una franja entre los treinta y los cuarenta que mantienen los mismos hobbies de su adolescencia. ¿Su lema?: eres joven mientras tú quieras.
-Lo último en gastronomía: las cenas a ciegas. Cenas a oscuras, para centrarse en la experiencia sensorial de los sabores.
-Los increíbles dibujos hiperrealistas de Juan Francisco Casas hechos únicamente con un bolígrafo Bic.
-El nuevo portátil de Apple, el MacBook Air, que cabe en un sobre A4 y pesa poco más de un kilo.
-Nano, el automóvil que cuesta 1700 euros para motorizar a los países emergentes, sin un adorno, sin apenas electrónica y sin un caballo de más.
-Los nuevos modelos de consolas que permiten acceder a mapas por GPS, navegar por Internet, grabar vídeos y sintonizar TDT.
-Los trabajos experimentales de regeneración neuronal mediante luz, lo que abre la puerta para la cura de la paraplejia, los ictus, traumatismos…
-Los microblogs, sitios de mensajería breve como Twitter.
-El empleo de nanopartículas en los alimentos, lo que permitirá manipularlos a nivel atómico y molecular para, por ejemplo, conservarlos más tiempo, hacerlos más resistentes al calor y a la contaminación microbiana, y alterar texturas y sabores.
-Las profesiones del futuro: expertos en impacto medioambiental; la biotecnología, un enfoque multidisciplinar que mezclará a biólogos, bioquímicos, genetistas, virólogos, agrónomos, ingenieros, químicos…; expertos en robótica; técnicos en turismo; traductores; psicólogos especializados en la adjudicación de trabajos en las empresas; comerciantes virtuales por Internet; geriatras y fisioterapeutas; cirujanos especializados en el transplante de todo tipo de miembros y órganos.
-El tremendo éxito de las novelas para móviles en Japón, escritas con frases cortas, y que tienen poco que ver con el desarrollo y las tramas de las novelas tradicionales.
-El Tecktonik, el baile del siglo XXI, con ecos del breakdance, movimientos espasmódicos y reminiscencias del vogueing.
-Adele Adkins, la cantautora británica, con un carácter tan contundente como su voluminoso físico: no necesito una talla cero para estar guapa, comentó en una entrevista.
-La exposición La nación en armas, sobre la Guerra de la Independencia, con más de doscientas piezas para conmemorar el bicentenario. Hasta el 11 de Mayo en el Teatro Fernando Fernán-Gomez de Madrid.
-La nueva forma de ligar: el Singlering o anillo de no compromiso para solteros, cuyos usuarios indican así que están libres y se evitan planchazos a la hora de entrar.
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Aventuras Misóginas de
Olga Lapo (y su brutal abuela lesbiana)
Comienzo Grabación 1
Maté al tal Carnofi, el Secretario General de la ONU, por felón. Entre otras cosas.
Si a mis catorce años realizaba estas hazañas y cosechaba un gran respeto, no fue debido precisamente a mis hábitos hogareños, sino gracias a que di el GSA la mañana en que cumplí los trece.
A las 8 estaba durmiendo en casita –y soñando bobadas– cuando aterrizó en el patio trasero un viejo helicóptero de transporte tipo Jallipter Hong, un biturbina con tres ametralladoras de napalm en la proa, modelo antiguo pero eficaz de cojones. Todavía con las aspas girando y el motor al ralentí, descendió como el rayo mi abuela, la corresponsala de guerra. En cuanto puso pie a tierra, la vieja adoptó posición de pitcher de béisbol y partió a pedradas los cristales de mi dormitorio; chasqueó un mechero de yesca y se fumó un cigarro para dar tiempo a que yo dejara de chillar cual cochinillo. Recuerdo que la vi entrar dando saltos por mi ventana, como tiene que ser.
La abuela fue escueta: “¿por qué gritabas, zorra?” y añadió:
–Traigo tu regalo de cumpleaños: Vas a flipar.
Recuerdo este episodio como si fuese ayer. Estaba sentada en mi cama, con mi tanga y mis calcetines, histérica pero también aliviada al saber que aquella intrusa no era el Hombre del MedioPasamontañas, mi violador habitual –porque aquel tipo ya se había colado cuatro veces en casa y yo lo temía muchísimo–. Articulé este temor pueril a mi abuela (balbuceo va, balbuceo viene): “Abuelita, pensé que eras el barbudo horrible, que venía por quinta vez contra mi”. Ella puso cara de hastío: “Eres mema; sólo hay que pedirle sexo oral y morder”.
Fijaos que esto nunca se me había ocurrido (por lo menos hasta entonces: ahora estoy hinchada a desmembrar violadores a mordiscos). Lo que ocurría es que a mis trece años era tan imbécil como vosotros mismos. Cualquier cosa se me hacía un mundo. Por ejemplo, recuerdo que mientras la abuela se quitaba cristalitos de la casaca, miré a mi alrededor y me puse de morros: “Has destrozado mi habitación”. Efectivamente sus pedradas habían abollado las paredes y por todos sitios se veían cristales rotos, incluso en mi cama. Ella ignoró el problema; quiso sentarse a mi lado y apartó los vidrios a manotazos; de paso, lanzó un golpe de kunta-jiutsu contra las costillas del bulto que dormía a mi lado: “A tu sitio”, le ordenó. De inmediato aquella cosa –un enano-copulador modelo Gruñón– reptó por debajo de las sábanas de satén emitiendo gemidos de pánico, y caminó dando tumbos sobre la moqueta hasta entrar en el armario donde quedó en posición de stand by. Y mientras mi bio-juguete se retiraba, yo –una pre-pija común de clase media-baja, o sea, una especie tocinillo, dulce pero simplón– abrasaba a la abuela con reproches socialmente correctos que había aprendido en los reality shows. Ya sabéis, emociones del tipo: “No te integras en el núcleo familiar”, “eres como una desconocida para mi”, “el cariño no se compra con objetos”, “me regalaste el Gruñón y te marchaste a la francesa”. Pero la abuela no estaba para sentimentalismos-basura:
–Calla perra – en aquel instante andaba apretándose un torniquete en la muñeca, significativamente lacerada al remover los cristales y aún así contuvo el enfado contra mí, niñata malcriada–: El enano fue sólo tu regalo-de-primera-regla, para ir perdiendo hábitos de nena pre-menstrual. Y además, no tenía nada que contarte hasta hoy.
También dijo que “una niña es mierda en evolución” y que “en cuanto las ingles se cubren de vello ensortijado hay que dar el GSA”, (el Gran Salto Adelante). “A ver enséñame las ingles”, me ordenó de repente. Y una vez tentadas añadió que “parece que estás a puntito de caramelo; por eso mi segundo regalo va a ser algo especial; ya sabes de qué se trata”. Yo le contesté que deseaba recibirlo con toda mi alma porque estaba harta del violador y creo que la abuela se sintió cómoda y quiso premiarme: me plantó un beso lingual en la boca (después de extraerse la dentadura). “Con las encías puras te da más gusto, ¿no es así?”, “sí abuela”; “¿estás preparada para mi segundo regalo?”, repitió, “claro abuela, dámelo ya”. Entonces subió a la cama con sus botas militares, sacó de su pantalón un cris malayo y comenzó a rayar la pared. Sólo dijo “tienes el regalo en mi macuto, cógelo” mientras garabateaba frases con el cuchillo.
Junto a las cortinas descubrí su mochila de batalla (50% elastano, 50% kevlar). La abrí. Extraje una cajita envuelta en papel del Corte Inglés. Lo hice trizas y descubrí un frasco lleno de líquido amniótico; dentro flotaba una pequeña pelota blanca con falso iris azul. “¡Un ojo artificial de reportero!”. A mi espalda la abuela sonreía: “Justamente. Te lo implantaré en el helicóptero; en marcha”.
Abandonamos mi habitación de primeriza menstrual por la ventana; como tiene que ser. En la pared, la abuela dejó escrito: “A Olga le llegó la hora del GSA. Me la llevo. Ya no será pija. Adiós familia. Os enviaré su ojo biológico por si os place clonarle el ADN y hacer crecer de nuevo la ricura que teníais prevista ¿no es eso lo que queríais?”. Y debajo añadí yo, mojando el dedo en la sangre arterial de mi abuela, “papis: os enviaré sin falta mis primeras crónicas periodísticas visuales”. Y claro, jamás les envié ninguna, fue innecesario: Mis reportajes contaban cosas tan tremendas, que se transmitieron por todos los noticieros.
Pero es que yo todavía era muy infantil. No obstante la realidad supera a la ficción periodística: Ya os iré enviando en sucesivas grabaciones-holograma, la verdadera historia por detrás de aquellas crónicas.
No hice maleta para este viaje, como es lógico. Sólo tomé lo importante: Los tampones en el bolsillo y al enano copulador caminando de la mano, todos hacia el Jallipter Hong biturbina. Y despegamos hacia la Tierra.
Y vosotros, queridos primos marcianos, a ver si tomáis ejemplo. So gilipollas.
Fin Grabación 1: La abuela y El GSA
Siguiente Grabación 2: Contenido de apertura: La venganza contra el Violador del Mediopasamontañas>
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