BOCCATO DI CARDINALE VII
Hay películas, canciones, libros, que cuando los disfrutamos pensamos que somos nosotros los que deberíamos haberlos creado. Esta es la canción que yo debería haber escrito. Llevo toda la vida no admirando, sino envidiando. Maldito Battiato, maldito genio...
LA CURA (EL CUIDADO)
Te protegeré de los miedos, de la hipocondría
de las preocupaciones que desde hoy encontrarás en el camino
de las injusticias y de los engaños de tu tiempo
de los fracasos que por tu naturaleza normalmente atraerás.
Te aliviaré de los dolores y de tus cambios de humor
de las obsesiones, de tus manías.
Superaré las corrientes gravitatorias
el espacio y el tiempo para que no envejezcas.
Y sanarás de todas las enfermedades
porque eres un ser especial
y yo, cuidaré de ti.
Vagaba por los campos de Tennessee
(cómo había llegado, quién sabe)
¿No tienes flores blancas para mí?
Más veloz que las águilas mis sueños atravesarán el mar.
Te llevaré sobre todo el silencio y la paciencia.
Recorreremos juntos los caminos que llevan a la esencia.
Los perfumes de amor embriagarán nuestros cuerpos
la bonanza de agosto no calmará nuestros sentidos.
Tejeré tus cabellos como tramas de un canto.
Conozco las leyes del mundo, y te las regalaré.
Superaré las corrientes gravitatorias
el espacio y la luz para que no envejezcas.
Te salvaré de toda melancolía
porque eres un ser especial y yo te cuidaré…
yo sí que cuidaré de ti.
Ti proteggerò dalle paure delle ipocondrie, dai turbamenti che da oggi incontrerai per la tua via. Dalle ingiustizie e dagli inganni del tuo tempo, dai fallimenti che per tua natura normalmente attirerai.
Ti solleverò dai dolori e dai tuoi sbalzi d'umore, dalle ossessioni delle tue manie.
Supererò le correnti gravitazionali, lo spazio e la luce per non farti invecchiare.
E guarirai da tutte le malattie, perché sei un essere speciale, ed io, avrò cura di te.
Vagavo per i campi del Tennessee(come vi ero arrivato, chissà).Non hai fiori bianchi per me?Più veloci di aquile i miei sogniattraversano il mare.
Ti porterò soprattutto il silenzio e la pazienza.Percorreremo assieme le vie che portano all'essenza.I profumi d'amore inebrieranno i nostri corpi,la bonaccia d'agosto non calmerà i nostri sensi.
Tesserò i tuoi capelli come trame di un canto.Conosco le leggi del mondo, e te ne farò dono.Supererò le correnti gravitazionali,lo spazio e la luce per non farti invecchiare.
Ti salverò da ogni malinconia,perché sei un essere speciale ed io avrò cura di te ...Io sì, che avrò cura di te.
-Servidor se confiesa seguidor de Philip K. Dick, quizás por ello me he convertido en un trastornado.
-Jeunet es el director de ese engendro, película para algunos (estaban equivocados), ladrillo para otro (estábamos en lo cierto) que fue Amelie.
-Sé que aguantaran a estas altas horas de la noche el momento de publicidad ya que al regreso tenemos un especial del salón del cine erótico de Barcelona….
-Y llegamos a la pausa en este programa del que tan orgullosos nos sentimos. No así de algunas compañeras de la 7ª planta de Torrespaña que fuman saltándose la norma que tanto nos beneficia a todos.
-Nos vamos con la esperanza de que ninguno se deje llevar por los fanatismos religiosos, políticos o sexuales: los primeros por no llevar a nada, los segundos porque el objeto de deseo suele ser un idiota de renombre y los últimos por las continuas frustraciones.
-Llego la hora de la pausa... espero que puedan contener durante unos minutos los impulsos sexuales de vuestras parejas... si no puede ser, no puede ser... en cualquier caso volveremos después de la publicidad con el sector mas casto de la audiencia.
-Vamos a una pausa publicitaria, que será tan corta como el sueldo del presentador.
-Hasta el próximo programa. No sabemos ni qué día ni a qué hora nos pondrán, de modo que estén atentos.
-Quiero aprovechar, como amante de la Fórmula 1, para felicitar al corredor alemán Michael Schumacher por su triunfo en el Gran Premio de San Marino. Da gusto ver en lo más alto del podium a personas ni fatuas, ni engreídas, ni desagradecidas. Espero que continúe la racha.
-Hola, buenas noches. Hoy les hablo desde Torrespaña en Madrid, más conocido como el pirulí, que con su forma fálica es un símbolo de la modernidad de esta ciudad. Como modernas también son las vidrieras de la Catedral de la Almudena y las pinturas del altar de un tal Kiko no sé qué. Por cierto, igual de horribles que algunas películas.
-Cuando vuelvan de la publicidad me habré desnudado y me tiraré al mar (En Cannes). Evidentemente a la vuelta de la publicidad dio su explicación: Era un patético intento por mantener la audiencia.....
-La verdad es que hay días que no sé dónde refugiarme políticamente.
-Ahora pueden ustedes hacer un montón de cosas aprovechando los interminables minutos de publicidad.
CARPE DIEM EN GIJÓN
Volví a casa por Navidad, la fiesta más paradójica de todas, una festividad nominalmente católica en un país aconfesional, en la que el turrón, el derroche lumínico, los abetos, el consumismo desaforado, las películas religiosas y los Reyes Magos se amalgaman con acrisolados recuerdos infantiles, Papá Noel, el espumillón, los nuevos modelos multiculturales, las orgías de langostinos con vinagreta, los grandes intereses y las estrategias comerciales...
En estas fiestas los compromisos sociales, sentimentales y económicos -entrañables unos, fastidiosos otros- tejen una red de inercias mecánicas ineludibles, ritualizadas y desligadas de las referencias tradicionales, que van mucho más allá del espíritu de la Navidad y que se convierten en un estado de ánimo que nos permite seguir unidos, mantener el nombre de sociedad, y al igual que la Hanuká judía, el Kwanzaa afroamericano, el Yule neopagano, el Ramadán musulmán o el Potlacht del Canadá, nos recuerda que nada acaba en uno mismo y que dependemos de quienes nos rodean, por lo que estamos obligados a convivir, no a convencer y menos convertir, es decir, estamos condenados a relacionarnos, no a entendernos.
En este marco festivo, que sin embargo tiene siempre si no se es un niño un punto melancólico, solitario, y en el que en cualquier esquina de Oviedo me esperaba encontrar a aquel calvo con pinta de monje budista, que repartía la suerte en los anuncios en forma de pompas de jabón o de polvo dorado, anduve de vinos y cenas con amistades y familiares. Tomé vinos de Rueda mientras hablaba de rock con amigos, me comí unos mazapanes con mi abuela de noventa años que sigue como una reina, me lié a discutir con mi hermano entre el cordero y el turrón de cine de autor y de si El marido de la peluquera era mejor que Monsieur Hire, tuve las cíclicas conversaciones con mi familia de a ver cuándo me caso, que quieren ya un nieto...
El último día fui a cenar con una amiga a un restaurante de Gijón, enfrente del paseo marítimo. Para mi sorpresa, el establecimiento había sido años atrás un local de copas muy famoso en el que yo había hecho bastante el crápula, y del que tenía unos recuerdos brumosos y estupendos. El espectacular tuneo al que lo habían sometido, la carta exquisita y el vino bien escogido, en contraste con los recuerdos de mi época de chaval, provocó que en un intermedio entre el provolone y el siguiente plato de bacalao, reflexionase sobre el tiempo. El tiempo, ese destructor de mundos del que hablaba el Bhagavad Gita, su falsa concepción cíclica, que nos brinda la ilusión de que todo termina y luego volverá a comenzar el uno de enero para mejor, y que los romanos celebraban también en sus Saturnales o los persas con sus invocaciones a Mitra o los celtas decorando sus árboles con guirnaldas o los germanos encendiendo grandes hogueras. Ese engaño que expresa la convicción de que la esperanza sucede al desaliento y la redención a la culpa.
Y cuando iba a explicarle esto a mi amiga, miré sus ojos, y detrás de sus ojos el Cantábrico, y pensé que tenían una extraña similitud, y para qué iba a perder el tiempo en vanos y aburridos discursos cuando todavía quedaba vino y noche por delante, y que por supuesto el año que viene todo sería mejor y volvería a tomar vino blanco con los amigos, y a discutir con mi hermano de Patrice Leconte, y a ponerme morado de mazapán con mi abuela y a recibir la reprimenda de mi madre porque a ver si sientas la cabeza de una vez y cómete ese langostino y qué quieres de postre, tarta o turrón. La Navidad, si no existiera, la habríamos inventado igual.
GRACQ
Acaba de fallecer Julien Gracq. Ayer leí la noticia como si se hubiese tratado de la muerte de un pariente cercano. Julien Gracq es uno de mis escritores de cabecera, y no podía menos que recordar lo que le decía Sancho a Don Quijote cuando éste se moría: no se muera vuesa merced, señor mío, sino tome mi consejo y viva muchos años, porque la mayor locura que puede hacer en esta vida un hombre es dejarse morir, sin más ni más, sin que nadie le mate ni otras manos le acaben...
Gracq siempre fue para mí el deslumbramiento, desde sus castillos en Argol hasta sus mares de las Sirtes, pasando por los ojos del bosque. Porque Gracq era el reino de la posibilidad y el silencio, y como Dino Buzzati en El desierto de los tártaros, su capacidad para crear mundos perfectamente reconocibles pero sin situación geográfica concreta -él, que fue profesor de Historia y Geografía-, era inigualable.
Gracq era la espera que consume al que aguarda; el viaje hacia la nada, lo desconocido y lo indistinguible; la exploración de ese inmenso continente que es la melancolía; los enemigos que nunca acaban de llegar; un tiempo que se dilata, un tiempo que nos anula; la renuncia a vivir; los vértigos sin objeto; las fortalezas perdidas; las existencias que se parecen al destino de todos los hombres; la vida que pasa sin lograr dotarla de otro sentido que habitar proyectos que nunca se cumplirán; la juventud perdida, las ilusiones truncadas; toda esa extraña belleza, la atracción que despiertan los estadios vacíos...
MI DOBLE ELFO TAMBIÉN QUIERE FELICITARLES.
http://www.elfyourself.com/?id=1751001924
Hay un episodio de la Biblia especialmente apasionante del que hablan Mateo, Lucas y Marcos. Se trata de la oración en el huerto de Getsemaní, que para mí volvió a brillar tras ver la película de Mel Gibson, la maravillosa La Pasión, en la que su siniestrísimo y logradísimo Satán femenino se las hace pasar canutas a Jesucristo en lo que podría ser el reverso tenebroso del Jardín del Edén.
Situémonos.
La noche oscura como la tinta, la soledad, el silencio, la niebla retorciéndose sobre sí misma en aquel angustioso huerto de olivos. La factura de todo lo que rodea a Jesucristo parece haber sido hecha por un Caravaggio que quisiera imitar a El Bosco más descarnado y lisérgico. Y ahí le tenemos, en medio de la terrible y maniquea batalla entre el Bien y el Mal, en un colosal pulso espiritual, abandonado por todos, en medio de un silencio mucho más atronador que el de los hombres: el silencio de Dios. Por primera vez en su vida es sólo un hombre, y como un Supermán aturdido por el cristal verde, Jesucristo deja de ser temporalmente un superhéroe, no puede caminar sobre las aguas, no puede multiplicar los panes y los peces, no puede resucitar a los muertos... Mucho antes de reprochárselo a su Padre en la cruz, implora, pero nadie le responde, allí, en mitad de la noche negra, destronado, y entonces empieza a sudar sangre, entre los olivos...
Tuvo que ser terrible para él: convertirse en un simple mortal, un mortal que intuye todo el flagelo, el vejamen y el ultraje que todavía deberá sufrir. Él, que hace nada podía detener ejércitos con una respiración. Y entonces el miedo, nunca antes experimentado, que paraliza y anula, que se va introduciendo en su mente, un miedo que crece y se multiplica, que va abriendo puertas a otros miedos y así sucesivamente, el miedo como un templo que va construyéndose poco a poco en su interior... El miedo, que es lo que finalmente le hace de verdad humano.
PSICODRAMA
Abortar. La palabra en sí suena horrible. No tiene esa armonía musical de otros términos como licor o blindaje. Si además define un acto tan duro como trágico, se produce una acumulación de fealdad que provoca la misma concentración de atención irracional que el exceso de belleza.
Olvidémonos de los absurdos teológicos de la religión -la misma que condenaba la anestesia porque refutaba la advertencia divina a Eva de que parirás con dolor, la misma que estuvo a punto de quemar a Vesalio, el padre de la disección de cadáveres para el estudio médico, y la misma que execró a Benjamin Franklin por inventar el pararrayos alegando que quién era ese señor para oponerse a los chispazos divinos...-, y centrémonos en lo humano, es decir, en sus protagonistas: las mujeres. No me imagino lo dura que tiene que ser la decisión de ir a una clínica para abortar porque sencillamente no aceptan un hijo en determinadas circunstancias -y ya no me refiero a problemas psicológicos o físicos, violaciones o malformaciones del feto-, únicamente porque tienen el derecho a decidir sobre su vida y su fertilidad. Y como la decisión en sí tiene que ser dramática, no me explico ese empeño en ponérselo aún más difícil al no reformar de una vez por todas la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo. Esa ausencia de firme legal en el que cualquier española pueda abortar de una forma gratuita y en un centro público no conduce más que a abortos irregulares y la humillación de que, por ejemplo, mujeres navarras tengan que interrumpir sus embarazos en otras comunidades o que, en el mejor de los casos, dependan de una voluntad arbitraria.
El gobierno socialista acaba de dar uno de esos pasos en falso a lo Chiquito de la Calzada, como si estuviesen probando lo templadas que están las aguas electorales antes de ampliar la despenalización del aborto, y se ha hecho el sueco al comprobar el presunto desgaste que sufrirían si les diese por sacar otra vez la Ley de Plazos, por otro lado un compromiso que tenían ya apalabrado en su pasado programa electoral. Mal asunto este de amagar, de demostrar sólo intenciones, de desenvainar la espada y no volverla a envainar tinta de sangre, valga la metáfora del Tenorio, máxime cuando estas no son cuestiones ni electorales ni políticas, sino vitales.
La nueva moral secular tiene un piso inferior hedonista, uno intermedio de utilitarismo y un ático de justicia clásica transmutado en la modernidad en ideal de autonomía y dignidad del individuo. Esto queda muy bonito, pero la traducción es que, como decía Di Stefano a sus porteros, no te pido que las pares todas, pero las que van fuera, no las metas dentro, o sea, no te inventes más problemas, limítate a solucionar los que hay. Y hazlo pronto, porque existen un montón de inquisidores que están esperando algún síntoma de debilidad, los mismos que coleccionan burkas y no ven mal pegarle un par de hostias a la esposa, siempre que te levante la voz o no te tenga preparada la cena, porque ya se sabe, la mujer para parir y en casa con la pata quebrá.
LA TERNURA DEL TIBURÓN
A quién no le gustan los acuarios. Esas gigantescas pantallas de cristal congelado a través de las cuales podemos olvidarnos del áspero mundo con los ícticos movimientos de sus moradores. Difícil no quedar hipnotizado por la ondulación de llama de algún octópodo. Raro no relajarse con la armonía de un banco de peces cambiando de dirección sin motivo alguno. Manatíes, atunes, delfines, marsopas, platijas, tiburones... Aún recuerdo mi última visita a un acuario. Supongo que lo que me sucedió aquel día es una de esas cosas que pasan una vez cada mil años y que ese día tocaba. En esa ocasión tuve la inmensa suerte de ser testigo del parto de un tiburón hembra. Era uno de esos animales terroríficos, de ángulos cortantes y ojos sin vida. No me costaba nada imaginarlo merendándose una pierna -o las dos, depende del hambre que tuviese-, de algún desprevenido surfista que cogiese olas en una apartada playa australiana. Pero, allí, viendo salir al bebé y a su madre totalmente en calma, dejándose ayudar y acariciar por sus cuidadores, me emocioné. Puedo asegurar que contemplar a un temible depredador comportándose como una madre agotada y feliz es algo que se te queda grabado. En esto andaba, reconciliándome íntimamente con el mundo gracias a aquellos instantes de paz, cuando uno de los guías se me acercó y me explicó de oficio el proceso de gestación. Durante el embarazo la hembra contenía hasta doce embriones, que a medida que crecían comenzaban a atacarse entre sí. Bien provistos de afilados dientes, los embriones más vigorosos mataban y devoraban a los más débiles y pequeños. La lucha proseguía en su interior hasta que sólo quedaba un superviviente, grande y bien alimentado. Era entonces cuando, al no disponer de más presas, el feto vencedor cambiaba de posición y desencadenaba el proceso de nacimiento. No bien terminó su aclaración el guía se alejó tan pancho, seguramente satisfecho de haber cumplido con su trabajo e ignorante de que acababa de convertir mis esperanzas en eso, en esperanzas. O sea, que me acababa de joder el día.
DISCURSO PRONUNCIADO POR THEODORE ROOSEVELT EN LA SORBONA, 1910.
It is not the critic who counts; not the man who points out how the strong man stumbles, or where the doer of deeds could have done them better. The credit belongs to the man who is actually in the arena, whose face is marred by dust and sweat and blood; who strives valiantly; who errs, who comes short again and again, because there is no effort without error and shortcoming; but who does actually strive to do the deeds; who knows great enthusiasms, the great devotions; who spends himself in a worthy cause; who at the best knows in the end the triumph of high achievement, and who at the worst, if he fails, at least fails while daring greatly, so that his place shall never be with those cold and timid souls who neither know victory nor defeat.
No es el crítico quien cuenta, ni el que señala con el dedo al hombre fuerte en el momento que tropieza, o el que indica en qué cuestiones el que hace las cosas hubiera podido hacerlas mejor. El mérito recae exclusivamente en el hombre que se halla en la arena, aquel cuyo rostro está manchado de polvo, sudor y sangre, el que lucha con valentía, el que se equivoca y falla el golpe una y otra vez, porque no hay esfuerzo sin error y sin limitaciones, el que cuenta es el que de hecho lucha por llevar a cabo las acciones, el que conoce los grandes entusiasmos, las grandes devociones, el que agota sus fuerzas en defensa de una causa noble, el que, si tiene suerte, saborea los triunfos de los grandes logros, y si no la tiene y falla, fracasa al menos habiéndose atrevido al mayor riesgo, de modo que nunca ocupará el lugar reservado a esas almas frías y tímidas que ignoran tanto la victoria como la derrota.
BACH PARA LOS QUE ODIAN A BACH
Cello Suite nº1 by Yo-Yo Ma
PATRIA NÚMERO DOS
Siempre he dicho que mi primera patria es la familia, ni siquiera los amigos ni la mujer con la que pueda compartir mi vida en ese momento, sólo la familia. Y la segunda es mi biblioteca. Obviamente, esta afirmación sobre la patria número dos no la comparten muchos estudiantes a juzgar por el catastrófico balance educativo del informe PISA, que confirma que los alumnos españoles tienen problemas para leer tres líneas y media con referencias precisas y no perderse. A partir de ahí tendría que hacer un artículo para llevarse las manos a la cabeza acerca de ese maravilloso mundo al que renuncian donde pueden encontrar lo que han sido, lo que querrían ser, lo que podrían haber sido y lo que podrían haber querido ser, y anatemizando el sistema educativo, la sociedad de la imagen, los sms, los chats y a la juventud toda, botellón incluido. Pero como hoy tengo el puntito nihilista y siempre he experimentado una perversa atracción por aquello de que si nada existe -se entiende Dios-, todo esta permitido -sin atender a la vacuna de Albert Camus, de que ya que la vida carece de sentido, hay que darle uno-, pues vamos a hacer el gamberro.
¿Realmente es tan importante la lectura? Leer libros no nos hace más inteligentes, sólo mejora nuestra capacidad para seguir leyendo en un eterno círculo vicioso. Desde luego, tampoco nos hace mejores personas, y no traeré a colación los manidos ejemplos de oficiales nazis en los campos de concentración, o el mismo Stalin, que hacía creer que era estúpido pero a los treinta años ya había leído todos los clásicos rusos y occidentales de teoría política, filosofía y literatura, sabía ruso, georgiano, griego clásico, y un poco de francés e inglés. Evidentemente, en la sociedad actual, donde los chavales son "clicantes" compulsivos y navegan por Internet muy superficialmente y casi de imagen en imagen, un tocho de Cioran carece de sentido. Además hoy en día está claro que no todo está en los libros -por otra parte, nunca lo ha estado-, y el mundo audiovisual es una fuente más caudalosa e importante de saber. A su vez, todos los días comprobamos que no hace falta leer ni El Gato con Botas para tener éxito en esta nuestra sociedad del chanchullo y el pasteleo y en la que hasta los políticos manejan un discurso tan pedestre como virulento -especialmente ellos-.
Bien visto, ¿qué hago yo todavía aquí dándole a la tecla, sabiendo que esto no me va a dar la felicidad y que ésta sólo se basa en las pequeñas cosas: un pequeño yate, una pequeña mansión, una pequeña fortuna...? Según los criterios de un dictador como Gadafi, por ejemplo, que va por el mundo plantando la jaima, con un séquito de 300 personas y rodeado de un ejército de tías buenas que le hacen de guardaespaldas, porque soy gilipollas, y no andaría muy desencaminado.
Porque, efectivamente, hay que ser un poco gilipollas para seguir creyendo que la vida en sí no tiene nada extraordinario y únicamente la manera de pensar en ella la transforma; un poco estúpido para creer que la literatura, como la vida, es un avance diario a través de la propia estupidez; un poco inocente para creer que las grandes tragedias no sólo están, en este caso, en el analfabetismo galopante, sino en el silencio sobre ese analfabetismo; y un poco iluso para creer realmente que no sigo predicando porque esté convencido de que puedo cambiar la opinión de alguien, sino para no cambiar yo. En fin, espero que mi exceso de lecturas no me haya convertido ya en una paradoja andante.
Gadafi, tío, cómo te envidio.
Miguel Barrero acaba de sacar novela. En su momento me pidió que le hiciese un prólogo. El libro me gustó, así que prácticamente se escribió solo. Un adelanto y que lo disfruten.
PRÓLOGO
Cuando Robert Bresson quiso rodar Génesis, Dino de Laurentiis se interesó por el proyecto y no quiso escatimar nada, ni siquiera cuando a Bresson se le antojó sacar todos los animales de un zoológico para llevarlos a una playa donde quería rodar el episodio del arca de Noé. Hubo que hacer muchas tomas y fue muy costoso, pero De Laurentiis no puso objeciones. Sólo cuando vio el resultado, despidió a Bresson: las imágenes que había filmado sólo registraban las huellas en la arena de los animales que habían paseado por ella. Esta forma de mirar, sencilla y sesgada, quizás sea la más exacta definición de arte. Y, definitivamente, Miguel Barrero la posee. Es un estado casi de santidad, que procede directamente de la infancia, una inocencia que no acepta los juicios preestablecidos y que crea realidades abiertas en cada vistazo. Una sabiduría que Miguel utiliza con tiento a la hora de contar la historia de su protagonista, que no es más que la historia de una huida, tanto más intensa cuanto más pretende el regreso. En dicha huida al autor no le interesan demasiado los adjetivos de la situación, los porqués, los cómo, no quiere oír demasiadas explicaciones acerca de su protagonista, sino sólo lo esencial, y después deja trabajar la prosa, permite que la emoción surja de dentro de las palabras, sin apoyaturas retóricas ni subrayados externos. Un protagonista sin nombre, que bien podríamos llamar Nemo, Nadie, que primero huye de una España en guerra dejando tras de sí delaciones, disparos y abruptas muertes, y después de una Argentina en paz, y que pretende en la realidad gris y pegajosa de una Salamanca de posguerra una empresa imposible: recuperar el pasado. Sin embargo, no es un pasado a la manera de Scott Fitzgerald, ese instante de felicidad que reluce a través de los años como la luz en el malecón de Daisy, la nostalgia que te hace estar a merced de tus recuerdos, sino un pasado que nunca existió, la añoranza de lo que podría haber sido, y que obliga a nuestro Nadie a recorrer un catálogo de derrotas anónimas, pérdidas irreparables, devastaciones incomprensibles, una concentración alusiva de nadas. En cada nuevo encuentro con los fantasmas de lo que nunca sucedió, compartir la vida acomodada de Martín, conservar la amistad de Rogelio, salvar las vidas de su padre y de su hermano, casarse con Manuela, cuidar a su martirizada madre... nuestro Nadie, apoyándose en silencios que son tanto o más importantes que las palabras, se queda justo al borde del abismo, un abismo con nombre de ciudad, Salamanca, donde puede ser denunciado, encalabozado, fusilado al amanecer, y no obstante permanece allí, hechizado por la belleza de esa desintegración, quizás buscando cierta redención, o quizás un castigo por haber elegido en su momento la opción equivocada. Nadie construye así una identidad ficticia sobre la destrucción, rehace una vida a base de motivos triviales, palabras escasas, gestos, pensamientos que hablan siempre desde la penumbra, desde el borde de la existencia. Y Miguel Barrero le acompaña, espera con él en el Café Novelty, se acuesta a su lado en la pensión, pasea por la plaza Mayor, a la espera de la siguiente huida, únicamente pendiente de las huellas que dejará tras de sí, para tomarles los moldes a base de palabras, unas palabras que él sabe perfectamente lo que deberán expresar: precisión, claridad, belleza.
ENTRADA DE RIOFUGITIVO, EL BLOG DE EDMUNDO PAZ SOLDÁN
LAS BARRICADAS DEL ASUNTO
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