El chico que no quería ser maldito

| lunes, 18 de mayo de 2009 | 12:13


Un artista maldito, de culto o secreto, únicamente es un artista que desea con toda su fuerza ser bendito, notorio y multitudinario, es decir, desea el éxito como todo hijo de vecino, y que le admiren y que le reconozcan y todo lo que es humano. Esto es loable y no reprochable. Otra cosa es que mientras se halla en el lado de la sombra se cree una imagen de marca para venderse en el mercado hasta que suene la flauta y si suena, lo ideal es mantener luego ese aura maldita y de auténtico aunque tu cuenta corriente parezca un decimal de Pi. Ya digo, esto es normal, lo único que subrayo es que tienes que ser consciente del asunto, porque el negocio trata del engaño, no del autoengaño.


Antonio Vega seguramente estaba harto de que le encasillaran con el adjetivo de maldito y frágil y que cada vez que miraba no veía las calles de Madrid, sino que 'contemplaba el paraíso'. Antonio tuvo la mala o buena suerte de encontrarse en el batiente de la movida donde todo era ruido y furia y la muerte andaba disfrazada de papelina contando el cuento de que para ser creativo hay que vivir una temporada en el infierno. Este cuento se lo creyeron Sid Vicious, Jim Morrison, Charlie Parker, Keith Moon, Brian Jones, Kurt Kobain... y, últimamente, vimos a la fantástica Whitney Houston destrozada en todos los sentidos, o a Amy Winehouse, que parece que quiere coger el testigo. Que el desorden acompañe al talento sólo quiere decir que a veces éste es tan poderoso que sobrevive a ese desorden, así que imagínense lo que hubieran podido dar sí se hubieran atado al trinquete y se hubieran tapado los oídos con cera. No obstante, ni todos los genios sobreviven, ni todos los que sobreviven son genios, si entienden lo que quiero decir.

Seguro que Antonio Vega quería ser feliz y no cabalgar ese caballo que te susurra al oído que más allá del arco iris hay un mundo sin dolor y que, al igual que el hada verde de la absenta, después del primer vaso uno ve las cosas como le gustaría que fuesen, después del segundo se ven las cosas que no existen, y finalmente uno acaba viendo las cosas tal como son, y eso es lo más horrible, como decía Wilde. En general, todas las drogas deberían servir para pasarlo bien, no para demolerte, y menos para que los malotes o los adolescentes del arte defiendan que ellas te escriben las canciones.

Se ha ido un pedazo de compositor, al que yo recuerdo muy hecho polvo cantando 'El sitio de mi recreo' con Miguel Bosé, cuando éste sacó 'Papito' en un especial de la 'tele'. Bosé acabó llorando. Yo casi. Sentí un nudo en la garganta -el mismo que sintió el gran Miguel cuando se iban turnando las voces en una especie de oasis mágico-, debido a partes iguales a la belleza del momento, como a ser testigo de aquel ser cansado, condenado irremisiblemente, que ya sólo podía contemplar una vida por la que era incapaz de pelear. Descanse, de una vez, en paz.

5 comentarios:

lalecubino dijo...

Ansioso de tu próximo trabajo.

Como no me guste, te lloverán los palos.

IGNACIO DEL VALLE dijo...

Me lo he currado de una manera obsesiva, te lo puedo asegurar.

LBO2 dijo...

Leí el artículo el sábado, Ignacio. Me gustó mucho. Además, por la noche, en el programa “No disparen al pianista” hicieron un especial sobre Antonio Vega donde recuperaron momentos de su vida, incluido ése que comentas con Miguel Bosé, que yo no había tenido la oportunidad de ver. Realmente triste la verdad.

Como yonqui de la droga del amor, entiendo perfectamente que pueda llegar el momento en que a un drogata le dé igual morir o vivir, porque su vida sólo tiene sentido en el momento en que disfruta de su droga. Si no puede elegir, es más bien porque ha decidido no hacerlo, o porque ha elegido morir. Lo cual no deja de ser una especie de debilidad mental o una falta de fortaleza de espíritu. No sé bien.

¡Qué feliz me hicieron sus canciones en mi adolescencia!. Las escucho y no puedo dejar de pensar en Luanco, en los veranos,.....cuánta sensibilidad desprendían sus letras. Una grave pérdida para la música. Definitivamente. Para la sociedad, no tanto. Los yonquis, no aportan gran cosa. Más bien lo contrario. Sólo dan problemas y gastos.

En el mes de diciembre del año 2003, mi aspecto exterior seguro que era mejor que ahora, porque soy más vieja. Por dentro, estaba peor que Antonio Vega en ese sofá con Miguel. Un día de ese mes, al salir de trabajar, casi sin pensar, en lugar de volver a casa, empecé a conducir sin rumbo, hasta llegar cerca de unos de esos preciosos y peligrosos acantilados que tenemos por Asturias. Y en lugar de seguir de frente, tal vez mi intención inicial (o en realidad, me daba igual), frené. Te aseguro que lo que la Santa Madre Iglesia dice al respecto de la condenación eterna de los suicidas me importaba bastante poco. En realidad, todo me importaba bastante poco, o mejor dicho, nada, salvo el amor por mi esposo. Cuando me casé con él, no sólo lo amaba. Sencillamente lo idolatraba. De hecho, dejé de ir a Misa cuando me casé, porque él no iba. Lo que me hizo frenar aquel día fue pensar en mi madre, en mis hermanos, en el resto de mi familia, en mis amigas y en toda la gente que no se merecía que yo hiciera eso. Y por supuesto, la formación y la fortaleza interior, que andaba muy tocada esos días, hicieron el resto.

Así que reculé y seguí conduciendo hasta llegar a Ranón; no sé si se me pasó por la cabeza coger un avión. En lugar de eso, pedí una habitación y pasé la noche en un triste hotel de aeropuerto, sin avisar a nadie.

Fortaleza interior.......para usar bien las drogas y para poder ser feliz. Ardua tarea, pardiez.

Dice Francesco Alberoni, un estudioso de estos temas de la Universidad de Milán, que el enamoramiento es como un cristal. Lo concibe como un proceso de cristalización, y nada de malo tiene percibir al enamorado a través de ese cristal. De hecho, así ha de ser. Pero no se puede romper el cristal, ninguno de los miembros de la pareja debe hacer cosas que destruyan ese cristal, porque recomponerlo, dejarlo limpio y nítido como estaba, es una misión poco menos que imposible. Por cierto, el cristal es una droga ¿no?. Pues eso, el CRISTAL DEL AMOR. ¿Conoce alguien una droga mejor o una manera de pasarlo mejor en esta vida que cuando uno está colocado con ella?.

En esa tarea estoy, Ignacio, en este momento de mi vida. En recomponer el cristal. En ésa, y no en otras. Así que si tienes alguna pista de cómo se hace eso (yo tiro de lo que sé) será bienvenida. Incluso sería para mí un buen tema para el Manual de Autoayuda (II), que ignoro la razón, pero no llegó. Tal vez se me despistara. Espero no haber dicho nada que lo desincentivara.

En ésas estoy, Ignacio, a la vez que durante el fin de semana no he podido evitar concebir como un error el haberte felicitado en su momento por el Manual de Autoayuda I, y el hecho de participar en tu blog. Por la inconveniencia de mis comentarios, en ocasiones. Si compartes esta última opinión, te ruego que me lo hagas saber, y ésta será la última vez que escribo aquí.

No fue aquélla en realidad una felicitación a tus artículos, que leía primero esporádicamente y luego, por costumbre. O sencillamente porque los entendía, los compartía y a veces, me reía, lo cual no es sino compartir el sentido del humor. Lo hice porque me pareció un gesto de buena persona, no por tu calidad de articulista o escritor. Porque estabas (o lo parecías) en la lista de las buenas personas. Que es la lista más importante, por otra parte, a mi entender. Compartir con los demás lo que a uno le ha ayudado en la vida a lograr el éxito (es lo que se desprendía del artículo) es un gesto de BUENA PERSONA. Que es lo que entiendo que eres, aunque no te conozco. O no del todo.

Anónimo dijo...

Nacho, ya te habrás percatado que no suelo leer tu blog, pero ahora que lo he hecho, me arrepiento de haber perdido un millar de ocasiones de hacerlo. Un hermoso post, a su manera. Pero sigo queriendo saber de qué ladrillos nos construimos. Indagaré.

No contestes si tienes la respuesta. Puede que tarde en volver. Tal vez en directo.

Mahoney

Begoña Argallo dijo...

De Antonio Vega decir que “La chica de ayer” es una canción que por mucho que pasen los años no me canso de escuchar. No como Mecano, que ya me tienen harta, harta de verdad cuando suenan en una radio nacional que los pone cada poco con sus tres canciones y esa voz que nunca crece. Recordar a un cantante cuya forma de cantar tampoco me cansará y cuyas letras están llenas de contenido, Enrique Urquijo y ese “Déjame”, soberbio. El grupo nunca fue lo mismo sin él que hasta tuvo una canción de despedida ese “He muerto y he resucitado…”
Y llego tarde pero leí el comentario de LBO2, tan solo decir que hizo lo que tenía que hacer, seguir adelante, pese a todo, porque las nubes que ocultan el sol un día se van, y aparece un día radiante en que todo ha tenido un sentido, incluso lo peor. Y cuando llega ese día uno es más fuerte y no hay meta que se le ponga por delante. Me imagino que lo leerás, pero tus padres, tu familia y tus amigos no se lo merecían. Suicidarse es renunciar a la ayuda de quienes cambiarían su piel por la tuya cuando te sientes mal. Y lo dicho que me alegro de que te detuvieras a pensar, porque siempre hay un motivo por el que seguir, y cuando sigues la vida te recompensa. Un beso grande.