UNA RAYA DE TIZA
Conocerse a sí mismo siempre ha tenido un precio muy alto, y hay poca gente que esté dispuesto a pagarlo. Ralph Dahrendorf, flamante premio Príncipe de Asturias de Ciencias sociales, asumió esa misión vital hace muchos años, una trayectoria en la que, como dijo Jack Nicholson en El reportero, también prefiere los hombres a los paisajes. Como arúspice del orden social, sobre todo ha demostrado su preocupación porque los derechos y la participación política de los ciudadanos no pierdan kilates, y que se dé un uso racional al conflicto como motor de cambio. Bertrand Russell afirmó que hay que tener valor para aceptar resignadamente las cosas que no se pueden cambiar, tener la obstinación suficiente para cambiar aquellas que uno puede cambiar y tener la inteligencia indispensable para no confundir las unas con las otras. Desde sus cátedras en la universidad del Sarre hasta la de Constanza, pasando por la London School of Economics y el St. Anthony College de Oxford, me lo imagino enfrentándose a lo anómico y a la desarticulación con simples rayas de tiza que dividían las pizarras y colocaban a un lado las tautologías y al otro a Smith, Locke, Ricardo, Hume, Bentham, Kant, Spencer, Stuart Mill, Voltaire, Rousseau, Montesquieu, Tocqueville, Weber, Popper, Dahl, Hayek, Friedman, Parsons... La sociedad empieza cuando decimos tú, y Ralph Dahrendorf ha contribuido al crecimiento de ese guarismo liberal implementando en la sociedad civil una política de reformas que generen lazos, que a su vez permitan a los individuos dar un sentido a sus vidas, aunque siempre en guardia contra el excesivo optimismo de la globalización. La concesión de este premio es justa, bienhallada, y por mi parte no me queda más que darle otra vez la enhorabuena.
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