| martes, 30 de octubre de 2007 | 23:57


¿QUIERE USTED GANAR EL NOBEL?

Los científicos jóvenes sueñan con el Nobel, pero no es fácil, y cada día es más difícil lograrlo. En 1996 había en el mundo unas 165.000 revistas de forma que, cada ocho segundos, aparecía un nuevo artículo. No todos valen lo mismo, sólo unos cuantos tienen un impacto extraordinario. La mayoría pasan desapercibidos, y hasta un 55% de ellos no son citados por nadie. La política de personal y financiación de las instituciones científicas se decide premiando a los científicos más influyentes y a los laboratorios más productivos, la consecuencia es que la carrera por publicar es extenuante. Por eso yo propongo un atajo a quienes deseen asegurarse un billete para Estocolmo: estudien la composición molecular del rostro del señor Acebes; estoy prácticamente seguro de que una aleación basada en ella lograría una dureza comparable al adamantium de los cómics, convirtiendo el Kevlar en poco más que chapacumen.
En realidad, el señor Acebes en sí mismo también sería un pozo sin fondo para los psicólogos que aspiren a conocer Suecia, pues una explicación para esa sonrojante capacidad de mentir sin que le crezca la nariz hasta proporciones no ya cyranescas, sino roccosifredinescas, les valdría el preciado galardón. También se me ocurre que los sociólogos tendrían algo que rascar, pues cada vez que este señor abre la boca produce el efecto tanto en mí como en mucha gente que conozco, de irnos rápidamente en busca de un espejo y comprobar con preocupación si realmente tenemos la cara de gilipollas que él cree que tenemos. Los literatos tampoco deberían dejar pasar el tren de descubrir, describir y escribir a este nuevo Ouspensky que posee el talento para decir que el gobierno engañó, mintió, se equivocó, lo engañaron, conspiró, no conspiró, que el culpable fue un señor que pasaba por allí... sosteniendo que todos los tiempos coexisten cuatridimensionalmente más allá de alcance de nuestros sentidos, y que sólo son perceptibles mediante sus premoniciones, etc, etc, etc...
En serio, el señor Acebes me tiene perplejo. Ciertamente, es un fenómeno. Sólo él puede afirmar que su partido nunca ha sido responsable ni ha mantenido la teoría de la conspiración -¿entonces quién ha formulado más de 500 preguntas en el congreso para intentar vincular a ETA con los atentados islamistas?-. Sólo él es capaz de decir que si hoy puede hacerse justicia por el 11-M es gracias a la actuación diligente de quien entonces gobernaba -¿a qué se debió pues la avalancha de sms y la derrota inapelable que sufrieron?-. Sólo él tiene los redaños de asegurar que nunca se le ocurriría utilizar la sentencia para sus propios fines políticos y partidistas -nada más surrealista desde aquel pecador de la pradera de Chiquito-. De verdad, de verdad, de verdad: si España es un problema que nos fascina tener a los españoles, dentro de ella mi ecuación de Fermi particular sería Ángel Acebes. E insisto, cualquiera que sea su especialidad no desaproveche esta ocasión de platino para aplicarla y poder leer un glorioso discurso frente a los reyes escandinavos. Yo ya he empezado algo, aunque me temo que ni siquiera con metáforas se pueda llegar a ciertas zonas de la irrealidad de este señor. Eso sí, lo que tengo claro es la primera frase: si me estás meando, no me digas que está lloviendo.

| lunes, 29 de octubre de 2007 | 18:26



Eres como todos los hombres. Quieres serlo todo. Quieres tener un potencial interminable, pero entonces creces, a pesar de ti mismo, y eres una sola cosa. Tu cuerpo lo es, en cualquier caso. Se encuentra atrapado en esta vida. Tienes que despedirte del sueño de abarcarlo todo. Pero no quieres limitarte a la vida estrecha y anodina, ¿verdad?

SAUL Y PATSY. Charles Baxter.

| domingo, 28 de octubre de 2007 | 17:27




QUÉ SERÁ, SERÁ…


Radiohead, en un brillante movimiento estratégico para dejar atrás definitivamente a la industria del disco, ha regalado su última grabación In Rainbows en Internet a cambio de la voluntad del comprador, acabando así de dar la puntilla a un sistema de distribución que tiene ya los días contados. El objetivo inmediato ha sido evitar la que de otra manera hubiera sido una inevitable filtración del disco previa a su comercialización, así como reafirmar el valor testimonial del regalo como simple publicidad electrónica para anunciar el mismo contenido en soportes de gama alta o, a su tiempo, un pay per view escenificado en los conciertos en directo. Ciertamente, Radiohead no ha hecho más que replicar musicalmente el hecho biológico de que cada siete años todas las células de nuestro organismo se renuevan, o lo que es lo mismo, el lampedusiano para que todo siga igual todo debe cambiar. Nihil novum sub solem, diría cualquiera, Frank Zappa ya había abierto el camino años atrás creando su propio sello discográfico para conservar el control artístico de su obra, propinando el primer cañonazo en la línea de flotación de la industria, para que Prince acabase el trabajo regalando su música con el periódico The Mail on Sunday, con el consiguiente éxito. El único problema es la carga de profundidad que todo esto ha soltado en las silenciosas aguas de mi conciencia. Como escritor estoy obligado a mantener un difícil equilibrio entre la infancia y la madurez, una especie de limbo donde me es obligado aprender y desaprender para volver a aprender con la misma velocidad, a fin de mantener guanxi con la realidad, como dirían los chinos: buenas relaciones. Y ahora este guanxi me susurra que el tiempo empieza a correr en contra de la literatura tradicional. Yo, como el mercado, tampoco creo que la literatura sea algo destinado sólo para minorías ni sólo para élites, así como desprecio la idea de la divinización de la misma, lo que algunos defienden la librará de toda evolución. Si algo caracteriza a la literatura es su aceptación de la realidad -para luego hacer con ella lo que quiera, sí, pero previa asimilación-, y como tal también es un producto que se vende para que los escritores podamos comer. El espíritu trovadoresco del artista que trabaja gratis o por la voluntad no tiene sentido desde el momento que somos profesionales y, por lo tanto, tenemos derecho a un reconocimiento social y económico por nuestro trabajo. Un escritor no es menos artista ni tiene menos ética por cobrar. Ahora bien, la revolución tecnológica ha traído el llamémosle Espíritu Emule, que opera bajo premisas de conexión y transmisión simultánea de información. Se ha pasado de lo analógico a lo digital ante el extrañamiento de cientos de escritores y críticos que siguen manejando utensilios del pasado evidentemente obsoletos para reflejar la realidad, cuando en la experiencia cotidiana se utilizan herramientas de última generación. Entre los múltiples desafíos que ello entraña, tanto de competencia con otras formas de ocio, así como de representación o soporte, lo que quiero tratar hoy es lo más relacionado con la maniobra de Radiohead. Me refiero a que si es una mera cuestión de tiempo que el libro electrónico alcance la perfección necesaria para sustituir a la edición de papel -al margen de sus valores fetichistas-, y como las nuevas generaciones de lectores no tendrán los problemas de las actuales para disfrutar de la lectura en pantallas de plasma, por lo que nuestras novelas no tardarán en poder ser descargadas gratis de la Red, ¿cuál será la estrategia a seguir por los escritores? ¿Regalaremos nuestras creaciones y cobraremos por productos asociados o por publicidad en las Web desde las que se puedan descargar?, ¿sacaremos el pecunio de las lecturas en directo? Acuérdense de la canción: qué será, será… whatever will be, will be…

| jueves, 25 de octubre de 2007 | 10:44




LOS LIBROS QUE ME CAMBIARON LA VIDA


Hace nada un lector me envió un correo pidiéndome con mucha educación que le hablase de los libros que me cambiaron la vida. Me da que la literatura, como el sexo, no necesita demasiadas explicaciones, sólo práctica. Así que me limito a enumerar algunos titulos que marcaron un antes y un después en mi vida, es decir, que me hicieron mirarla de otra manera. Si los han leído, seguro que disfrutaron tanto como yo, y si no, les envidio: quién pudiera volver a vivirlos por primera vez.


El Gran Gatsby. Francis Scott-Fitzgerald.

El guardián entre el centeno. Salinger.
Los ojos del bosque. Julien Gracq.



El desierto de los tártaros. Dino Buzzati.


Centuria. Giorgio Manganelli.


Soy leyenda. Richard Matheson.


Rojo y negro. Sthendal.


El Conde de Montecristo. Dumas.


20.000 leguas de viaje submarino. Julio Verne.


La dama de las camelias. Dumas hijo.


Meridiano de sangre. Cormac McCarthy.


Crónicas marcianas. Ray Bradbury.


Memorias de ultratumba. Chateaubriand.


Ensayos. Montaigne.


Años luz. James Salter.
Drácula. Bram Stoker.


Cuentos. Borges.


Ensayos. Cyril Connolly.


Si te dicen que caí. Juan Marsé.


Lady L. Romain Gary.


La invención de Morel. Bioy Casares.


El halcón peregrino. Glenwey Wescott.


Nieve de primavera. Yukio Mishima.


Quijote. Cervantes.


Cuentos. Ambrose Bierce.
El cementerio de animales. Stephen King.


La Regenta. Clarín.


La muerte de Ivan Ilich. Tolstoi.


El héroe de nuestro tiempo. Mijail Lermontov.


Memorias del subsuelo/Crimen y Castigo. Dostoievski.


El cuarteto de Alejandría. Lawrence Durrell


Memorias de Adriano. Marguerite Yourcenar.


Las ciudades invisibles. Italo Calvino.


Cuentos. Juan Carlos Onetti.


Cuentos. Andersen.


La llave de cristal. Dashiell Hammett.


La rebelión de las masas. Ortega y Gasset.


Tierras de cristal. Baricco.


La anatomía del poder. John Kenneth Galbraith.


Los orígenes del totalitarismo. Hannah Arendt.


La sociedad abierta y sus enemigos. Karl Popper


Winesburg, Ohio. Sherwood Anderson.


Eugenia Grandet. Balzac.


Más allá del bien y del mal. Nietzsche.


Cuentos. John Cheever.


Historia de un alemán. Sebastian Haffner.


En el lago de los bosques. Tim O,Brien.
Moby Dick. Melville.


El naranjo. Carlos Fuentes.


La vida. Instrucciones de uso. George Perec.


El cuaderno gris. Josep Pla


Cuentos. Ignacio Aldecoa.


Viaje a la Alcarria. Camilo José Cela.


Metamorfosis/Carta al padre. Kafka.


El amor en los tiempos del cólera. García Márquez.


Odisea. Homero.


Cuentos. Chejov.


Masa y poder. Elias Canetti.


Lolita. Nabokov.


La montaña mágica/La muerte en Venecia. Thomas Mann.


Dublineses. James Joyce.


Metamorfosis. Ovidio.


Cuentos. Poe.


Divina Comedia. Dante.


El obispo leproso. Gabriel Miró.


El mundo según Garp. John Irving.


Sobre héroes y tumbas. Ernesto Sabato.


Meditaciones. Marco Aurelio.

Cuentos. Horacio Quiroga.

Julio César. Shakespeare.

Diario. Kierkegaard.

| lunes, 22 de octubre de 2007 | 20:48



ANA


Este es uno de los secretos de estado que mejor he guardado durante años: Ana. Sin lugar a dudas, es la persona que más sabe sobre mi obra, porque es quien ha corregido todos mis cuentos y novelas desde que cumplí los 18. Ana ha sido -sigue siendo- uno de los pilares fundamentales de mi trayectoria, porque es quien me ha ayudado a crecer como escritor. Ella me alentó, me corrigió y me censuró cuando fue necesario, y lo más difícil, fue capaz, como decía Richard Ford, de hacerme tirar la mejor página que hubiera escrito si esta no encajaba en el conjunto, porque eso era ser escritor. Y todo sin pedir nada a cambio, sólo por una profunda amistad y, quizás, porque valoró el atisbo de talento que ni siquiera yo veía en mí. Sin embargo, lo que de verdad me emociona, es que lo hiciese cuando realmente sirve: en medio de esos desiertos que todos hemos de cruzar y en los que no encuentras más que cenizas y noes.


Ana, filóloga y traductora en Oviedo, piensa en alemán, sueña en inglés y conversa en español. Todavía recuerdo los primeros consejos que me dio cuando empezaba a hacer música sin saber solfeo: haz lo que dijo Aristóteles, deja que la sangre corra fuera del escenario y trae al mensajero para que describa el suceso. También me habló de que el dibujo no era la forma, sino la manera que tenía el artista de ver la forma. Y finalmente logró que un tipo consentido como yo, acostumbrado a rentabilidades altas e inmediatas, lograse entender que el éxito es una extraña combinación de azar, destino y carácter, sí, pero sobre todo de disciplina y constancia.


Hablando el otro día con ella le comenté que había abierto un blog. Lo que no le comenté es que iba a dejar de monopolizarla. Sé que ahora tiene más tiempo y acepta encargos. Quienquiera que desee una brújula fiable en las agitadas aguas de la literatura, sólo debería echarle un vistazo a mi currículum para que se haga una idea de los resultados que puede lograr este entrenador. Si consiguió que un equipo mediano acabase en primera división, imagínense lo que podría hacer con alguien de verdadero talento.


Les dejo su correo: tao2007@terra.es



Un abrazo, Ana. Ya sabes que te adoro.


Das suerte de muchas maneras.

| sábado, 20 de octubre de 2007 | 2:03


UNA RAYA DE TIZA


Conocerse a sí mismo siempre ha tenido un precio muy alto, y hay poca gente que esté dispuesto a pagarlo. Ralph Dahrendorf, flamante premio Príncipe de Asturias de Ciencias sociales, asumió esa misión vital hace muchos años, una trayectoria en la que, como dijo Jack Nicholson en El reportero, también prefiere los hombres a los paisajes. Como arúspice del orden social, sobre todo ha demostrado su preocupación porque los derechos y la participación política de los ciudadanos no pierdan kilates, y que se dé un uso racional al conflicto como motor de cambio. Bertrand Russell afirmó que hay que tener valor para aceptar resignadamente las cosas que no se pueden cambiar, tener la obstinación suficiente para cambiar aquellas que uno puede cambiar y tener la inteligencia indispensable para no confundir las unas con las otras. Desde sus cátedras en la universidad del Sarre hasta la de Constanza, pasando por la London School of Economics y el St. Anthony College de Oxford, me lo imagino enfrentándose a lo anómico y a la desarticulación con simples rayas de tiza que dividían las pizarras y colocaban a un lado las tautologías y al otro a Smith, Locke, Ricardo, Hume, Bentham, Kant, Spencer, Stuart Mill, Voltaire, Rousseau, Montesquieu, Tocqueville, Weber, Popper, Dahl, Hayek, Friedman, Parsons... La sociedad empieza cuando decimos tú, y Ralph Dahrendorf ha contribuido al crecimiento de ese guarismo liberal implementando en la sociedad civil una política de reformas que generen lazos, que a su vez permitan a los individuos dar un sentido a sus vidas, aunque siempre en guardia contra el excesivo optimismo de la globalización. La concesión de este premio es justa, bienhallada, y por mi parte no me queda más que darle otra vez la enhorabuena.


ILUMINACIÓN


-Usted fue el primero en salir de la nave al espacio exterior. ¿Qué fue lo primero que le pasó por la cabeza?
-Pues que sí, que la tierra es, efectivamente, redonda -respondió Sergei Leonov sonriendo.
FRAGMENTO DE UNA ENTREVISTA A SERGEI LEONOV, EL PRIMER COSMONAUTA EN DAR UN PASEO ESPACIAL FUERA DE LA NAVE EN 1965.

| jueves, 18 de octubre de 2007 | 12:56




INTIMIDAD


El milagro de la web 2.0, esa revolución internauta que ha cambiado el mundo, con su compendio cósmico de conocimiento horizontal y su explosión de creatividad, también tiene su reverso tenebroso. Debido a que la red muta constantemente, refrescándose segundo a segundo con un marasmo de información distribuida en millones de sitios, páginas, cuentas de correos, chats... necesitábamos algo que lo viese todo, una revisitación del Ojo en el Triángulo egipcio que fijase lo que realmente nos interesaba para evitar la muerte por aplastamiento de datos. Y entonces no se hizo la luz, sino Google, y Sergei Brin y Larry Page fueron sus profetas. Desde ese momento parecía que el mundo estaba en nuestras manos, y al igual que el excéntrico artista australiano Selius Arcadiu, que se implantó una oreja en el brazo, Google nos implantó en nuestro dedos otro cerebro expandido ad infinitum, un cosmos de experiencias y vidas y sensaciones y reflexiones: barra libre hacia las conciencias de millones de personas. No obstante, a nadie se le ocurrió que al mismo tiempo que introducíamos los criterios de búsqueda hacia los vecinos, Google intoducía los suyos hacia nuestras conciencias, pensamientos, ideas, secretos, tendencias... Las cookies que se quedan incrustadas en nuestros discos duros no expirarán hasta el 2038, y cada búsqueda permanece almacenada en una gigantesca base de datos con identificación de la galletita, dirección IP de nuestro ordenador, tiempo empleado, fecha, condiciones de rastreo... No hay Alzheimer que pueda acabar con la memoria de Google, porque ésta retiene los datos de forma indefinida, y lo que es peor, no hay una política definida de administración de ese enorme tesoro de almas. La estigmatización es total, al igual que la de un Yakuza cuando comienza a tatuar su cuerpo con un pequeño motivo hasta acabar cubriéndole entero. Se puede empezar por la compra inocente de un billete de avión y acabar consultando las páginas eróticas más extremas. Todo, todo quedará almacenado de forma que cualquier arúspice digital podrá poseer nuestros perfiles y utilizarlos a su antojo. Hace más de cien años, Dostoievski, en sus Memorias del Subsuelo, escribía que todo hombre tiene recuerdos que sólo contaría a sus amigos, otros que no contaría ni siquiera a sus amigos, sino sólo a sí mismo y en secreto, y finalmente recuerdos que teme incluso contárselos a sí mismo. Fiodor sabía que lo único que cuenta es lo que no se cuenta. Sin embargo, está claro que nunca se le pudo ocurrir algo como Google, sino su argumentación se hubiese completado conque, además, están los recuerdos que se le cuentan a Google. Esperemos que las autoridades competentes reaccionen a tiempo y, como el guionista de una película para el gran público, eviten un final pesimista, distópico, oscuro y sarcástico, y lo cambien por otro sin complicaciones, con sonrisas, que guarde un equilibrio razonable entre el orden y la libertad, y con algún chascarrillo que recuerde de la que nos hemos librado: un final feliz.

| miércoles, 17 de octubre de 2007 | 11:14

BOCATTO DE CARDINALE III



EL BUEN PASTOR (The good sheperd. 2006). Director: Robert de Niro. Actores: Matt Damon, Angelina Jolie, Robert de Niro, John Turturro, William Hurt.JUEGOS SECRETOS (Little Children.2006). Director: Todd Field. Reparto: Kate Winslet, Jennifer Connelly, Patrick Wilson, Noah Emmerich.



| martes, 16 de octubre de 2007 | 1:32


JOSEPH GOEBBELS, EL SEÑOR DE LAS PALABRAS

Cuando yo empleo una palabra –declaró Tentetieso en tono desdeñoso–, significa lo que yo quiero que signifique.
–La cuestión está en saber –objetó Alicia–- si usted puede conseguir que las palabras signifiquen tantas cosas diferentes.
–La cuestión está en saber –insistió Tentetieso– quién manda aquí, si las palabras o yo.
Alicia a través del espejo y lo que Alicia encontró allí. Lewis Carroll.

El mal siempre ha tenido corazón humano. Éste es un hecho que no por terrible, deja de ser redundante. Puede comprobarse en las fotos de Hitler con la prole de su sicario Goebbels, en una de aquellas jornadas familiares en las que al tío Adolf se le veía absolutamente abrumado ante la espontaneidad de los críos, bajo la mirada complacida y la sonrisa complaciente del padre. Ese hombre encantado es el mismo hombre que, en la fortaleza fastamagórica en que se convirtió el búnker de la Cancillería durante el asedio de Berlín, con los soldados rusos a doscientos metros de su entrada, decidió tras la muerte de Hitler que los seis niños les acompañaran a él y a su mujer, Magda, en un suicidio colectivo. El mismo hombre que, doce años antes, con la llegada de Hitler al poder, haría un pacto fáustico con la oscuridad, tomando las riendas del Ministerio de Intrucción Pública y Propaganda del III Reich, y afinando con tal eficacia un sistema de seducción, sugestión y manipulación de masas, que lograría –armado sobre el terror desencadenado por Himmler– que el pueblo alemán apoyara la persecución judía y siguiera creyendo, aun cercado por las bayonetas soviéticas, en los corrompidos poderes de la esvástica. Seremos recordados por la Historia como el máximo legado de todos los tiempos o como los criminales más terribles que el mundo haya conocido, ésas dicen que fueron sus últimas palabras. Ahora veremos por qué.

EL PEQUEÑO DOCTOR
Dime una frustración y ahí tendrás un objetivo. Si damos por buena la afirmación (y en la Historia encontramos ejemplos suficientes), no hay más que echar un vistazo a sus orígenes para comprender cuándo se implantó en él esa semilla de oscuridad cuya peculiar y sangrienta botánica afectaría de tal manera a su espíritu. Paul Joseph Goebbels nació en Rheydt, Renania, en 1897. Su familia, católica, pudo darle una educación universitaria –al contrario que la mayoría de los altos jerarcas nazis, que fueron autodidactas– gracias a unas becas diocesanas, estudiando en ocho universidades antes de graduarse en Heidelberg en 1921, y perfilando poco a poco ese arquetipo de nazi cultivado y, paradójicamente, capaz de los actos más terroríficos. Pese a todo, hasta el momento de su graduación la aguja de su destino aún temblaba en su guía, nada parecía indicar la pesadilla en la que se transformaría aquel sueño. Fue por entonces cuando el resentimiento se convirtió definitivamente en el mejor carburante que un hombre puede utilizar, como pontificó Hitler: en la Alemania desarbolada de la república de Weimar, un joven Joseph sin trabajo intenta abrirse camino como escritor, autor de teatro y articulista, fracasando por triplicado. Si a esto añadimos que era un tipo escuchimizado, que cojeaba debido a una deformidad de nacimiento en un pie, y que poseía un escaso atractivo físico, todo esto muy alejado del genotipo ario que años más tarde ensalzaría tanto, ya tenemos conformadas las obsesiones que terminarían por cartografiar su psique. Como decíamos, hay gente que para sobrevivir se aferra a la belleza, pero Goebbels hizo suya la máxima de su adorado Adolf Hitler: el odio es el combustible más estable.

HITLER, TE QUIERO
En los momentos de caos social, de anarquía y confusión extrema, la casualidad se erige en la reina y señora de la Historia, y es entonces cuando a un hombre le resulta tan fácil hundirse como encumbrarse. Goebbels fue de éstos últimos, encontrando su ascensor social en la figura de Gregor Strasser, que le hizo su secretario. Strasser era uno de los políticos que le disputarían en un principio a Hitler la jefatura del NSDAP (Partido Nacionalsocialista de los Trabajadores Alemanes), y curiosamente la mesiánica figura del futuro Führer no despertaría en Goebbels ninguna adhesión, considerándole un burgués muy a la derecha de sus iniciales querencias revolucionarias. Fue más tarde, cuando ambos cabecillas se separaron tras un borrascoso debate en Bamberg, en 1926, cuando Goebbels abrazó la alucinante y perversa cosmovisión de Hitler, esta vez con la adoración del converso, un fervor que le mantendría a su lado incluso cuando la derrota y la muerte les miraba ya cara a cara. La primera vez que leyó el Mein Kampf, Goebbels se preguntó: ¿quién es este hombre? Mitad plebeyo mitad dios. ¿El Cristo verdadero o sólo San Juan? Y más tarde, el 19 de abril de 1926, escribió: Adolf Hitler, te quiero. Dicha fe no tardaría en ser recompensada, siendo nombrado Gautelier (jefe de distrito) de Berlín.
Desde los primeros momentos, Goebbels demostró su convencimiento de que, en aquel siglo de masas, la propaganda era un intrumento esencial para el Estado en su propósito de control de los ciudadanos, y con tal fin creó el órgano de propaganda del partido, Der Angriff (El Ataque). Aquel fue el primer púlpito desde el que aplicó su refinada demagogia popularizando las ideas nazis. En la propaganda, como en el amor, todo es permitido para lograr el fin, escribía. No hay necesidad de dialogar con las masas, los eslogans son mucho más efectivos. Éstos actúan en las personas como lo hace el alcohol, escribía. Siendo un trabajador infatigable, empezó a laminar pacientemente la sociedad alemana, rellenando las grietas de sus razonamientos con una pasta de obsesiones y fanatismo, consciente de que, en determinadas circunstancias, los mitos tienen más capacidad de convicción que los hechos. Finalmente, en 1929, fue elegido diputado del Reichtstag. Sin embargo, su momento estelar aún estaba por llegar.

EL BIBLIOCAUSTO NAZI

En efecto, si, como decía el cardenal de Retz, no hay nada en este mundo que no tenga su momento decisivo, el de Joseph Goebbels se puede precisar con exactitud en 1933, cuando Hitler asumió el poder y le hizo ministro de Propaganda. El Führer había trazado una equis negra bajo los nombres de toda Alemania, que más tarde corregiría y aumentaría a toda Europa, y de inmediato se empeñó en la tarea de hacer realidad la voluntad del Führer. Un año antes había contraído matrimonio con una divorciada, Magda Quant, con la que se trasladó a vivir a un ministerio construido expresamente para él, sin reparar en gastos. Las artes y las letras de la Alemania nazi, el teatro, la literatura, el cine, la prensa, la radio... todo cayó bajo su poder absoluto. Y como correa de transmisión de las obsesiones de su jefe, tanto en su papel de evangelista de su deificación como en el de azote de católicos, judíos, comunistas, y desafectos en general, Goebbels movilizó e intoxicó a las masas como sólo un genio maligno podía hacerlo. Más vale una mentira creíble a una verdad inverosímil, escribía. Una mentira repetida el suficiente número de veces se convierte en verdad, escribía. El veneno del poder malbarató de tal manera la cultura que para la Historia han quedado, como hitos siniestros, la exposición El arte degenerado, una exhibición que incluía trabajos confiscados de Picasso, Kandinsky y Kokoschka, comparando los cuadros con obras realizadas por enfermos mentales, y las imágenes de las grandes manifestaciones entorchadas de los estudiantes en las plazas de las Universidades, haciendo una hoguera con millares de volúmenes, Sigmund Freud, Stephan Zweig, Thomas Mann, Emile Zola, Arthur Schnitzler, Bertold Brecht, Hermann Broch, Einstein, Robert Musil, Kafka... que alumbraba el comienzo de una nueva y terrorífica era. Un prólogo del genocidio que ya, un siglo antes, había profetizado Heinrich Heine: ...donde los libros son quemados, al final, también son quemados los hombres...

LA GUERRA
La marea negra totalitaria había cubierto Europa por completo, y todo estaba a punto para que una generación entera de seres humanos contemplase cómo sus sueños iban a flotar como corchos en un mar de sangre. El pistoletazo de salida fue la invasión de Polonia. En un principio, la insólita capacidad destructiva de la Wehrmacht hizo que el trabajo del pequeño doctor fuese relativamente fácil, en una guerra en la que cada campaña se saldaba con una victoria. Pero donde demostró la envergadura de su genio fue a partir de 1942, cuando el periodo de auge dio paso al páramo del declive. A pesar de los constantes reveses del ejército, de los permanentes bombardeos, de las ciudades en ruinas... Goebbels probó ser un maestro en el arte de moldear voluntades, y tras declarar la guerra total el 18 de febrero de 1943, a fin de movilizar todos los recursos existentes, mantuvo alta la moral del pueblo alemán, reforzando incluso su confianza en Hitler. Para ello inventó ejércitos fantasma, armas secretas, fortalezas inexpugnables, todo envuelto en el habitual estilo entre circense y narcótico que le caracterizaba. Cuando los Aliados ya habían cruzado la fronteras alemanas, después de que Hitler hubiera salido milagrosamente ileso de un atentado, mientras el Ejército Rojo se topaba asombrado con el infierno de Auschwitz, y la ciudad de Berlín era una ciudad moribunda y acosada, con sus edificios derrumbándose por doquier, Goebbels continuaba hablando a los berlineses en el Palacio de los Deportes acerca de la victoria final. Tras la muerte de Hitler, y con la evidencia de que todo estaba ya perdido, aún planeó un último acto propagandístico, el más grande, el más aterrador: ordenó quemar todos los puentes de Berlín para que sus enemigos se encontraran al ocupar la ciudad con un paisaje desolador.

LA SONATA WALDSTEIN

En un relato de Hartmut Lange, La sonata Waldstein, el escritor hace posible mediante su alquimia literaria que Franz Listz, su fantasma, aparezca en las entrañas del búnker de la Cancillería minutos antes de que Magda Goebbels, inducida por su marido, se disponga a envenenar a sus seis hijos. El pianista, perplejo, angustiado, sólo encuentra una manera de intentar que la tragedia no se consume: tocar la sonata una y otra vez para que sus mágicos acordes hechizaran a sus protagonistas, manteniéndolos lejos de los niños. Si de verdad el pianista húngaro hubiese sido testigo de la tragedia, ¿qué se hubiera encontrado aquel uno de mayo de 1945 en la fortaleza subterránea? En aquel instante, Berlín agonizaba a nueve metros sobre sus cabezas, la artillería soviética hacía vibrar intermitentemente las paredes de cemento, el perímetro defensivo alrededor de la Cancillería se reducía inexorablemente y al imperio de los mil años propugnado por Hitler, no le quedaban más que unas horas. El mismo Hitler se había suicidado el día antes junto con su mujer, Eva Braun, y la atmósfera opresiva que se había adueñado del búnker sólo ofrecía dos salidas: intentar escapar o morir. Como a Eva, a Magda le habían ofrecido la posibilidad de que abandonara Berlín con sus hijos, pero la firmeza de Goebbels en quedarse con Hitler la convenció de que su destino era morir todos juntos. En lo que respecta a nosotros, hemos sido la cumbre del III Reich, debemos aceptar las consecuencias. Hemos exigido cosas inimaginables a los alemanes, hemos tratado a otros pueblos con dureza. Los vencedores se vengarán de ello y no podemos parecer cobardes. Todo el mundo tiene derecho a seguir viviendo. Pero nosotros, no. Hemos fracasado, analizó Magda friamente en una conversación con un familiar. Y ante la pregunta de qué iba a pasar con los niños, respondió: Nos los llevaremos con nosotros porque son demasiado hermosos para el mundo que se avecina. Helga, Hilde, Helmut, Holde, Hedda, Heide, todos bautizados con un nombre que empezaba con H en honor al tío Adolf. Cuando se esparció el rumor de que Goebbels y su mujer pensaban llevarse con ellos a sus hijos al otro mundo, hasta los más fanáticos seguidores del régimen se estremecieron. Los oficios de Albert Speer o Erich Kempa, el chófer de Hitler, para disuadiarles, fueron inútiles. Eran las cinco de la tarde cuando Frau Goebbels pasó delante de mí seguida por los niños. Todos llevaban pijamas blancos. Los llevó a la siguiente puerta y regresó con un carrito en el que había seis tazas y una jarra de chocolate. Más tarde alguien dijo que estaba llena de pastillas para dormir. La vi abrazar a algunos y acariciar a otros mientras bebían. No creo que supieran que su tío Adolf había muerto, reían y charlaban como de costumbre. Poco después pasaron delante de mí escaleras arriba. Heide era la última e iba de la mano de su madre. Se volvió, la saludé y, de repente, se soltó de la mano de su madre y vino hacia mí cantando, Misch, Misch, du bist ein fisch (Misch, Misch, eres un pez). Su madre la recogió y se la llevó aún cantado esa canción, declaró Rochus Misch, un telefonista del búnker. Magda regresó al poco, llorando, y se unió a su marido. Permanecieron en su habitación, haciendo solitarios, en silencio, hasta que anocheció. Eran las nueve cuando subieron al jardín; el cañoneo era ensordecedor, columnas de humo se elevaban hacia el cielo. Goebbels había resuelto con su ayudante Günter Schwaegermann que, una vez muertos, sus cuerpos fuesen rociados con gasolina y se les prendiese fuego. Pasearon un poco por el terreno calcinado y, cuando estuvieron preparados, un hombre de las SS les disparó a los dos en la nuca. A la mañana siguiente, el 2 de mayo, los rusos entraron en el búnker. En sus respectivas camas, encontraron a seis niños con pijamas blancos, las niñas con lacitos blancos en el pelo, como si estuvieran durmiendo. Y quizás, en una esquina, invisible, a Franz Listz, tembloroso e impotente, cuidando de que no estuvieran solos.

EL SEÑOR DE LAS PALABRAS
Hablando de los nazis, un oficiante en los juicios de Nuremberg dijo que la historia levantaría para ellos una horca tan alta como una torre, cuya sombra recorrería los siglos. En todo caso, esa horca sería del mismo tamaño que la influencia que, paradójicamente, tendría Joseph Goebbels en el futuro. Cuando los norteamericanos entraron en Berlín, recuperaron 6800 páginas de un manuscrito del mismo Goebbels, escrito en forma de diario, que abarca desde el 21 de enero de 1942 hasta el 9 de diciembre de 1943. El texto estaba mecanografiado a triple espacio con estilo gótico alemán, amplios márgenes y sobre grueso papel con marca de agua. Cada pagina contenía alrededor de cien palabras. El documento se encuentra hoy en el Hoover Institute and Library on War, Peace and Revolution, en la Universidad de Stanford. Cuando fue traducido, se encontraron con el legado intelectual de Joseph Goebbels, un estudio en el que teorizaba sobre el fenómeno de la comunicación de masas, definiendo una serie de principios básicos de la misma. En los años posteriores, dichas bases pasaron a formar el corpus básico de la publicidad y, en general, de la comunicación en todas sus variantes. Mandamientos del tipo, La propaganda debe tender a simplificar las ideas complicadas, Hay que reducir tanto más el nivel intelectual de la propaganda cuanto mayor es la masa de hombres a los que se quiere llegar, El propósito de las noticias es el de hacer la guerra, y no el de dar información o Para que la propaganda sea efectiva, los alemanes querían que su radio no sólo facilitara instrucción, sino también entretenimiento y relajación, nos resultan inquietantemente actuales. Masas engañadas, desorientadas, hipnotizadas... En efecto, tanto como la de su horca, la helada sombra de Joseph Goebbels sigue siendo alargada.




| domingo, 14 de octubre de 2007 | 19:32



EN REFERENCIA AL SORTEO DE LOS EMPERADORES DE BOLSILLO, UNA VEZ REALIZADO -SIN NOTARIO- ENTRE LOS CORREOS Y LAS ENTRADAS, ROGARÍA A FERLOCKE QUE ME ENVIASE UNA DIRECCIÓN A IGNACIO@IGNACIODELVALLE.ES

MUCHAS GRACIAS A TODOS POR VUESTRO INTERÉS. ME HUBIERA GUSTADO TENER MÁS EJEMPLARES.



POR OTRO LADO, ACABO DE ABRIR UNA CUENTA EN MYSPACE. EN LOS PRÓXIMOS DÍAS IREMOS COMPLETANDO WWW.MYSPACE.COM/IGNACIODELVALLE CON FOTOS Y MATERIAL INÉDITO, PARA CERRAR LA SINERGIA CON LA WEB Y EL BLOG.


A PROPÓSITO, VISITEN WWW.MYSPACE.COM/ARMANDOGANDALLA, DE MI AMIGO MANOLO ABAD, UNO DE LOS TIPOS QUE MÁS SABE DE MÚSICA EN ESTE PAÍS. NO SE ARREPENTIRÁN.

| viernes, 12 de octubre de 2007 | 3:01



FUEGO AMIGO


Asumo la condición humana, por lo tanto no soy pacifista. En un mundo arcádico los hombres vivirían como pastores, en el amor mutuo, la frugalidad, y la concordia perfecta; estos hombres, tan mansos como los corderos que pastorean, no otorgarían más valor a su existencia que a la de su rebaño. Y todos felices. El asunto se complica cuando te vas dando cuenta de que el hombre es un ser absoluto que busca verdades absolutas, control y poder para combatir su inseguridad. A partir de ahí el "te amo y quiero que seas lo que eres" de San Agustín se queda tan obsoleto como un souvenir de Benidorm. Para el ser humano, una vez en movimiento, es más fácil acelerar que regresar a una postura reposada, ahí estriba la ventaja del nihilismo sobre el resto de actitudes, y hay determinado grado de velocidad en el cual todos los objetos que están quietos acaban transformándose en una amenaza. Para contrarrestar esta característica diríamos zoológica -en puridad, no pasamos de ser chimpances agresivos y territoriales con los que compartimos un 99% de nuestro patrimonio genético- tenemos que aplicar el principio simétrico del poder, es decir, que a toda fuerza se le opone otra en igual medida. La "societas", la estructura o estado concebida como una empresa colectiva que diseña su acción y sanciona cualquier conducta en función de la finalidad perseguida, o sea, la convivencia, se sostiene porque existen unos elementos encargados de mantener la regla en alto para que no matemos al padre y nos casemos con nuestra madre, como dirían los griegos. Por ello estar en contra del ejército sería la democracia llevada a su extremo más estúpido. Y también más suicida, cabría añadir. Evidentemente, esto no tiene nada que ver con el patriotismo, con la bandera o con la izquierdaderechacentro; no hace referencia a la indignación vociferante, la moralina elemental o la morbosidad. Yo sólo hablo de sentido común, algo esencial a no ser que pretendas convertirte en José Tomás. Porque hay una verdad tenebrosa que muchos se niegan a reconocer: lo que un hombre hace cualquier otro puede repetirlo. Poseer otra concepción vital no pasa de ser una filosofía propia del mundo Disney. Debemos defendernos de nosotros mismos, ya sea del simple gamberro o del fanático con un cinturón de explosivos que llevamos dentro. Y ese es el papel que tiene asignado el ejército: el de defender. A la vuelta de la esquina, en Afganistán o en el Líbano. Esa es la tarea de los 4000 militares, 300 vehículos y 90 aeronaves que desfilarán el 12 de octubre en Madrid. Por mi parte, no me queda más que hacer lo que el recientemente fallecido piloto japonés Norick Abe hacía -no se lo he visto a ningún otro piloto-, cuando algún mecánico le empujaba para arrancar la moto: dar las gracias con solemnidad y un movimiento de cabeza.

| martes, 9 de octubre de 2007 | 23:53


EL TIEMPO DE LOS EMPERADORES EXTRAÑOS SALE EN EDICIÓN DE BOLSILLO


Con motivo de la inminente salida al mercado en Punto de Lectura de la edición de bolsillo de mi novela, quiero agradecer la paciencia y el interés de mis lectores -en especial a quienes comparten EL MARFIL DE LA TORRE-, repartiendo cinco ejemplares dedicados entre quienes hagan una entrada en el blog o escriban a ignacio@ignaciodelvalle.es. Dependiendo del número se hará un sorteo, aunque me temo que no habrá notario y tendrán que fiarse de mí.


Por otro lado, esta nueva edición incluye una entrevista especial en la que hablo de mi visión literaria y del comienzo de un proyecto que también quiero compartir. Para continuar El tiempo de los emperadores extraños y, por tanto, las aventuras de Arturo Andrade, hago una petición en la última página que os adelanto:
Yo os pido ayuda a vosotros, mis lectores
Arturo Andrade ya no es un personaje, sino una persona. O por lo menos es la impresión que tengo después de haber convivido con él todos estos años. Alguien que ha explorado conmigo el amor, el erotismo, la desdicha, el odio, la culpa, el rencor, el deseo, la frustración, la carne, la herida, la existencia, la muerte, la belleza. Cuando escribo sobre él tengo siempre la sensación de que escribo sobre mí, con la intención de que quien me lea, descubra con estupor que se está leyendo a sí mismo. Y por eso, porque la palabra es mitad de quien la pronuncia mitad de quien la escucha; porque toda novela es una propuesta para que sea interpretada; porque los libros no transcurren en las páginas, sino en los corazones, yo os pido ayuda a vosotros, mis lectores.
Quiero que miréis al mismo tiempo que yo a través de los ojos de Arturo Andrade y contéis conmigo su historia; necesito que lancéis los dados a la vez para encontrar nuevos escenarios y giros argumentales, nuevos amores y enemigos; os ruego que aportéis vuestras vivencias personales, vuestros gustos, vuestra sensibilidad para seguir avanzando sobre esta capa de hielo finísima que es la literatura, que en cualquier momento puede resquebrajarse o permitirnos llegar a nuestro objetivo. Juntos podremos encontrar no las respuestas, sino las preguntas adecuadas que harán posible que vivamos nuevas aventuras. En definitiva, lo que deseo saber es: ¿cómo sera el próximo Arturo Andrade?
Ahora todo depende de vosotros. Muchas gracias.
CODA: un agradecimiento especial Juantxu Herguera, de Punto de Lectura, gracias a cuya profesionalidad logramos ponerlo todo a punto y en punto.

| lunes, 8 de octubre de 2007 | 2:57


TAITANTOS


Nos damos cuenta de que nos hemos hecho adultos cuando ya no nos riñen. O, de repente, un día por la calle nos piden la hora y nos llaman señor y tú te acuerdas de todo el árbol genealógico de ese indocumentado. O te sorprendes de que los mayores te traten como a un igual, y de que los jóvenes te miren desconfiados, como si de golpe algo les hubiera distanciado de ti. Cualquier día te sacan una foto o te miras al espejo y ves un rostro que no acabas de conocer, y luego caes en la cuenta de que eres tú, y no te explicas ese cambio repentino, porque te sientes igual y crees que tus maneras son las mismas. Entonces no entiendes a los demás, pero sabes que algo pasa. En breve empezará a gustarte que te digan que no debes pasar de los treinta, y a ti te parece de perlas -aunque sepas que la gente miente- y no haces nada para contradecirlo, pero acaban por preguntarte y entonces aparece el conflicto, sí, alguno más de los que aparento, sí, pero cuántos, insisten, y acabas confesando la edad con la boca pequeña y acordándote de Sarita Montiel. Te preguntas si lo de crecer es más fácil para las chicas, quizás ellas a través de la maternidad se conviertan en mujeres, lo quieran o no, y que los chicos al tener que hacer la transición solos son un poco más vagos, pero no acabas de sacar conclusiones claras. Demi Moore hablaba de que su felicidad se basaba en el olvido de la juventud y en la celebración de la madurez, claro que tampoco explicaba por qué si la cosa era así se había operado de todo, por qué tenía un equipo de maquilladores que tardaba dos horas en prepararla antes de cualquier aparición pública y por qué se había echado un novio impúber. No sabes, no acabas de verlo claro, y a veces desearías tener uno de esos cacharros que te guían por el mundo, donde introduces la calle, pulsas una tecla y te aconseja que te vayas poniendo a la derecha y que a doscientos metros gires. Lo peor es que la edad ni siquiera te da sabiduría, sólo experiencia, y eso no acaba de servir de mucho. Ingmar Bergman afirmaba que él no había pasado nunca de los quince años, y tampoco sabes si eso debe darte moral o quitártela del todo. A la postre todo acaba en los griegos, y tu pensamiento también, y como le decían a Héctor en la Ilíada, la tristeza es nuestro destino, pero nosotros no tendremos el consuelo de que nuestras vidas serán cantadas para siempre por todos los hombres que vendrán.

| viernes, 5 de octubre de 2007 | 17:47


EL TIEMPO DE LOS EMPERADORES EXTRAÑOS GANA EL PREMIO DE LA CRÍTICA DE ASTURIAS



Fallado ayer en Oviedo el VIII Premio de la Crítica de Asturias en su modalidad de narrativa en castellano, éste recayó en El tiempo de los emperadores extraños.

| miércoles, 3 de octubre de 2007 | 2:28

CERVANTES EN SERBIA


Unos días en Belgrado invitado por el Instituto Cervantes para participar en una mesa sobre narrativa española contemporánea. La elegantísima Ángeles Saura -que en breve inaugurará la fundación Antonio Saura en Cuenca-, y el entrañable Rafael Chirbes, contrastaron conmigo sus particulares fórmulas literarias. Muchas gracias a Aleksandra, una secretaria tan guapa y misteriosa como eficaz; a Lijliana Novak, que me explicó la realidad serbia, y a Jasna, que nos mostró la ciudad con una paciencia infinita y una sonrisa indeleble. Especial agradecimiento a Juan Fernández Elorriaga, director del instituto, que como buen vasco me hizo sentir como en casa a base de cerveza y codillo. Ni hablar de los contundentes e impronunciables postres serbios: cogi dos kilos en dos días.

CODA: cuando se pierda por la ciudad mapa en mano y lo haga literalmente al darse cuenta de que la mitad de las calles no tienen indicativos o, peor, sólo los tienen en cirílico, que no cunda en pánico. Cuando se pregunta, la gente es muy amable.




Con Rafael y Ángeles.



Sobremesa. Ángeles -apasionante su relato de cómo conoció a Charles Chaplin y Oona-, Juan y Rafael. Por cierto, Chirbes es un experto en vinos.

Centro de Belgrado.


Ventanas del Cervantes. Knez Mihailova/Cika Ljubina.



Danubio.