De
IGNACIO DEL VALLE
| viernes, 28 de mayo de 2010 | 2:35
El mundo es como Zara. Un mundo en el que un modelo de dos temporadas es jurásico. Ahora nos vestimos doce meses al año, y cuando entramos en las tiendas queremos ver siempre cosas nuevas, a estrenar. Nuestra ansiedad va al ritmo de una sociedad que compra bañadores cuando nieva, nuestro estrés busca una renovación permanente en todos los ámbitos. ¿Si no qué sucede? Que nos aburrimos. Nadie limita nuestra voracidad porque todos quieren que compremos, y a nadie se le ocurre utilizar ya la arcaica estrategia de los dos grandes bloques anuales de venta.
Zara envía a nuestras vidas prendas nuevas dos veces por semana y se ha llevado por delante a la alta costura, que ya se ha mimetizado lanzando ocho colecciones al año, no vaya a ser. Inditex ha inyectado velocidad al mundo al igual que Supermán cuando en la película original quiso resucitar a Lois Lane. Doscientos diseñadores creando modelos para casi mil tiendas, frenética, endiabladamente: producción, distribución, flexibilidad, anticipación, tendencia, facturación millonaria.
El tiempo se convierte en líquido, diciembre es julio en Zara, y por extensión en el planeta. Y nosotros los adictos consumimos no para pasarlo bien, sino para no sufrir cuando no consumimos; el deseo, el acicate, la voracidad, el impulso irresistible de comprar, las ofertas, las promociones, el surtido, la variedad, la talla y el estilo, esa rotación continua de mercancía que nos provoca una sensación de urgencia, compre ahora o se queda sin ello, nos espolean las dependientas, mañana no es seguro que quede.
Escoger, queremos escoger y rápido, todo es viejo antes siquiera de tocarlo; comprar, queremos comprar, lo que necesitamos pero sobre todo lo que no necesitamos. Ramadanes y cuaresmas, periódicos barbechos, el tedio. eso no va con nosotros, y ni siquiera cuando Rilke decía que todas las cosas están en migración tenía idea de hasta qué punto.
Todavía recuerdo cuando me instalé en Madrid y mi madre vino desde Oviedo a visitarme por primera vez. Íbamos por el metro, a paso de legionario, sin motivo aparente, y de repente ella, acostumbrada al ritmo templado de la provincia, se plantó y me preguntó: ¿se puede saber por qué corremos, hijo? Yo no supe qué contestar, hasta que de repente se me encendió una luz inquietante: porque todo el mundo lo hace, ma.
7 comentarios:
Es el espiritu del rebaño Ignacio, es un sentimiento contagioso ese trajín sin motivo, esas prisas por llegár a ninguna parte, ese vivír corriendo eternamente sin un punto de destino ciérto.
Aquí sucede lo mismo, y ocurre en todas las grandes aglomeraciones humanas, puro mimetismo sin razón.
Creo que has acertado con el concepto "Civilización Zara". Habia escuchado también el de sociedád "Fast Food", el tuyo define exactamante lo mismo : llenár el estomago con cualquiér cosas, solo por el hecho de llenarlo no importa con qué. Consumír lo que sea, solo por el hecho de consumír, ya sea una camisa ó un vestido, ó el último juguete eléctronico. Sentír el peso confortable de unas bolsas de plástico en nuestra mano, aún a costa de dejár la cuenta de la "visa" sin saldo.
Buscamos una relación soñada en la lejania a través de una pantalla que escupe una ficha de identidád del candidato-a muy parecida a las fichas policiales.
Hasta tenemos supermercados del sexo, donde se expone la piél a la vista de los compradores.
Creo que tendriamos que aprovechár este punto de inflexión que és la situación actual y revisár un poco nuestras vidas.
¿Realmente nos gusta todo esto, nos satisface en el fondo?. ¿Lo necesitamos?.
Buenísima la entrada de principio a fin. Y siento chafártela, es cierto que la gran mayoría del mundo mundial compra tal y como lo describes, pero eso ya no es así. Hay infinidad de parados sin cobrar ni un duro, ancianos que sobreviven a duras penas con su pensión, empresarios que miran la nueva subida del iva con aprehensión, amas de casa que no se pueden salir del presupuesto estipulado. Lo de siempre, que al final la realidad siempre supera la ficción.
Civilización Zara, espíritu del rebaño o espíritu de la colmena, nos dejamos llevar por el hambre consumista sin pensar, que es lo que les interesa a las grandes corporaciones, ideólogas del Día de la Madre, del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Lo que te dijo tu madre lo he oído decir más de una vez a los que caminan a un ritmo sosegado y no entienden la prisa que las grandes ciudades imprimen a sus habitantes. Ni que se fuera a acabar el mundo.
Muy buena entrada y también el comentario de rodericus. Sólo una cosa que me preocupa. El "Fast Food" es muy barato, la comida sana es cada vez más cara y/o difícil de conseguir. Los privilegiados de este mundo ya han encontrado en la delgadez una de las maneras de distinguirse (igual que la "hermosura"/gordura lo fue en el siglo XIX), ya que los pobres de los países desarrollados tienen dos problemas 1) comer sano suele salir bastante mas caro, sobre todo si uno no tiene mucho tiempo libre, lo que los pobres no suelen tener. 2) hacer deporte es cada vez más difícil y caro para los pobres.
En cuanto a la ropa: atreverse ser original, no juzgar a la gente por no encajar en los cánones, no esforzarse para encajar en el rebaño, sea el de las perlitas o el de las bragas al aire. Si comparo París con Madrid, me encanta que las madrileñas y los madrileños se atreven con los colores, los parisinos son muy negro-marrón-grises. Por otra parte, la burguesía española es superconservadora en el vestir, faltan los bo-bo (bourgeoisie bohême) que se atrevan con modelos divertidos, de inspiración étcnica, artística...falta la extravagancia, que no tiene porque ser cara, y el aprecio de lo extravagante.
Dar, yo comparaba el concepto "fast food" con la filosofia de la ropa de Zara, HM y demás firmas de moda barata, que cosnsiste en llenár el armario con cuálquiér cosa. Tengo una ahijada adolescente que ha caido en los brazos de estas cadenas de ropa, y cuando la acompaño por el centro de Barcelona tengo un autentico via crucis.Su madre no sabe yá donde colocár tanta ropa.
La cuestión es fomentár el consumo aunque sea francamente superfluo. No se como enseñarle a defenderse de estas pequeñas trampas emocionales que les inculca esta sociedád, de que solo se sentirán bién llenado la casa de bienes prescindibles.
Sí, me lo imagino. Lo difícil es salirse de esta espiral si ahora no consumir se presenta incluso como antipatriótico :-)La verdad es que debe ser extramadamente difícil educar a los hijos para que aprecien otras cosas además de las COSAS....
(Había muchas erratas en mi comentario, lo he suprimido y lo he vuelto a escribir, perdonad)
Seré un bicho raro , lo reconozco,pero yo soy de las personas que le gusta guardar.Ahora mismo llevo un vestido de mi tía de los 60, que me pongo habitualmente y me preguntan ¿dónde lo comprastes?, las modas vuelven y si se recicla y se deja en el armario ropa antigua siempre estas a la última.Por experiencia.Por otro lado hablando de las prisas y del vivir día a día sin disfrutar, aunque sea un poco.Un señor con el que trabajo que tiene Alzheimer comenta mucho una frase que nos deberia hacer reflexionar, él dice:
"Nunca me he parado a pensar y ahora que puedo no pienso".
Un saludo.
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