Cenando con Mugabe

| lunes, 31 de mayo de 2010 | 0:05



Este libro de Heidi Holland es una interesante variación sobre la banalidad del mal de la que nos hablaba Hannah Arendt. La psicobiografía de un líder desconcertante y destructivo, Robert Mugabe, que pasó de héroe y libertador de Zimbabue a perder la gracia y erigirse en un mal que susurra, al igual que hace Aguirre al final de la película de Herzog, un mal que te incita a acercarte para intentar escucharle, para entenderlo. “Monstruo” etimológicamente hablando significa aquello que señalamos con el dedo, y la periodista va señalando las estaciones de este Robespierre negro, el proceso de transformación, la confluencia de factores que provocaron que un individuo bienintencionado quedase encerrado en las mazmorras más profundas y paranoicas de su psique. No obstante, Heidi Holland, cual mosca cojonera, no se limita a apuntar sólo al dictador, sino que busca cómplices en las actitudes intransigentes de la minoría blanca de la antigua Rodhesia, en la desidia del Reino Unido, en las viejas rencillas tribales, en la laxitud de las instituciones europeas; donde hay un títere, ella va a por su cabeza no para exonerar al monstruo, sino para extraer las lecciones que puede dejar para la historia. A la postre, lo realmente estremecedor es que Mugabe no es más que un hombre, un individuo que al mismo tiempo que mandaba exterminar a miles de congéneres daba clases a su jardinero o hacía reír a su esposa con imitaciones. Lo terrible es que no resulta más que un espejo donde todos nos podemos reflejar y comprobar cómo, en las circunstancias adecuadas, podemos ir paulatinamente confundiendo el bien con el mal porque todo nuestro código llega a basarse en las propias aspiraciones políticas. De lance en lance acabaremos buscando un enemigo exterior para justificar nuestras acciones, como bien argumentó Canetti, y nos apartaremos de la realidad, de la conciencia de nuestra falibilidad y mortalidad, hasta convertirnos en una caricatura que se mantendrá a distancia de cualquier evidencia de que no somos la imagen que nos hemos creado de nosotros mismos. Seremos entonces Tony Montana hundiendo el rostro en una montaña de coca, seres con los pies en el aire, cosas muy viejas que bajan por la colina, como escribía Bertold Brecht, y quieren hacerse pasar por algo bueno.

12 comentarios:

Begoña Argallo dijo...

Estoy convencida de que el poder tiende a sacar lo peor del ser humano. No hay que ir muy lejos para verlo, casi cualquier famosillo del montón empieza siendo una cosa y termina siendo otra. Todos nos engañamos intentando ser aquello que queremos y siendo simplemente lo que somos. Somos una mezcla demasiado complicada de virtudes y defectos, a mí solían repetirme eso de Quien a buen árbol se arrima buena sombra le cobija. Y es lo que intento porque estoy segura de que en mí existen los dos extremos: lo bueno y lo peor. Y si algo no me creo es única.
Saludos

Dar dijo...

¿Porqué se le compara con Robespierre?

Tineo dijo...

Le pongo en mi lista de libros para leer.
El fenómeno Mugabe, como el de muchos otros (Arafat incluido), merecería un estudio de las tensiones post-coloniales. La guerra fría también se trasladó a Africa (para dejarla mas desvastada). No creo que dicho estudio aparezca algún día, a nadie le interesa.
Lleva ya el fiscal del tribunal de Derechos humanos de la Haya investigando la matanza de los grandes lagos ¡siete años!
Acabo de leer (que casualidad) un libro de Mankell que trata de la vida del Africa de Mugabe, me pareció un poco plomo, demasiados flashback pero lo acaba bien, demasiadopolíticamentecorrecto, pero bien, almibarado quizá.
En el fondo reparte culpas, que ya es algo.
Por cierto: llevamos ya seis meses de secuestro y nada………….

IGNACIO DEL VALLE dijo...

Robespierre. Será por supuestamente incorruptible, por ilusión defraudada, por carnicero que tiene el corazón puro.

Rodericus dijo...

Personalmente, creo que el drama de Africa fuéron la fronteras artificiales impuestas por la colonización, y la escasa preparación de la élites locáles durante el proceso de descolonización, a véces demasiado precipitado.
Si a este ligero y frágil barníz de cultura y progreso que los europeos dejamos allí le unimos la etapa de la guerra fria en pleno periodo de descolonización, con aquél siniestro juego de ajedréz y el sempiterno sentido tribál que de la vida tienen allí, el resultado el el caós y el despotismo que hay instalados hoy en el podér.
El "Corazón de las Tinieblas" de Conrad sigue vivo, pero ahora con otros protagonistas del horrór

IGNACIO DEL VALLE dijo...

De todo eso trata Cenando con Mugabe. Retrata bastante bien la situación, aunque la autora sea un poquitín demasiado sesgada.

Dar dijo...

Te tengo que pasar a Palmer, en concreto su libro The Twelve Who Ruled, un historiador estadounidense que escribió ya hace tira de tiempo un buen libro sobre el Comité de la Salud Pública. No está de más librarse de los peores clichés de la historia inglesa y mirar de cerca como funcionaban las cosas en el Anno II ;-)

Dar dijo...

Sobre la "placidez" colonial, recomiendo encarecidamente a un clásico:
Mark Twain: Soliloquio del rey Leopoldo.....Es bestialmente recomedable.

IGNACIO DEL VALLE dijo...

Cómo ves tú a Robespierre?

Dar dijo...

Para explicar eso no me basta con un comentario ;-)

IGNACIO DEL VALLE dijo...

Hay que hablar largamente sobre este ciudadano.

Dar dijo...

Este noviembre en el Café Procope? Es adonde iban estos chicos :-)