Tal vez la lluvia

| sábado, 27 de febrero de 2010 | 11:32



Dice el escritor Juan Carlos Méndez Guédez que su novela 'Tal vez la lluvia' es la historia de un regreso de los que no somos Ulises: un regreso que no es un cierre, que no es para quedarse. Es una hermosa forma de definirla.

Yo añadiría que es una fábula llena de crueldad, humor, agudeza y melancolía acerca del paso del tiempo, la pérdida de la juventud, y la consiguiente destrucción de lugares y personas. «Los que abandonamos nuestras ciudades, nuestros lugares, tenemos esa misma fantasía. Pensamos que de algún modo el universo que dejamos atrás se queda congelado, y que al volver lo retomaremos en el punto exacto donde se encontraba cuando nos marchamos. pero este regreso me mostraba que quizás los sitios nos guardan rencor, que sólo nos esperan para lanzarnos de golpe todo el olvido, el abandono, el desgaste, los tiempos de ausencia». Cuenta la historia de un venezolano que después de años en España retorna a su país en un breve viaje, anécdota suficiente para que se desaten una gavilla de situaciones a cada cual más absurda, más esperpéntica, más graciosa, más triste, pero sobre todo más inesperada. Méndez Guédez cuenta historias y las cuenta bien, esmerándose en el lenguaje, que debe ser la única convicción moral del escritor, como decía Ezra Pound, porque de esa manera las novelas estarán a salvo del moho del tiempo. Lo hace con paciencia, con sutilidad, con limpieza, siempre con una preocupación por la ingenuidad perdida, por los paraísos que acaban siempre en derrota, invariablemente bajo la sombra rapaz de la bancarrota política que sufre Venezuela, su pobreza, su desesperanza, en una crítica nada velada. Con la misma elegancia y gravedad con que aquel juez de La hoguera de las vanidades encarnado por Morgan Freeman nos exigía a todos Sed decentes, este escritor nos exige a todos bondad, comprensión, incluso amor por unos personajes condenados desde el principio, porque hacerse mayor implica reconocer que hay que convivir con un sentimiento de que siempre nos faltará algo, y nunca sabremos lo que es. En ese sentido, 'Tal vez la lluvia' es una tormenta perfecta, una reivindicación de la vida, sí, de su belleza, pero también una conciencia sobre su incongruencia, su falta de sentido, ese vértigo sin objeto de levantarnos cada día.

6 comentarios:

Ilsa dijo...

Yo, convivo todos los días con personas condenadas desde un principio...Enfermos de Alzheimer, que saben que les falta algo, pero no saben qué es.Viven, no el día a día,, ni el minuto a minuto, sino el segundo a segundo, porque cuando muchos acaban una frase, ya no se acuerdan ni quienes son, ni que han dicho.Yo vivo cada día con la ingenuidad, no perdida sino latente, en cada sonrisa,en cada beso, en cada abrazo que me dan , y muchas veces pienso ¡Bendita sea! .Por eso para mí, mi vida es una "tormenta perfecta", cada día que vivo con ellos es un sin sentido, pero a la vez, es un motivo para levantarme cada mañana.

Begoña Argallo dijo...

Aprendo muy rápido, acabo de leer el primer capítulo en una página web. Y acabo de encontrarme un escritor cuya escritura parece fluir como la misma lluvia, con sencillez y calando dentro. Gracias por no temer a la competencia, me gusta la gente que sabe sumar.

Begoña Argallo dijo...

llsa ante un mensaje tan bonito como el tuyo uno no sabe qué decir, gracias por dejarlo porque tu tormenta no es fácil, pero sabes extraer de ella la mejor lección.

Unknown dijo...

El principal anhelo, en ocasiones, representa nuestra mayor dificultad: vivir en libertad. Parece contradictorio que esa conquista retorne a nosotros como un boomerang y nos golpee donde más nos duele, en nuestra responsabibilidad de vivir como seres humanos, en la busqueda de unos principios, unos canones, que nos permitar administrar nuestra vida, nuestra acción, nuestra memoria, nuestras experiencias, nuestros lugares comunes..nuestro lenitivo para soportar la vida, nuestra vida. El abandono, que supone el viaje -el traslado, la mundanza, la migración- de nuestros lugares comunes, de nuestro escenario primigenio, nos prepara la trampa a nuestro corazón: como si se abriera un parentesis en el tiempo, un parada del espacio, donde todo queda sostenido, paralizado, inmovil; paréntesis que se cierra con nuestra vuelta, con nuestra llegada como hijo prodigo. Nuestros ojos han de estar preparados para aprehender, metabolizar el cambio, la evolución, incluso la decadencia de todo aquello que dejamos, la pérdida no sólo de la juventud, sino del brillo, de lo inmaculado, de lo iniciático...todo cambió en nuestra ausencia.
Sólo ello es salvable con la valiente declaración de matrimonio con la realidad, la persona, el lugar abandonado, incluso si nuestra despedida fue a puñetazos. Así lo explica Méndez Guédez:
"La lluvia.
La lluvia y Federico en la entrada del aeropuerto. Una pésima combinación; la lluvia me seguía pareciendo un milagro, una pequeña fiesta privada a la que asistía con asombro, con plenitud; Federico era ese amigo con el que intercambié puñetazos la última vez que nos tropezamos.
¿Me golpearía de nuevo? Quizás no. Dieciséis años son suficientes para el olvido.
¿Qué tal estás?
Normal, le dije al ver que me quitaba las maletas de la mano y me señalaba la ruta del estacionamiento. ...¿Quién iba a pensar que tendrías barriga? murmuró y de inmediato noté que se callaba, incómodo por su propio comentario.
Bajé la mirada. Era cierto. A pesar de lo delgado que yo continuaba siendo, una blanda barriguita asomaba en mi camisa...... Coño, Adolfo, hemos sido tan amigos.
Lo miré perplejo. Supuse que el tiempo sólo había dejado entre nosotros un rastro melancólico, una necesidad de explorar si existía alguna posibilidad de que recuperáramos cierta parte de la amistad.....
Necesito que te cases conmigo, murmuró.
Lo miré risueño y él pareció intuir que yo no lo había escuchado así que volvió a susurrar.
Quiero que te cases conmigo, Adolfo"

IGNACIO DEL VALLE dijo...

Es un buen libro, sobre todo sorprende, esquiva siempre los lugares comunes.

Begoña Argallo dijo...

Por cierto estuve leyendo algunos poemas de Ezra Pound, y me sorprendió esa sencillez cargada de contenido, ese que se titula Usura no tiene desperdicio.
Y acerca de Tal vez la lluvia, decir que quiero leer ese libro por cómo lo cuentas. Y por la sencillez con que está escrito también.
Aunque mi historia preferida es Pinocho: un tronco tallado en niño que se convierte en niño de verdad por el amor de su padre, no creo que alguien lo supere.
La película de Disney logró un Geppetto sensacional.