| miércoles, 9 de abril de 2008 | 0:16



BOHEMIA

En una ocasión, hace unos años, salí a cenar por Madrid con un buen amigo mío, escritor latinoamericano. Después de una copiosa cena, fuimos a tomar un café a un lugar cercano a la Gran Vía, pero la cosa se complicó y acabamos de copas canallas. Todos sabemos que las copas son como las cerezas, cuando tiras de una, aparecen otras cinco, así que como quien no quiere la cosa terminamos en un after de Malasaña donde yo me solía tomar la penúltima antes de marcharme a casa. Eran las once de la mañana, y se puede decir que serenos no andábamos. Recuerdo la hora porque estábamos buscando otro garito donde continuar la juerga, cuando sonó inesperadamente su móvil. Era su chica, preocupada porque no sabía dónde estaba. Él la tranquilizó y le aseguró que volvería en una hora, más o menos. Cumplidor, cuando colgó pidió los dos últimos whiskys con hielo para despedirnos. En ello estábamos cuando, de repente, se quedó blanco, como si se fuera a desmayar. Yo creí que era el alcohol, que le estaba pasando factura, pero él, muy serio, se plantó y me aseguró que no.
-Nachito, ¿recuerdas el café que nos tomamos anoche? -me dijo entonces.
-Sí, lo recuerdo.
-Bueno, pues me está empezando a sentar mal.
-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
En otra ocasión, acabé de copas con otro escritor. Esta vez, después de toda una noche de crapuleo por Chueca, terminamos en el Mito,s, un after de ambiente heterogéneo, mucho hetero, mucho gay, pero sobre todo mucho travestí. Estábamos dándole cariño a nuestros gin-tonics y charlando animadamente, cuando inesperadamente se quedó con la vista fija en un travesti que nos sacaba media cabeza; guapísima, todo hay que decirlo.
-Joder, ¿has visto?, menudo pivón -me dijo.
-Ya, pero es un tío -respondí con cara de circunstancia.
-Pero has visto lo buena que está -continuó.
-Sí, pero es un tío -volví a apuntar.
-Vaya churri, menudo cuerpo -insistió hipnotizado
-Seguro, pero es un tío -repetí.
En ese momento, se giró y me miró con indignación.
-Joder, Nacho, mira que tienes ganas hoy de sacarle a todo defectos...
Ni que decir tiene que esa noche yo acabé la juerga solo, y mi amigo acompañado...


1 comentarios:

pushkina dijo...

Estando en Madrid, hubiera ido con vosotros.