PLAY RIDLEY
PLAY RIDLEY
Dicen que dicen que Ridley Scott anda tentado de filmar Meridiano de Sangre, de Cormac McCarthy, y yo no sé si ponerme como unas castañuelas o intentar evitar por todos los medios que lo haga. Tanto la novela, que me parece la mejor de la segunda mitad del siglo XX, como el director, uno de mis preferidos, son como cócteles perfectos por separado que, seguramente, una vez mezclados, sabrán a culebra. Y aún así, la esperanza.
Aunque reconozco que Ridley está demediado, seguramente por su apego al dinero -nada que objetar-, soy como los curristas, que esperaban una última faena genial por imposible del herrumbroso torero. Mal que pese a sus detractores es el autor de Blade Runner, Los duelistas, Alien y Thelma y Louise. Cualquier mediometro de esos que andan poniéndolo a parir se cortaría el dedo meñique por haber filmado cualquiera de estas cuatro joyas. Y siendo evidente que Scott nunca camina firme por la fina línea que separa al artesano del artista, tampoco firma fiascos totales. Incluso en sus estropicios más penosos, como La teniente O´Neill, Tormenta Blanca o La conquista del Paraíso -Gladiator es sólo la demostración de su pragmatismo artístico: los estudios no ponen cien millones sólo para que se lo pase bien, como suele comentar-, se nota por momentos el pulso del genio. Además, hay ejercicios de estilo como Hannibal o Legend que a mí me apasionan -esta última tiene la mejor encarnación del Diablo jamás filmada y, hoy en día, después de cosas como El señor de los Anillos, arrasaría-.
Lo dicho, Ridley Scott no hace más que seguir la estela de estupendos directores como Howard Hawks y Michael Curtiz que, debiendo trabajar con rapidez y en proyectos que muchas veces ellos no han originado, son capaces de producir arte. Así que estemos preparados: mi fumador de Montecristos preferido, el hombre que con ocho años ya sabía que quería hacer cine, el director de publicidad que en sus inicios filmó el que hace poco fue votado el mejor anuncio de la historia del Reino Unido, va a lanzar los dados de nuevo. Y yo, como siempre, me compraré una entrada y cruzaré los dedos.
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