Días extraños nos han encontrado, cantaba un desgarrado y lisérgico Jim Douglas Morrison en su disco Strange Days. Pero ni siquiera él pudo imaginarse el cruce inverosímil de géneros, las maneras híbridas, el desbordamiento absoluto de los espíritus por el signo incontestable de este nuevo tiempo. Una sociedad mediática, globalizada, multicultural, caótica, donde nada es cierto y sólo reina la probabilidad. Un siglo XXI que yo me imagino como un niño bajo la luz de un parpadeante fluorescente que se cuenta los dedos cada hora y siempre le salen once, o como una gigantesca caja llena de bombones rellenos de venenos o placebos, da igual, envueltos en llamativos papeles de colores. Google procesando al día veinte millones de gygabites; ciclos de desarrollo tecnológico cada vez más cortos; nutrigenómica, biotecnología, robótica, nanotecnología…; pensar globalmente para actuar localmente; la conectividad constante y total… Este futuro no ha llegado, ha irrumpido y lo ha vuelto todo del revés con unos mantras que pueden crear en la gente el mismo desconcierto, una idéntica desesperación, la análoga soledad que se puede sentir al estar en medio de una orgía y no lograr tener una erección. Hemos salido directamente de las cavernas al espacio y enfrente tenemos más historia de la que podemos digerir, mientras las hienas de la incertidumbre ríen y ríen en un círculo alrededor.
Días extraños nos han encontrado, cantaba un desgarrado y lisérgico Jim Douglas Morrison en su disco Strange Days. Pero ni siquiera él pudo imaginarse el cruce inverosímil de géneros, las maneras híbridas, el desbordamiento absoluto de los espíritus por el signo incontestable de este nuevo tiempo. Una sociedad mediática, globalizada, multicultural, caótica, donde nada es cierto y sólo reina la probabilidad. Un siglo XXI que yo me imagino como un niño bajo la luz de un parpadeante fluorescente que se cuenta los dedos cada hora y siempre le salen once, o como una gigantesca caja llena de bombones rellenos de venenos o placebos, da igual, envueltos en llamativos papeles de colores. Google procesando al día veinte millones de gygabites; ciclos de desarrollo tecnológico cada vez más cortos; nutrigenómica, biotecnología, robótica, nanotecnología…; pensar globalmente para actuar localmente; la conectividad constante y total… Este futuro no ha llegado, ha irrumpido y lo ha vuelto todo del revés con unos mantras que pueden crear en la gente el mismo desconcierto, una idéntica desesperación, la análoga soledad que se puede sentir al estar en medio de una orgía y no lograr tener una erección. Hemos salido directamente de las cavernas al espacio y enfrente tenemos más historia de la que podemos digerir, mientras las hienas de la incertidumbre ríen y ríen en un círculo alrededor.
En este mundo loco en el que las agujas de las antiguas brújulas tiemblan en sus guías y no aciertan a señalar nada, el mejor rapero es blanco, el mejor golfista es negro y Suiza gana la Copa America. ¿Quién entiende nada? El mercado intelectualiza la trivialidad, los intelectuales trivializan el pensamiento; alguien ha cortado con un alicate las alambradas de espino que antes separaban el Chiki Chiki de Bach, a Modigliani de una película porno, a las pizzas con anchoas del neorrealismo, a Montserrat Caballé de Fredie Mercury, a Charlie Parker de la Premier League, al mester de juglaría de los existencialistas, a Warhol de Platón… Y entretanto Balzac discute con Gauguin sobre la última entrega de Star Treck mientras se toman un café en Starbucks.
Pero nuestra esencia es la resistencia, el fortalecimiento de uno mismo, la supervivencia a toda costa, un ejercicio intransitivo de la voluntad que sólo aspira a mantenerse. Cada muro siempre es una puerta. Y para ello, para lograr identificar el espíritu del tiempo que mora en acontecimientos tan dispares a fin de alcanzar la comprensión de nuestra porción de mundo, hace falta volverse proteico, y lo más parecido que existe al famoso Zelig de la película de Woody Allen es un adolescente. No me refiero a retornar a la eclosión hormonal, a la adoración de lo instantáneo, a la primavera perenne, al grito sinsentido, sino a su capacidad de sorpresa en relación a todo, a su modo de mirar para admirar y verlo todo nuevo. Copiemos su gramática de las formas, porque ellos son mucho más que botellón y banalidad, son esfera cuando hay que proteger, hexágono cuando se necesita pavimentar, espirales cuando se empaqueta, hélices para agarrar, ángulos para penetrar, ondas para comunicar, parábolas para emitir y recibir, catenarias para aguantar, fractales para colonizar… Recordemos que en su naturaleza, al igual que en la arquitectura animal y en la naturaleza en general, la línea recta está ausente, y que sólo llega con los años y con una experiencia que poco a poco criogeniza su capacidad de adaptación. Por ello, miremos, desesperémonos un poco si hace al caso, y luego sonriamos. Seamos siempre aprendices.
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1 comentarios:
Concordo. No entanto, repara, numa sociedade mediática a improbabilidade passa a ser uma certeza ou não?
Se anteriormente não havia maneira de encontrar informação senão através de livros ou artigos de jornal, agora, a informação 'irrompe'. Em todo o caso, o importante numa orgia de informação é aprender o que nos interessa e o que não nos interessa - o que é bem diferente de afirmar o que é bom ou mau. E creio que podermos constantemente aprender mesmo com excesso de informação é uma importante mais valia para nós. Contudo sim, é perigoso. Saberemos nós o que é informação e o que não o é? duvido.
Um abraço!
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