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Eso es lo que adelantan los tiempos. Y hay gente dedicada exclusivamente a predecirlos: plantillas en IBM o el MIT, futurólogos como Ray Kurzweil o Michi Kaku cumplen hoy la función de los antiguos arúspices hurgando en las entrañas de los animales. A mí estas ruletas me fascinan, y tengo claro que para hacer avanzar el mundo se necesitan dos agentes: uno, el poderosísimo factor suerte, con una nómina de grandes inventos como la Viagra, el LSD, los rayos X, el brandy o la penicilina, y dos, lo que Einstein denominaba atentar contra la razón, que era la única manera de descubrir cosas nuevas. En esa dinámica de internarse en el 'whipe out' del futuro, los jugadores hacen sus apuestas y predicen que en veinte años se manipularán los ordenadores sin mover un dedo, porque estaremos conectados mediante señales eléctricas que surgirán directamente del cerebro a través de microprocesadores implantados; es lo que denominan neurotecnología. Apasionante. O terrorífico. También auguran -siempre en intervalos de veinte o treinta años- el 'Internet de las cosas', en las que los objetos cotidianos irán equipados con chips conectados a la Red, dando lugar a una nueva era de servicios. La consecuencia será que todo estará entretejido mucho más apretadamente, cualquier superficie servirá de pantalla, y la información se superpondrá a la realidad. En cuanto a la micro y la nano-robótica, éstas monitorizarán el interior de nuestro cuerpo, repararán tejidos y curarán enfermedades, y estamos hablando de maquinitas que podrán viajar por nuestro flujo sanguíneo. Habrá ordenadores de mil dólares que tendrán la capacidad de procesamiento del cerebro humano. Y para la gente a quien los idiomas les sigan sonando a chino, no hay problema: el reconocimiento de voz y la traducción automática comenzarán a incluirse en todos los móviles, ordenadores y equipos electrónicos de uso diario, ergo los idiomas dejarán de ser un obstáculo para la comunicación. Etcétera, etcétera, etcétera. Ahora bien, también existen reversos tenebrosos en toda esta epifanía: todos los humanos tendremos un IP particular, las compañías de internet sabrán más sobre nosotros que nosotros mismos, y estaremos localizables en todo momento mediante los rastros digitales. Total, que la privacidad se la comerá el gato. Interacción, procesamiento, ubicuidad, virtualidad. Y todo esto para empezar: ¿abrimos los brazos o empezamos a correr?
El producto del arte -un templo, un cuadro, una estatua o un poema- no es la obra de arte. La obra tiene lugar cuando un ser humano colabora con el producto de forma que el resultado es una experiencia que se disfruta debido a sus propiedades liberadoras y organizadoras.
JOHN DEWEY. 1934.
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Maridaje con esta cosa maravillosa: Rostropovich y Vivaldi, Violoncello and Strings in C Major, RV398. PINCHEN "LARGO", A PARTIR DEL MINUTO 3:10.
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Congratulations, my friends. Candles out there: this is your Independence Day. Today I almost cried hearing Sibelius. Big hug, big Finland. Miss it.
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