Hace poco volví a visionar 'La silla de Fernando', el extraordinario documento filmado por Luis Alegre y David Trueba sobre Fernando Fernán-Gómez. Bien, pues continúa tan fascinante e hipnótico como la primera vez que lo vi. Fernando, ese tipo renacentista, histrión poderoso, sensible, ácido, enciclopédico, mordaz, irónico sin llegar nunca al cinismo, a veces feroz, despliega ante nosotros todo el atelier del actor, y cuando me refiero a actor hablo de Marlon Brando repitiendo lo de «But Bruto is an honorable man.» en el 'Julio César' de Mankiewicz. Fernando ya es una leyenda, y su mayor talento no es la escritura o la actuación, no, créanme, su mayor genio es la conversación, la oralidad, esas horas que le regala a la cámara mientras nos cuenta historias. Fernando nos abre su casa y charla con nosotros, imprevisible, brillante, en estado de gracia, mientras nos va rellenando el vaso con malta añeja. Si hay un whisky de 16 años, no veo por qué tenemos que tomarnos el de 12, nos dice con una sonrisa cachonda. Toda una declaración de intenciones. Y de ahí en adelante, un juego de matrioskas lleno de anécdotas, chistes, malos recuerdos y mala leche, fiestas y borracheras, vejez y deterioro, filias y fobias, bien y mal, una memoria crítica y sentimental que nos mantiene atentos como niños con los ojos como platos, mientras dinamita la estupidez y la intolerancia. Fernando nos seduce y sabe que nos seduce con sus gestos, tonos, inflexiones, sonrisas y matices; sufre por el mundo y se parte con él; se reafirma de continuo en un pensamiento libre. Pero, sobre todo, Fernando es experiencia. Vida. El documental tiene el peso específico de 'El buscavidas', 'El jovencito Frankenstein', 'Apocalypse Now', 'El crepúsculo de los dioses', 'La condesa descalza', 'Crash'. Y para abrirles boca, les contaré el día en que se metieron en una limusina, tras la entrega de los Óscar, en Los Ángeles, Mariano Rajoy, entonces ministro de Cultura; José Luis Garci, Pío Cabanillas, Luis María Delgado, Emma Cohen y el susodicho. Era un vehículo enorme, lleno de champán, whisky, coñac, y entonces el chófer se dirigió a Pío para preguntarle adónde iban. En ese instante, Fernando saltó con aquella voz rotunda y enorme, ¿qué adónde vamos, cómo que adónde vamos? A ningún sitio, joder, con lo bien que estamos aquí dentro, y con todo lo que tenemos, es imposible estar mejor. Con whisky, televisión y tertulia, a ningún lado vamos, coño.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
8 comentarios:
Sencillamente insustituible, un tipo geniál en todo el significado de la palabra.
Cada año que pasa, vamos perdiendo personajes como él, y lo dramatico, es que no encontramos quién los sustituya.
Por cierto, la que ha "montado" nuestro estimado Pérez Reverte con sus comentarios acerca de los lloros de Moratinos el dia de sú despedida del ministerio. Por no hablár de Sánchez Dragó y sus historias de viejo verde y seníl.
¡¡Vaya semanita!!.
Saludos.
Cuando murió Manuel Alexandre,leí un artículo donde se decía que Fernán Gómez fué su contrafigura y afirmaba que había sido actor gracias a él.Creo que aunque extravagante,ha sido un hombre excepcional en todo lo que ha hecho, y me da la impresión que muy amigo de sus amigos.
A mí me encantó y me impresionó, una vez que le escuché recitar poesía.
Hay una película ,no muy conocida de Fernando en la que también trabaja Alexandre, llamada "Sólo para hombres",divertidísima.Os la recomiendo.
Saludos.
El documental La silla de Fernando yo lo considero muy importante, y más en esta época. Te ríes mucho y te hace pensar más. El delirio es cuando cuenta que solían convertir el bar del aeropuerto en su after particular, hasta que las autoridades se dieron cuenta de que a las cinco de la mañana aquello estaba lleno de cómicos, cafres y demás gente de malvivir y se lo cierran. Inmediatamente se buscan otro after: el bar del tanatorio, abierto toda la noche por los velatorios.
En la Barcelona de los setenta y de los ochenta hubo un locál en el Paseo de Gracia que tenia un éxito tremendo : "El Drugstore". Sú secreto, NO cerraba nunca. Allí se podian comprár las primeras ediciones de los diarios a las cuatro de la mañana y continuár la juerga. Todos los canallas noctambulos de la ciudad y el extrarradio veian el amanecér alli. Desapareció hace pocos años.
Saludos.
Cuando yo tenía treinta y pocos años hubiera podido hacer un reportaje sobre los afters de Madrid bastante completo, pero Gallardón se encargó de liquidar la vida nocturna de esta ciudad. Y bueno, si he de ser sincero, yo ahora ya no tengo cuerpo, aunque esa es otra historia: el triste e irreductible paso del tiempo, etc... :)
Bueno, hay un tiempo para todo Ignacio. Aquí, en los últimos años se ha dado un curioso fenómeno, dada la persecución de los "afters" en los cascos urbános, se han trasladado a lás áreas industriales.
Me tienes a mí, atónito, contemplando un lunes a las once de la mañana, como algúnos acaban su juerga mientras yo estoy en pleno trabajo. Por no hablár de que cuando salí del poligono iondustriál de marras con el coche, me sometieron a un "test" de alcoholemia. Con solo dós cafés en el cuerpo : 0.0.
Vivír para vér.
Un saludo.
y recuerdas quien fue el que te recomendo ese gran documental ? :-)
Tú, hermano Lobo.
Publicar un comentario