Casas embrujadas, llenas de fantasmas, antiguas familias con enfermedades incurables en la sangre, entes innombrables, anteriores a todo tiempo, muertes catalépticas, gélidas manos invisibles que te acarician la piel a medianoche, cuervos de ojos brillantes como carbones, gatos negros, velas que lo impregnan todo de atmósferas espectrales, mujeres con hombros blancos como el mármol… efectivamente, estoy hablando de la literatura gótica. El elemento inesperado que destaca como una gota de sangre en un cuenco de leche es que se halle mezclada con verstas, pasteles de miel y semilla de amapola, bosques de álamos que brillan como la plata, frías estepas y golubets, esa enloquecida danza en que los bailarines dan saltos y golpean sus tacones en el aire. Rusia Gótica, el librito espléndidamente editado por Nevsky Prospects, es un descubrimiento feliz, una mirada gamberra a la trastienda de la literatura rusa mediante una antología de relatos firmados por nombres a los que poco a poco iremos acostumbrándonos, Nikolái Karamzín, Orest Sómov, Mijail Zagoskin, Yevgeni Baratinsky, Antoni Pogorelskin… y uno de mis autores preferidos, Mijail Lérmontov, autor de la fantástica novela Un héroe de nuestro tiempo. Todas son piezas deliciosas, escritas con un estilo esmerado, y algunas no desmerecen en absoluto de sus homólogos ingleses o franceses. Entre todas reconozco mi querencia por el cuento de Sómov, El hombre lobo, una revisitación iconoclasta del mito, y por supuesto, Stuss, de mi admirado Lérmontov, que conjuga algunos de los elementos más genuinos del género con esa ambigüedad que sólo la casualidad o el genio pueden producir. Adoradores del diablo, magia, monstruos lupinos, una gavilla de reflexiones y enseñanzas, “la cabaña no es hermosa con mucha leña, sino con muchas tartas“, “la pobreza es tímida“, “incluso la persona más simple posee algún tipo de sutileza natural que es capaz de poner en práctica cuando necesita engañar a alguien más fuerte o inteligente que él mismo“; esos paisajes morales que subrayan la acción con fenómenos naturales, mares oscuros y congelados, demonios disfrazados de ángeles, espíritus ingrávidos que aparecen convocados por signos escritos en el suelo… Háganme caso, escóndase en el lugar más apartado de su biblioteca, ceben bien la chimenea con fuego carmesí, dejen que fuera ruja el viento y la nieve blanca, y déjense estremecer por las historias de esta Rodina inesperada.
Kilgore ponía a Wagner. Yo pongo a Corelli. Déjenla crecer. Es la Folia.
El blanco y negro limpio y puro de las imágenes de Jean Luc Godard, su elaboradísima improvisación cámara al hombro, el reportaje enriquecido por la ficción y la ficción enriquecida por el reportaje, el amor cotidiano, el travelling como una cuestión ética, el luminoso rostro de Jean Seberg -jamás volvería a estar tan bella en una pantalla-, las poses a lo Humphrey Bogart de Jean Paul Belmondo, los cortes rápidos e impredecibles a ritmo casi de jazz, los Campos Elíseos, una habitación en el hotel de Suède, la revisitación del cine negro norteamericano, la rebeldía amoral, la traición… Celebramos cincuenta años de la hipnótica y mercurial À bout de souffle, obra maestra y película de culto. Recuerdo la primera vez que la vi, el sentimiento que me produjo: incredulidad. La incredulidad de quien es testigo de una identidad basada en arriesgarlo todo, en ir a donde otros no han ido, en dar lo que nadie será capaz de dar. Durante semanas no pude quitarme de la cabeza el grito de New York Herald Tribune con que Patricia Francini, ese ángel bellísimo, vende sus periódicos; los veintitrés minutos y diecisiete segundos que dura la conversación con Michel Poiccard en el cuartucho del hotel, el ínfimo granuja que huele desde el principio a presa herida, a bestia sacrificada en el ara de la bella -incluso la copié línea a línea-; las imágenes que se sucedían rodadas como quien pela una manzana en una tira ininterrumpida de piel; aquel amor destinado a ser tan efímero como un destello en la superficie del mar, tan trágico como el hambre de un niño. Jean Paul Belmondo ya está muerto antes que empiece la película, pero no lo sabe, no sabe nada, porque únicamente desea tocar a la Seberg, hablar de los dedos de sus pies; anhela la nada antes que no poseerla, una nada que irá a su encuentro mientras se tambalea en su danza final, a trompicones, sin resuello, perdido en una inercia que le hace avanzar por la calle Campagne Premiere alcanzado por una bala que no ha sido disparada por la policía, sino por los labios de su amante. Cuando se derrumba sobre el asfalto sonríe por última vez, a lo Bogart; ella recoge su maniático gesto de recorrerse con la uña del pulgar derecho, lentamente, en horizontal, el labio inferior. Después ambos entrarán en una categoría del cine sólo reservada para los semidioses: lo intachable, mientras muchos fotogramas antes, el escritor que entrevistan a su llegada a París escucha a los periodistas con una pipa y un punto de ironía: ¿cree en la existencia del alma? Creo en la amabilidad, responde; ¿cuál es su ambición en la vida? Ser inmortal y después morir, contesta.
La fuerza más débil jamás registrada, una especie de caricia atómica, imposible de calibrar en básculas, se mide en unos pocos yoctonewtons, la billonésima parte de la billonésima parte de un newton, que es la fuerza necesaria para mover un kilogramo. Este avance permite a través de la nanotecnología la búsqueda de nuevos materiales, con tamaños miles de veces menor que el grosor de un cabello humano.
Hace poco se presentó en Estados Unidos el reloj más preciso del mundo, un cronómetro atómico que no perdería ni ganaría un segundo en los próximos 3.700 millones de años.
Últimamente se habla de terraformar otros planetas, que consiste en adecuar las condiciones de un planeta a base utilizar los recursos naturales disponibles, es decir, crear una atmósfera que respirar, líquidos que beber y un campo magnético capaz de desviar las radiaciones peligrosas.
Los divulgadores científicos aseguran que en veinte años se podrá crear cualquier tipo de órgano vivo, que tendremos la Red en los ojos, en unas lentes de contacto, que habrá inodoros con la capacidad de computación de hospitales que te dirán las células cancerígenas que alberga tu cuerpo. Dicen que los tetrapléjicos andarán y los ciegos verán.
Hay un señor que acaba de ensamblar una célula sintética, que es un paso más para que la genética y la biotecnología terminen creando vida artificial, con todo lo que ello significa.
Las investigaciones más recientes en el campo de la neurociencia tienen claro que en un futuro no muy lejano será posible leer el pensamiento, e incluso modificar los comportamientos. De hecho ya han realizado experimentos con artilugios magnéticos que son capaces de neutralizar o activar áreas de tu cerebro: puedes cantar pero no hablar, puedes mover un brazo pero no una pierna.
En efecto, Roy Batty, yo no tengo ni idea de dónde queda la dichosa puerta de Tannhaüser, pero me da que yo también veré cosas que tú no creerías.
Dentro de la sólida tradición intelectual de este blog, y aprovechando una cena con amigos este sábado, hice una encuesta acerca de los mejores sitios porno de la red. Mis amigos, expertos en el tema y tras una acalorada discusión, llegaron a estas conclusiones. Si están en la oficina procuren tener otra pantalla abierta, por si pasa el jefe. Si están en casa solos sin nada que hacer o con una pareja a la que le vaya la marcha, pues qué les voy a decir: enhorabuena.
-En sitios con vídeos: Tube8 y Tnaflix.
-En sitios en vivo y en directo, sin pagar y con una variadísima oferta: Cam4.
-En sitios porno para iphone: Spankwire.
-Y dentro del producto nacional bruto: Putalocura.
Artículo de Salvador Sostres en El Mundo.
Lo más pernicioso del igualitarismo es que sustituye el concepto de «lo justo» por el concepto de «lo igual». Iguala al gandul con el trabajador, al creativo con el limitado, al responsable con el frívolo, al honorable con el pirata. Y esto es de una injusticia colosal. He leído todas y cada una de las muchas cartas que tanto yo como el director de EL MUNDO hemos recibido de funcionarios ofendidos e indignados por mi artículo sobre la función pública. Evidentemente que hay funcionarios que cumplen abnegadamente con su deber y que son un ejemplo a seguir. Naturalmente que hay funcionarios que con su labor hacen del mundo un lugar mejor. El artículo -como evidentemente se desprende de su lectura- no se refería a ningún caso concreto sino al sistema en general, al sistema del funcionariado. A que con unas oposiciones sea suficiente conservar una plaza de por vida -con el correspondiente sueldo asignado- y que las dos cosas estén garantizadas por derecho en lugar de que cada cual se lo tenga que ganar día a día con su dedicación, talento y eficacia, como ocurre con los demás asalariados y lógicamente con los empresarios.
El igualitarismo en que se basa el sistema funcionarial a quien sobre todo perjudica es al funcionario ejemplar y honrado, al que rinde con eficiencia y dedicación, al que suda la camiseta. Porque ni su rendimiento es recompensado de manera justa -en tanto que cobra lo que dice el convenio, exactamente igual que el desganado- ni desde fuera se le puede distinguir con claridad de los que no trabajan. El igualitarismo es el refugio de los canallas. Y los buenos funcionarios, los que con motivo están orgullosos de su trabajo, deberían cercenar este tipo de abusos que el igualitarismo genera porque tales indecencias perjudican también su imagen.
Que se dé, en algunos ámbitos como la sanidad o la enseñanza, un servicio público, no significa para nada que la red proveedora tenga que ser pública o funcionaria. Ni que los funcionarios tengan que cobrar dependiendo de su rango y no de la labor realizada. ¿Qué funcionario que esté orgulloso de su rendimiento y piense honestamente que está haciendo una aportación remarcable a la sociedad puede conformarse en cobrar lo mismo que uno que se coge una baja por un simple resfriado?
Y otra cuestión, más importante si cabe: sin competencia, ¿qué negocio o sistema no se acaba adocenando, desgastando y hasta pudriendo? Sin una compensación que vaya acorde con lo que seas capaz de producir, ¿qué motivación hay para acudir a trabajar y darlo todo? La honestidad personal es un argumento positivo. Pero a fin de mes, y supongo que en esto estaremos todos de acuerdo, tienen que salir las cuentas.
Dicho lo cual, precisamente los funcionarios más ejemplares son los que más interesados deberían estar en cambiar el modelo igualitario; primero, porque se merecen ser recompensados en relación a la calidad de su trabajo, y, luego, porque es totalmente injusto que los gandules y los jetas ensucien su imagen y que, por causa del igualitarismo atroz, se acabe hablando, en general, de modo despectivo de los funcionarios, como pudo ocurrir con mi artículo. Si los funcionarios que hacen bien su trabajo se sintieron ofendidos, les pido mis más sinceras disculpas. Pero la injusta sombra de la sospecha no dejará de sobrevolarles hasta que no se rebelen contra su único y verdadero insulto, que es el igualitarismo y el sindicalismo que a lo ojos del mundo les convierte a todos en uno y lo mismo. «Alzaros una y otra vez hasta que los corderos se vuelvan leones».
Estuve buscando una palabra para definir la exposición en El Prado sobre Turner, pero al final me sale la de siempre: acojonante.
Esta peli no les defraudará, grandes personajes interpretados por grandes actores para una pequeña historia. Atentos al Príncipe Orsini, un jeta de los que hacen escuela, pero sobre todo al antológico cirujano o cómo merendarse una película con dos frases y un gesto.
Eran un francés, un suizo y un argentino, y no es un chiste, sino Gotan Project. Una aleación delicada y sensual de tango, jazz y cool galo. Para disfrutar.
Los chinos bautizaron al cine Dianying, las sombras eléctricas, y entre el día en que durante un homenaje a Griffith éste no abrió la boca en toda la comida para luego levantarse y poner sobre la mesa una cámara de cine y decir: señores, tienen en sus manos un objeto que puede cambiar el mundo, y las 157 veces que repitió Stanley Kubrick la escena del hacha en El resplandor o sus desnudos freudianos y góticos adornados con la música de Ligeti en Eyes wide shut, caben 83 años de galas de los Óscar que han dado para mucho, un semillero de anécdotas de las que he escogido unas cuantas, curiosas, divertidas, asombrosas, inquietantes, ridículas, gloriosas. En la historia de estos premios hay pequeñas tragedias, como en 1960, cuando Shelley Winters ganó la estatuilla a la mejor actriz secundaria por El diario de Anna Frank temiendo que la envidia de su marido, Anthony Franciosa, que no había sido nominado, hiciera peligrar su matrimonio. Meses después del divorcio, la Winters declaró que cuando había llevado el Óscar a casa y visto cómo lo miraba su marido, supo que su matrimonio había terminado. En la ceremonia de 1970, Cary Grant tuvo un rebote tremendo cuando le comunicaron que le iba a entregar su premio honorífico Dyan Cannon, su ex mujer, que tuvo que ser sustituida por Frank Sinatra. Pocas entregas de los Óscar tan emocionantes como la de 1979, cuando John Wayne, ya muy enfermo de cáncer, cumplió su promesa de ir a recoger su Óscar pese a su estado terminal, acomodándose en una habitación que le habían preparado con una cama, donde permaneció acostado hasta que salió al escenario. La ovación fue antológica, y sus palabras también: esta es la única medicina que necesitaba. Creedme si os digo que estoy agradecido de haber podido llegar hasta aquí esta noche. El Óscar y yo tenemos muchas cosas en común: ambos llegamos a Hollywood en 1928, y los dos estamos un poco cansados, pero todavía resistimos… En la misma noche, Shirley McLaine le mando un descacharrante mensaje a su hermano Warren Beatty celebrando sus nominaciones y éxitos como productor, actor y director: estoy orgullosa de mi hermano pequeño, mi querido y talentoso hermano. Si tienes este éxito, imagínate lo que podrías conseguir si practicases también el celibato. No obstante, este lance fue superado en la entrega de 1995 cuando una de las presentadoras empezó a bromear sobre las nominadas de ese año: Sharon Stone, nominada por hacer de prostituta en Casino; Elisabeth Sue, nominada por hacer de prostituta en Leaving Las Vegas; Mira Sorvino, nominada por hacer de prostituta en Poderosa Afrodita… ¿Cuántas veces votó Charlie Sheen? Dianying, las sombras eléctricas, el polvo de estrellas, el cine… Martin Scorsesse expresó bien su importancia durante una entrevista: es nuestra historia, y por cada metro de película que perdemos, perdemos otros lazos con nuestra cultura, con el mundo que nos rodea y con nosotros mismos. Por ello, larga vida al tío Óscar.
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