El nuevo año no es blanco como la navidad, sino pardo como el petróleo. Porque el petróleo es pardo, un pardo con reflejos dorados que se vuelve azuloscurocasinegro cuando descansa quieto y oleoso en sus inmensos domos subterráneos, antes de ir del yacimiento a la tubería y de ahí a la planta de procesamiento y al oleoducto y a la refinería y finalmente a manchar nuestras carteras. Desde campos petrolíferos en el desierto o plataformas en medio del mar del Norte, fiscalizado por miles de válvulas de seguridad, controlada su presión y temperatura por ordenador, el puré viscoso que lleva cincuenta millones de años durmiendo ya no salta dramáticamente desde las esqueléticas torres de perforación como en las novelas de Upton Sinclair, sino que fluye con premura para mover el mundo. 86 millones de barriles de petróleo, 13.675 millones de litros al día, todo un siglo siendo el motor de la Humanidad, cien años promoviendo invasiones, luchas de poder, golpes de Estado, despiadadas especulaciones, heridas medioambientales, guerras privadas… Cada vez que el crudo se constipa, su precio se dispara o desploma, su suministro se expande o ralentiza, se rumorean sus últimas reservas o se hallan otras nuevas, el planeta se estremece y comienza a hacer sus particulares y medievales rogativas pro-pluvia y pro-serenitate.
Alrededor de los hidrocarburos hay toda una jerga de dólares, pulgadas, galones y grados Fahrenheit heredada de la época en que los estadounidenses sacaban el petróleo a puro huevo con una torre de madera, un revólver en una mano y una Biblia en la otra. Una jerga, un monopolio y una dependencia global de los barriles de papel de Wall Street que se deberá corregir a lo largo del nuevo milenio. Una rectificación que no sólo habrá de ser física, sino que deberá estar imbricada con otra moral debido a la ecuación que rige casi todos los males del mundo: la riqueza que es extraída por los pobres, controlada por los fuertes, y luego vendida a un mundo poco o nada consciente de su origen. Y por supuesto evitar que a los gatopardos les sigan los chacales y a estos las hienas, como decía Lampedusa, todos creyéndose la sal de la tierra.
Previsión, precaución y prudencia no es lo mismo que preocupación, obsesión e histeria. Las cosas con calma y tirando de tecnología, que es la fuerza creativa más importante en la actualidad, para ir sustituyendo esos horizontes de plataformas offshore, esas fantasmales instalaciones en medio de la cicatrices color canela de los desiertos, coronadas por la enorme llama que produce la combustión del gas al contacto con el aire. Descanse por fin en paz ese líquido viscoso y pardo casi dorado en sus silos de las entrañas de la tierra. Con todo nuestro agradecimiento. Con todo nuestro rencor.
¿Alguien sabía que la nueva estrella del porno español es asturiana? Pues yo acabo de enterarme. Se llama Dolce, ex-concursante de Miss España, de veinte años y natural de Gijón. Ha irrumpido como un cohete en el firmamento gracias a sus bukkakes. Es lo que hay.
La vida no es una serie de lámparas de calesa dispuestas simétricamente; la vida es un halo luminoso, una envoltura semitransparente que nos recubre desde el principio hasta la conciencia final. ¿No es el objetivo del novelista transmitir este espíritu cambiante, desconocido e ilimitado, cualquiera que sea la aberración o la complejidad que pueda mostrar, con tan poca mezcla de lo ajeno y lo externo como sea posible?
Virginia Woolf.
Se habla mucho de El asesinato de Jesse James, Deadwood, El tren de las 3:10, Appaloosa, etc... Pero, inexplicablemente, no se habla de Seraphim Falls, titulada en español Enfrentados. Western nihilista, onírico, y muy, muy bestia en general. Y por cierto, quien dude todavía de que el señor Brosnan es un actor, debería echarle un vistazo a este personaje.
Henos aquí, en medio de la promo de El arte de matar dragones. Moito obrigado a Manuel, Rui, Sandra, Elena, Manuel, Paulo, Claudia... por cómo me tratan y me llevan y me traen y me contemplan y me dan de comer y de beber. Un lujo.
Por otra parte, los encuentros de Póvoa han resultado unos encuentros de frases y minibares. Me explico. En este idioma de Guimaraes Rosa y Queiroz, las maldades en voz baja suenan sugerentes y descacharrantes. En medio de una cena, Paula, una escritora lista y guapa -no necesariamente por ese orden, y que se merece lo mejor-, de pechos bien modelados, tenía una cruz de oro colgando entre ellos, y uno de los malvados que se sentaba a mi lado sugirió: Ignacio, nunca, nunca he visto la redención tan cerca del pecado. Ahí queda eso.
La noche dio paso a las copas y conversaciones sobre lo divino y lo humano hasta las tantas, y algún día contaré en mis memorias cómo uno de los escritores más serios y relevantes se dedicó a asaltar los minibares de varias habitaciones a punta de pistola, exigiendo impuestos revolucionarios. Sin embargo, de momento me llevaré el secreto a Madrid...
Todo perfecto en Póvoa, salvo un POETA CAPULLO. No obstante, el poeta no era capullo por ser poeta, que la poesía es muy respetable, sino que él ya era un capullo antes de ser poeta, aunque no habría problema porque se puede vivir siendo un capullo, lo que yo no le aguanto al poeta capullo -ni a nadie- es que fuera un maleducado. Por ahí no paso. Qué manía la de ciertos poetas capullos de hacerse enemigos gratuitamente, con lo que bien que lo estábamos pasando. Después pasa lo que pasa, que cometen el error de confundir cortesía con debilidad, y yo cojo fama de cabrón. En fin. Todo sea por guardar un poco de honor, que junto a una pizca de amor es lo único que nos permite seguir viviendo.
Éste es un cachondo, se llama Antonio Garrido, y es el mejor escritor del mundo, e incluso de Europa, como dicen aquí. Su novela La Escriba es superventas en unos cuantos sitios. Y me prestó la calavera del grizzly para mis fotitos.
Ángela Vallvey y María José, majas.
Este señor se llama Almeida Faria, y es la elegancia personificada. Armas Marcelo y yo coincidimos en ello el año pasado. Y ninguno entendimos cómo no se le ha traducido masivamente al español.
Faciolince y Sergi Doria.
Santiago Gamboa y Héctor Abad Faciolince en Oporto.
Recién llegado a Póvoa para la nueva edición de los encuentros literarios más importantes de Portugal. Acogida general y apertura. Como siempre, una organización milimétrica y un bacalao gratinado suntuoso -repetí dos veces-. Eso sí, este año pinta mejor porque noto una cierta vena canalla en el aire. Cuando en medio de un speech oigo una voz susurrante que me dice: Há autores que em cinco minutos nos fazem perder o dia inteiro, es decir, hay autores que en cinco minutos nos hacen perder el día entero, pues eso. Cuando algo empieza con una maldad tan brillante, no puede dejar de ser entretenido.
Mis agradecimientos a Rui, que me lleva y me trae y me da charleta. La presentación de la edición portuguesa de El arte de matar dragones, mañana. Seguiré contando.
Yo digo SÍ a la muerte de Eluana.
Porque la diferencia entre vivir y estar vivo es sideral.
Porque ella fue consciente de ello.
Porque el verdadero asesinato era tenerla así.
Porque la vida sólo nos pertenece a nosotros.
Porque no necesitamos miradas extrañas en nuestra muerte.
Cualquiera que tenga un éxito fulminante o se haga famoso repentinamente, se vuelve gilipollas durante un año y medio o dos, es un hecho. Esta frase es del actor Bill Murray, que seguro sabe de qué habla. El éxito provoca que durante un tiempo nades en mares de gloria y whisky, como decían en The Hustler, el problema es que si no te andas con cuidado el Gordo de Minnesotta te la va a meter doblada en ese intervalo en que sólo piensas en cómo quedaría tu jeta en uno de esos geypermans articulados que fabrican a gogó en cuanto alguien es provisto de sus quince minutos de fama a lo Rick Astley. ¿Le recuerdan?, ¿recuerdan a Rick Astley? Para mí es el ejemplo más flagrante de One Hit Wonder, estos señores que sacan una canción al mercado, y durante equis tiempo acaparan las carpetas de las adolescentes y los cuestionarios de las revistas de tendencias y son programados en las radiofórmulas hasta el agotamiento nevioso, y que de un año para otro desaparecen de forma que ni Google puede volver a dar con ellos.
Hay muchas causas para convertirte en un One Hit Wonder, en flor de un día o una semana o un par de años. Pero una de las más letales es lo que yo llamo el efecto espejo. Mientras dura el resplandor comienzan a aparecer a tu alrededor una corte de los milagros, vampiros, arribistas, palmeros, pelotas, miserables varios, envidiosos y enanos que se te suben a los hombros para ser más visibles, erigiendo a tu alrededor un monumento de espejos para alimento de tu ingenio y festín de tu vanidad. Esto provoca que la mayoría de tus percepciones sean equivocadas, y que inicies un alambicado y quimérico soliloquio en el que no hay crítica, ni burla, ni miradas extrañas, y sólo ves la uniformidad de tu rostro repetido cien veces, pero ni siquiera es el real, sino el que a ti te gustaría poseer.
Artistas, deportistas, empresarios, famosetes de medio pelo… Harto estoy de comprobarlo, sobre todo algún fin de semana en que me topo en Budha del Mar o garitos de Madrid por el estilo a ciertos exconcursantes de todo tipo de programas, puestos hasta las cejas de soberbia, en su camino inexorable hacia un abismo sin memoria. Olvidar nunca hay que olvidar que tu posición actual no es la que determina el éxito, sino tu trayectoria, y que el verdadero éxito es siempre de aquí a muy, muy largo plazo, y para ello es necesaria la versatilidad, la creatividad, la perseverancia y la humildad. Pero, sobre todo, escuchar a los que te quieren.
Poco, la verdad. Apenas intercambié algunas palabras con él en un encuentro en Barcelona, donde José Luis Espina nos sacó esta foto con Piñol y el señor Colomer. Acaba de enviármela hace poco. Era un buen escritor, y por lo que saqué en claro parecía un tipo tímido, buena persona. Y la foto, claro. Y a mí la fotografía siempre me ha obsesionado.
LOS LECTORES PORTUGUESES CONTINÚAN HACIENDO POSIBLE QUE VIVA DE MI OFICIO, Y YO SE LO AGRADEZCO PROFUNDAMENTE. EN VISTA DE LA BUENA ACOGIDA DE O TEMPO DOS IMPERADORES ESTRANHOS, MI EDITORIAL LUSITANA, PORTO EDITORA, HA LANZADO UNA PRIMERA EDICIÓN DE 7000 EJEMPLARES DE EL ARTE DE MATAR DRAGONES.
MOITO OBRIGADO.
Ganas tenía de leer a Kjell Askildsen, y por fin conseguí un ejemplar de Los perros de Tesalónica. Y... me defraudó. Al menos en este libro demuestra ser un plomo, y evidentemente alguien se ha pasado con la medicación al compararle con Cheever o Carver. Lo bueno es que siempre hay antídotos contra el aburrimiento. Al lado tenía otro libro de relatos esperando en la cola: El secreto del arte, de Enrique Murillo. Un señor que le pone a un cuento el título de ELOGIO DEL TRANSPORTE PÚBLICO y sale indemne, es que es muy bueno. Delicioso.
EN EL CENTENARIO DE ISAIAH BERLIN, CONSIDERO IMPORTANTE ESTE ARTÍCULO DE LASALLE EN EL DIARIO EL PAÍS:
Las sociedades abiertas van a ser puestas a prueba y tendrán que dar lo mejor de sí mismas para sobrevivir. Lo peor de la crisis está por llegar. Habrá que estar precavidos para afrontar los escenarios de inestabilidad que exigirán grandes dosis de fortaleza entre los partidos democráticos. Lo más importante en estos momentos es saber a qué atenerse y dotarnos de una pedagogía ejemplar, así como de un arsenal de acciones eficaces que desactiven los efectos sociales de la crisis. De la crisis puede surgir la tentación de totalitarismos de nuevo cuño, futuristas y tecnológicos. El mejor homenaje es reivindicar su racionalismo liberal, sereno y tolerante.
Con todo, la consecuencia más grave que puede provocar la frustración colectiva que viviremos es la emergencia de un chovinismo del bienestar frente al que no sepamos reaccionar institucionalmente. Por el momento es imposible aventurar cuál será su rostro ni si tendrá una plataforma concreta que lo aglutine. Tampoco puede saberse si cabalgará con silla política el tigre de ese "contraconocimiento" que mina las bases informativas de nuestra Modernidad ilustrada y que, según explica Damian Thompson en su ensayo Los nuevos charlatanes, se ha adueñado ya de las prácticas de numerosos medios de comunicación. Lo que sí es seguro es que, de salir a la luz, desplegará un lenguaje de sorpresiva novedad que tratará de burlar subversivamente los contrafuegos tradicionales de la democracia.
Quien piense que podemos enfrentarnos ante una formulación idéntica a los totalitarismos de entreguerras se equivoca. De hecho, su diseño será selectivamente postmoderno y estará provisto de una aureola futurista que tratará de seducir transversalmente a mucha gente. Para ello querrá liderar -con un imaginario de vanguardia adaptado probablemente a las formas de comunicación en red y a las nuevas tecnologías-, la atmósfera de desesperación, resentimiento y miedo que propiciará en el futuro la crisis que empezamos a padecer. Pero, sobre todo, querrá rentabilizar y utilizar políticamente esa extendida "banalización del mal" que, como explica Claudio Magris en La historia no ha terminado, ha normalizado y cotidianizado el desprecio al otro y su dignidad, justificando -al amparo de un ejercicio impune y liberticida de la libertad de expresión-, tanto el insulto como la mentira, la propaganda y el uso indiscriminado de una violencia dialéctica que localiza su acción en destruir la imagen de las personas mediante la sustitución de los hechos por interpretaciones manipuladas de los mismos.
Entrado el siglo XXI, una nueva versión de aquello que Kant denominó el "fuste torcido de la humanidad" puede ponerse en circulación. Una versión inédita que, junto a la revolución rusa y sus secuelas, las tiranías de derechas y de izquierdas y las explosiones de "nacionalismo, racismo y, en algunos lugares de fanatismo religioso", podría convertirse en otra más de esas "tormentas ideológicas que han alterado la vida de prácticamente toda la humanidad" y que, como analiza Isaiah Berlin, "muy curiosamente los pensadores más avisados del siglo XIX no llegaron a predecir jamás".
El centenario que este año celebramos del nacimiento de este filósofo liberal puede sernos de ayuda frente a un escenario caracterizado por la concurrencia de las condiciones que pueden producir, por utilizar el título de una famosa película, esa tormenta perfecta que nos conduzca a un nuevo desafío de inhumanidad generalizada.
La defensa cerrada que Berlin hizo a lo largo de toda su vida de la decencia de la democracia es una vía de aproximación idónea para entender su liberalismo. Por eso mismo, la importancia de sus ideas adquiere en estos momentos una dimensión pública de enorme trascendencia. De hecho, la gravedad de la crisis económica y sus crecientes y dramáticos efectos sociales, exigirá de los defensores políticos de la Modernidad ilustrada una estrategia compartida que refuerce los vínculos de respeto, moderación y responsabilidad recíprocos que deben darse entre los demócratas.
El liberalismo igualitario de Berlin es, en este sentido, un antídoto de enorme fuerza antitotalitaria y un punto en común sobre el que fortalecer nuestra convivencia democrática. Su descripción de la libertad como una dualidad positiva y negativa permite hacer de ella el soporte programático de las sociedades abiertas. No hay que olvidar que el juego combinado de esta dualidad trata de desactivar las tensiones sociales y las fracturas que generan las exigencias igualitarias de una convivencia democrática con la defensa de un ámbito de no interferencia personal.
La importancia del pensamiento berliniano radica en haber alcanzado una síntesis que se basa en la necesidad epistemológica de explorar adecuadamente la complejidad de los valores en pugna dentro de un entorno pluralista. De este modo, la propensión al conflicto no sería nunca una disfunción, sino la característica intrínseca a la estructura de una democracia liberal que obliga a elegir entre fines que son cambiantes según las circunstancias, pues, en determinados momentos hay que elegir entre la igualdad y la libertad, y otras veces entre la justicia y la compasión. El desenlace, en cualquier caso, siempre es el mismo: forzar acuerdos que eviten lo peor y hacerlo, además, sin dañar las bases morales que institucionalmente salvaguardan la decencia que posibilita la tolerancia y la paz cívica.
El mejor homenaje que podemos brindar a este autor con ocasión de su centenario es reivindicar el estilo de su racionalismo liberal. Fiel al escepticismo desapasionado, tolerante y sereno de un intelectual educado en la caballerosidad del espíritu liberal descrita por Locke en sus Pensamientos sobre la educación, sus ideas siguen vivas. Sobre todo porque buscaron equilibrios y puntos de encuentro en medio de esos diferenciales en tensión sobre los que se construye siempre cualquier consenso democrático. De hecho, planteó a lo largo de su dilatada vida una indagación liberal sobre la estructura moral de las democracias y sobre los riesgos y ventajas del pluralismo que la sustentan.
Para Berlin, la libertad es básicamente una mirada interrogativa hacia el otro, el que no piensa igual. Una mirada interrogativa con la que desbaratar la ortodoxia de quienes creen poseer conocimientos y principios infalibles a los que habría que someterse con la camisa de fuerza de una devoción quijotesca. Por ello no dudó en defender la heterodoxia y la empatía como instrumentos de una acción intelectual encaminada a desentrañar las claves sobre las que descansa la huidiza verdad y los esquivos principios que cimientan una convivencia pacífica y civilizada. De este modo, el liberalismo de Berlin puede afirmarse que sigue en pie. Porque retrata la encrucijada mayoritaria de esa centralidad política que encarnan aquéllos a "quienes causa idéntica repulsión moral los duros rostros que ven a su derecha y la histeria y la insensata violencia y demagogia que tienen a su izquierda". Quizá por ello no dudó en concluir que la historia siempre estaba abierta, pues, de un modo u otro, "el futuro deberá cuidarse de sí mismo".
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