En las nuevas democracias icónicas, donde la imagen resulta tan esencial y donde para comunicar bien ayuda muy mucho tener la airosa percha de Obama, al pobre, tan dotado para el asunto de construir su propia marca, le acaban de cortar uno de sus instrumentos cardinales: el correo electrónico. Le deben de haber dado los siete males. A él, que tendrá un legado de superatribuciones, incluido The football, el apocalíptico maletín nuclear, en cuanto tome posesión de la presidencia le quitarán la Blackberry y su cuenta en Twitter, ya que por ley todas sus comunicaciones han de quedar registradas y protocolizadas, además de que habrán de circular por canales seguros, a prueba de intrusos. De ello se encargará el National Communications System -NCS-, una institución creada por Kennedy después de la peligrosa crisis de los misiles, cuando se encontró con dificultades para mantener un contacto ágil con los departamentos de su Gobierno. El NCS utiliza líneas comerciales de telefonía, inalámbricas y por satélite, y de la misma época en que se instituyó data el famoso teléfono rojo del presidente, que ni es teléfono, ni es rojo, ni está en el despacho del presidente. La idea surgió a causa de que en el transcurso de dicha crisis, en la que el mundo podía haber desaparecido con la misma rotundidad que el Keyser Söze de Sospechosos habituales, el embajador ruso en Washington tenía que recurrir a un mensajero en bicicleta para llevar sus mensajes a la oficina de telégrafos.
El famoso teléfono rojo que protagonizó pelis tan descacharrantes como el Dr. Strangelove de Kubrick, consiste en un sistema de télex directo entre el Pentágono y el Kremlin que transmite cada tres minutos una página, codificaba en cinta de papel perforada. Hoy en día el teléfono rojo funciona vía satélite, uno americano y otro ruso, y ha trabajado en contadas pero excepcionales ocasiones, en el 67, en la guerra entre Israel y Egipto, durante el conflicto indopaquistaní, en la invasión de Afganistán… Continúa basándose en un sistema de texto, y mientras los operadores americanos escriben en inglés y con alfabeto latino, sus homólogos rusos lo hacen en ruso y con alfabeto cirílico. En ambos casos los mensajes se traducen en destino, y aunque se utiliza poco, los operadores lo prueban y ejercitan cada día. De hecho hay una piquilla entre ellos que cristaliza en el reto de ver quién plantea los textos más difíciles. Los rusos envían retorcidos párrafos de novelistas del XIX; los americanos hacen músculo con recetas de comida mexicana cargada de especias… Lo mejor que le podemos desear a Obama, aparte de que supere los retos a los que se tendrá que enfrentar, es que estos anónimos operadores continúen amenazándose con relatos de Chejov y desbordantes y especiadas fajitas de pollo.
2 comentarios:
Obama lo tiene muy negro
Saludos
Obama va a dar muchas sorpresas, en todos los sentidos...
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