Dialéctica de vida y muerte

| jueves, 12 de septiembre de 2013 | 12:20


Los cuentos de Enrique Serna rezuman sexo y mala leche. O al menos los compilados en “La ternura caníbal“, el libro editado por Páginas de Espuma. El contar de este escritor mexicano puede resumirse fielmente en la frase de unos de sus relatos: “empezaba a brotar el lodo por debajo de la leyenda áurea”. Una visión perspicaz de la vida como demolición, una eterna lucha de clases y sexos. Y, sobre todo, ese instinto insuperable de una libido que impregna hasta los resquicios más ocultos de nuestra personalidad, ese “egoísmo salvaje de los cuerpos en llamas“. No es un libro redondo, pero tampoco creo que lo pretenda, e incluso en los cuentos en los que falla el KO final o son directamente previsibles, siempre hallamos un elemento apreciable. En el “Entierro maya” juega con una amarga ironía estancada en los cangilones de una inacabable noria de rencor; en “Soledad coronada” dispone una venganza que a pesar de su éxito no acaba de redimir al perdedor de su eterna condición; en “La vanagloria” nos habla del pozo de Danaides que es el ego de un artista, a todas luces imposible de llenar, un tema que también explota en “Los reyes desnudos“, la miseria del talento, la rivalidad que lleva a la condescendencia y la falta de admiración, ergo, la ruptura; en “Material de lectura” construye una de esas relaciones longevas a base de añadir ladrillos de desprecio mutuo -esenciales las digresiones sobre “El Código Da Vinci”-, etc... Quizás las historias que más decepcionen son la de la pareja de swingers, “Drama de honor”, debido precisamente a que su rabioso crescendo no está  resuelto a idéntica altura, y “Cine Cosmos”, un retrato del amor homosexual y decadente al que podría habérsele sacado más jugo. No obstante, mi cuento preferido es el magnífico “El converso”, con un lujurioso cura como protagonista, pecador, descacharrante, contradictorio y sufriente, con el que pasarán de la carcajada al dolor y de la rijosidad al terror sin que sepa ni cuándo ni cómo. En todo caso, Enrique Serna es claro, consciente de ser un Tusitala y de querer hacer honor al título en cada página. Un tipo serio que les hará reír.