http://youtu.be/X21mJh6j9i4
Vean todos los vídeos seguidos...
Oficialmente, hoy me convierto en cuarentón
De IGNACIO DEL VALLE | jueves, 26 de mayo de 2011 | 0:01"Desengáñate, Camilo, cuando se es joven, se es joven para toda la vida".
Picasso a Cela.
Siempre he recomendado fervorosamente la lectura de Jean Daniel, por muchas razones, pero esencialmente porque no es neutral, no vive en limbos de hechos o teorías abstractas, no es impermeable al prejuicio, ni está blindado contra los intereses. O sea, es humano, una persona que opina, y puedes o no estar de acuerdo, pero su criterio resulta siempre perspicaz.
En su último artículo en 'Le Nouvel Observateur' habla de las lecciones de sus maestros. Nos cuenta que ya no quiere cambiar el mundo, sino transformarlo, porque éste cambia por sí mismo mucho más deprisa que nuestro deseo por cambiarlo.
Nos dice que la democracia debe ser una pasión, y que hay que evitar que el compromiso se convierta en componenda.
Nos explica que no hay que rendir culto a dogmas o ideologías, sino a la complejidad, ergo hay que interesarse sobre todo por las razones de quienes no están de acuerdo contigo.
Que la libertad sin cierta igualdad lleva a una jungla competitiva, y que cierta igualdad sin libertad nos conduce a la uniformidad, a la tiranía.
Que cuando el capital se convierte en el fin, la sociedad se convierte en una bolsa de valores que ya solo puede optar entre el individualismo cínico o el latrocinio organizado.
Que las reformas exigen cierta confrontación, cierta violencia, ahora bien, tengamos mucho cuidado, como lo tuvo Hegel cuando elogió la Revolución pero no el terror.
Que la guerra es necesaria, y si tomamos ese camino como última opción, debemos recordar que cada vez que se cogen las armas en nombre de la justicia, ya hemos dado un paso en el campo de la injusticia.
Que toda víctima debe deshacerse de su verdugo, con el riesgo de que después de liberarse puede ella misma convertirse en verdugo, teniendo presente este pensamiento, no hay inocentes, sólo vencedores y muertos.
Que debemos odiar los absolutos. Que la humillación de otro ser humano es peor que la opresión, la ocupación o la alienación, porque es lo que más hiere al individuo o a una colectividad, y detrás de esa humillación siempre hay un cuchillo o un levantamiento.
Que únicamente la admiración por el otro o por las cosas puede librarnos de la nada que nos habita.
Y para acabar, cita a François Cheng: todos los juicios, todos los cultos y todos los ritos pueden desaparecer, salvo uno solo, la Belleza. Como les digo, Jean Daniel siempre resulta interesante.
Cuántas veces no se ha opinado por no ir en contra de la corriente dominante, temiendo el ridículo o el desprecio o la burla, acomplejados por creer que nuestros gustos no son tan válidos como los del gurú de guardia. Ese es uno de los objetivos básicos de la buena educación, la creación de un criterio válido y libre.
Los adjetivos imprescindible, necesario, seminal que tanto abundan en las críticas o reseñas, los cánones literarios, poéticos, musicales, el autor de moda. en fin, todo eso debería resbalarnos a la hora de exponer nuestros gustos y fobias. Con el tiempo, debemos respetarnos más a nosotros mismos que al prójimo, porque además la crítica de verdad, la que atiende solo a la obra, la que interpreta y contextualiza, hace mucho que ya no tiene sitio en este mundo-empresa. Razón de más para insistir en el criterio personal, salgan del armario y debatan, impugnen, contradigan. No duden en hacerlo, como yo no dudo en afirmar que el manido Bolaño es un brasas y un bluff, Vila-matas es un cansino, o que Leire Pajín me pone de los nervios -la línea de bajamar más baja de la política en décadas-. Aunque pensándolo bien también me ocurría con el infausto Acebes, ¿le recuerdan? Creo que Stephen King se merece el Nobel mucho más que toda esa caterva de autores cuya única bondad es haber sido perseguidos por el dictador de turno. Me fascina la forma en que el nazismo gestionó la propaganda y los recursos estéticos -me la suda que me tachen de filonazi, qué tendrá que ver-. El jazz me parece inaudible, Almódovar no me interesa desde 'La ley del deseo', Telemann es la hostia y Coppola la cagó con 'Tetro'. El funcionariado tiene que ser movible y evaluable; Erich von Stroheim es un tipo demasiado olvidado; si una peli no me engancha en los primeros cinco minutos, la quito; que alguien se presente a unas elecciones con imputados es sangrante. No creo que debamos prescindir de la energía nuclear -al menos de momento-, Ivo Andric es uno de los mejores escritores de la historia, me parece un escándalo que intenten empaquetar a Berlusconi denunciando su vida privada -como si no hubiera armado ciento y mil-, el tequila no me gusta, lo que hizo Barceló en la ONU tampoco, y Scarlett Johansson me parece un calamar. No se vayan, que se me están ocurriendo más cosas...
Hace poco leí un artículo sobre un festival de cine que organizaban en Burkina Faso. Una sala de cine puede ser la vida, rezaba el logo del cine Wemtemga, en Uagadugú, capital del país. Dicho cine no tenía butacas, sino sillas azules, y estaba al aire libre. La pantalla era una pared pintada de blanco, y hasta hace nada utilizaban viejos proyectores de 35mm, sustituidos ahora por un sistema digital, mucho más barato. Hace años que no se llena la bancada, de 700 espectadores, porque las entradas son caras para el sueldo mínimo de la gente. Y a pesar de que Burkina Faso es uno de los países más pobres del mundo, se las arreglan para organizar un festival de cine panafricano. En la misma Burkina Faso también existe Cinetoile, un programa de la Unión Europea para llevar el cine hasta las aldeas más remotas del país. Además de proyectar películas, las imágenes sirven también para enseñar hábitos de higiene o el uso del condón a través de anuncios previos. Estas aldeas son chozas de barro y paja, sin luz ni agua corriente. Antes de las proyecciones no se venden refrescos ni palomitas, sino que asan un cerdo, y muchas personas han recorrido kilómetros a pie únicamente para poder ver una película. En el último viaje estuvieron en un pueblo llamado Pitmoaga, y llevaron una película titulada Budd Yam, del burkinés Gaston Kaboré. En la plaza había alrededor de mil personas esperando, se había corrido la voz por toda la región de que venían los del cine. Este ha sido un año de mala cosecha, de preocupaciones, de violencia, de hambre, muchos de los que se han reunido están sencillamente superviviendo. Pero mil personas se han juntado en una explanada frente a una mancha de luz para descubrir territorios emocionales insospechados. Las imágenes llenan el vacío de muchas vidas, comenta el encargado de la sesión. ¿Y ustedes se imaginan?, ¿se imaginan cuando toda esta gente vean a Welles en La dama de Sanghai diciendo aquello de “todo el mundo hace el idiota por alguien. La única forma de evitar problemas es envejecer, así que creo que voy a contentarme con eso. Tal vez viva tanto que llegue a olvidarme de ella, o quizá muera en el intento“. ¿Se imaginan cuando el Bogart de El Halcón Maltés les suelte aquello de “si eres buena saldrás dentro de veinte años, y te estaré esperando. Y si te cuelgan, te recordaré siempre“? Todo esto es hermoso.
Lo que mi caniche piensa sobre la novela del siglo XXI
http://www.culturamas.es/blog/2011/05/07/lo-que-mi-caniche-piensa-de-la-novela-del-siglo-xxi/
Comiendo en familia con mi abuela Erundina, 93 años, íbamos por el segundo plato y había una charla abundante. Mi abuela llevaba mucho sin decir esta boca es mía, hasta que mi padre le dice: mami, no dices nada, ¿por qué no hablas un poco? Mi abuela con una sonrisa y esos ojillos irónicos respondió:
-Para no gastarme.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)