Mi gintonic es una nación

| lunes, 19 de julio de 2010 | 0:03

Me hallaba el otro día en una de mis barras preferidas, tomándome un gintonic de Bulldog con Schweppes, cuando, inesperadamente, mi copa me habló. Sí, mi gintonic me confesó muy convencido que era una nación. Yo, por supuesto, no me sorprendí de que mi gintonic hablara, ya habíamos mantenido prolijas conversaciones en el pasado, pero era la primera vez que admitía aquello. Yo le dije, no puedes ser una nación, eres un gintonic. Pero si los políticos catalanes dicen que Cataluña es una nación, por qué yo no, respondió. Porque tú eres un gintonic y no puedes cambiar tu esencia, contesté; ¿qué pasaría si los cubalibres quisieran ser koalas?, el mundo tiene que manejar unos conceptos, no puedes ir en plan Wittgenstein poniendo en tela de juicio incluso las herramientas con las que nos comunicamos, la sociedad devendría en un absurdo. Pero yo quiero ser una nación, repitió mi gintonic, como dicen los políticos catalanes. No seas cafre, tú eres un gintonic, y no puedes replantear el modelo mismo de un Estado, tampoco puedes vulnerar el principio de solidaridad interterritorial ni cargarte el modelo autonómico, no tiene capacidad para imponer la lengua catalana en todos los ámbitos civiles: eres un gintonic. Además, imagínate que fueras una nación, inmediatamente habría caipiriñas, y pisco sour, y white russian, y Somontanos que querrían unos ser un avión a reacción y otros cambiar de color y otros tener una selección de fútbol y otros ser paraíso fiscal y la misma Alicia no encontraría la salida de este país. ¿Quieres acabar como Francisco Camps, envuelto en la Real Señera? Mi gintonic me miró con ojillos desencantados, pero hay que ser flexible, insistió, además también quiero tener otro sabor, estoy harto de saber a gintonic. No me seas cabezón, le reprendí, todo ha de tener límites, tanto la dinámica nacionalista como los gintonics, no todo en la vida es una disposición transitoria ni conveniencias partidistas, tiene que haber piedras basales que nos sirvan de anclas, por ejemplo que la Constitución no sea un chicle que puedes estirar a voluntad o que cuando pido un gintonic éste no se aplique una técnica interpretativa tal que sepa a mantequilla de cacahuete. Qué ocurriría si... Pero yo quiero ser una nación, gritó mi gintonic. En fin, dije con agotamiento, me bebí la copa de un trago y le pedí otra al camarero. Y esta vez que sea de Tanqueray, por favor.

8 comentarios:

Begoña Argallo dijo...

Pues sí, si empezamos con eso de las naciones hasta un gintonic puede reclamar ser nación y menudo lío. Las cosas están bien como están, no hay necesidad de nadar entre dos aguas. El mar es hermoso porque lo llamen como lo llamen es el mismo mar. Justo por eso.

Rodericus dijo...

Según las encuestas, la clase politíca ocupa el segundo lugár en el orden de los problemas más acuciantes percibidos por la ciudadania, justo detrás del paro.
Podriamos definirlos como "inventores de causas y problémas inexístentes", con tál de llevár el agua y los votos al molino própio.

Teniendo en cuenta esto, creo que sobran más comentarios.

Que grandes vasallos seriamos si tuviesemos buenos señores.

Saludos.

J.R. dijo...

Será que hay gente para todos los gustos. Fíjate que hasta hay algunos que después de publicar tochazos en forma de novela sobre la división azul se creen buenos novelistas, así que qué problema hay en que muchos catalanes se crean una nación. Un poco de amplitud de miras, hombre.

IGNACIO DEL VALLE dijo...

Efectivamente, ninguno. Puedes creerte lo que quieras,pero si te lo crees asume todas las consecuencias, es decir,todos los derechos,pero sobre todo las responsabilidades absolutas, es decir, dejar de jugar al gato y al ratón y hoy estamos cuando nos conviene y mañana a lo mejor y pasado mañana pues no. Ser una nación implica más cosas que poner un comentario en un blog.

neville dijo...

Me lo he pensado bastante, pero al final le comento a J.R.:
1.-Las reglas del juego son las reglas del juego, y se llaman Constitución Española, escrita y confirmada por todos.
2.-Los "gustos" son para las bebidas, las comidas y demás placeres mundanos, pero no son las reglas del juego ni se pueden cambiar según vaya soplando el viento( al vent).
3.-Tu comentario tiene un cierto tufillo peyorativo, no creo que las últimas novelas del autor sean ni tochazos ni que traten sobre la división azul, me parece que no te las has leido.

Saludos, dentro de la Constitución Española.

Anónimo dijo...

Esto es lo que me preocupa a mi. dar.

http://www.publico.es/espana/329193/pp/propone/introducir/restricciones/derecho/huelga

IGNACIO DEL VALLE dijo...

Esto preocupa más que un tiburón bamboleando tu jaula.

EntreRenglones dijo...

Ya te leí este relato en otro blog, Ignacio, y me sigue pareciendo bueno, ilustrativo. Lo malo siempre viene del abuso; y es mala mezcla el alcohol y la política. Lo que parecía amplitud de miras acaba derivando en borrachera sin más, con resaca.
Estoy leyendo "El tiempo de los emperadores extraños" y no me pareces mal escritor; escribir tiene mérito y, en sí, ya es un triunfo. Me alegra haberte descubierto, sigo leyéndote.
Te saludo:

LeeTamargo.-