De
IGNACIO DEL VALLE
| lunes, 12 de abril de 2010 | 0:01

Cuba es un sistema totalitario. Fidel Castro es un dictador y un asesino, aunque hay días en que primero es un asesino y luego un dictador. El 'Che' fue otro psicópata de cuidado, un killer canonizado que protagonizó una variante del comunismo denominada narcisismo-leninismo. Y todo el sicariato que tienen y tuvieron alrededor, han sido costaleros del culto que valen lo que vale su sumisión, esforzándose desde el 59 en levantar una muralla de concertinas, esas letales cuchillas que coronan los vallados, para rodear la isla en su totalidad. Contra este tipo de individuos, al igual que contra pelagatos del tipo el cardenal prefecto Cañizares -Rouco, por dios, retorna al perfil alto, mis artículos te echan de menos- nunca hay que doblar la escopeta. Porque su objetivo es, simplemente, jodernos la vida. Sobre el comunismo, esa idea que nunca ha funcionado y jamás funcionará -evítenme, por favor, el puñetero cliché de que era muy bonita-, resulta muy fácil elucidar el por qué de su ineficacia: se halla sostenida por diez elementos inhumanos. El colectivismo que anula al individuo, la dictadura del altruismo universal abstracto, la carencia de estímulos materiales al esfuerzo, la falsa solidaridad colectiva, la ruptura de lazos familiares, el encuadramiento obligatorio en instituciones oficiales, la ciudadanía parasitaria, el miedo y la mentira, la desaparición de la tensión competitiva y la falta de libertad. Camus decía que si un hombre fracasa en conciliar la justicia y la libertad, fracasa en todo. Pues no hay más. El resto es relativismo moral, doble vara de medir, jeta de cemento, gangarria ideológica, bufones de lo políticamente correcto, revival ropavejero, pseudo intelectualismo de la izquierda caviar. Y a pesar de todo esto, apostaría a que aún hay gente segura de que Daniel Ortega es un romántico luchador por la libertad. O que Chávez se mueve por el interés público. O que algún cantante o actor sabe más que Solzhenitsyn. O que Engels y Marx fueron en su vida revolucionarios. O que Hoxha o Kim Il-sung e hijo han logrado crear el paraíso en la tierra. Al cabo, todo esto resulta obsceno, y la única revolución que yo respeto es la propuesta por Victor Hugo: pasar de la representación a la verdad.