La belleza salvará al mundo. Si hasta el mismo Dostoievski estaba convencido de ello, quiénes somos nosotros para lograr esquivar los músculos bajo la piel, la irreductible retórica de la belleza que desequilibra sin complejos cualquier argumento cerebral. Los cuerpos entrenados, la exterioridad, los tendones esplendentes, la fascinación de la contemplación. Ninguna guapa desea la suerte de la fea, porque nadie, nadie es ajeno a la belleza. La pasión necesita un cuerpo, un objeto tangible, un recipiente, un envase donde recrearse. Nada, nada nos hace más felices que ser tocados y los grandes almacenes nos bombardean con figuras que despiertan nuestro deseo polinizador, porque somos superficiales y porque, como ya sabía Valéry, lo más profundo es la piel. Las altas temperaturas se encargarán de hacer el trabajo sucio y llenarán las calles, las discotecas, las playas y los dormitorios de cuerpos barnizados de sudor, de belleza que transpira. Cuerpos que se balancean con ritmo, que se contonean, que muestran los escorzos de sus cuellos, el precipicio de los rombos de Michaelis, los tattoos con cenefas maoríes que cubren al completo los brazos, los soles y los caballitos de mar en los tobillos, los delfines en los omóplatos… La belleza ya no está en El Prado, sino en los vídeos de la MTV en los que no hay rotos ni descosidos. La belleza mueve el mundo tanto o más que el dinero; es una energía renovable y cuesta su peso en oro hasta el punto de que Cryos, la mayor empresa exportadora de esperma del mundo, tiene su sede en Copenhage y entre sus proveedores está lo más selecto de la juventud danesa, llevando a más de cincuenta países los genes vikingos de ojos azules que tan peligrosamente se acercan a un canon universal de belleza. Esa belleza que desata nuestros complejos y ha puesto ya a régimen a un millón de mujeres sólo en la provincia de Madrid, entre los 16 y los 50 años, que pretenden embutirse en la imposible talla 32. La belleza es platónica, es decir, justa, ética y verdadera, pero al tiempo injusta, efímera y peligrosa, como dictaba Karl Lagerfield. Un dios único que odia lo marchito, lo vetusto, lo decrépito, lo reseco, lo esclerótico, y que sentencia a través de los espejos, dictando penas de bótox y bisturíes, horas y horas de calorías quemadas en los gimnasios, estafas de productos mágicos para recortar perfiles, dietas de pollo y piña, extrañas pastillas de efectos irracionales que pueden poner en riesgo la salud de los devotos. La belleza nos da la vida y nos roba la cartera, nos hace felices y nos quita el aliento, nos besa primero y luego nos adelanta por la derecha. Ángel o demonio… sensual, plástica, irresistible… depresiva, traumática, obsesiva… Decidan, decidan ustedes, y recuerden que, según Dante, los peores lugares del infierno están reservados para quienes en los momentos decisivos mantienen la neutralidad.
CODA: en puntodelectura.com, sección multimedia, han colgado otra intervención mía en una mesa de la Feria del Libro. A lo mejor se ríen y todo.
Los libros tienen los siglos contados. De momento, ésa es la conclusión que extraigo de mi estancia en la Feria del Libro de Madrid. Ese objeto sentenciado -lo queramos o no- por las nuevas tecnologías parece que no acusa la crisis, creciendo su facturación en un 6%, dicen que por la confluencia de los fenómenos superventas como Zafón o Ken Follet, por la reducción de los programas de los grandes grupos, por el incremento de la compra de las bibliotecas públicas, por el dinamismo de las pequeñas editoriales, por el crecimiento del número de lectores y por el darwinismo que hace que las pequeñas librerías que sobreviven se conviertan en algo parecido a esas bacterias que han aprendido a blindarse genéticamente contra los antibióticos. Si acaso, se ha producido un fenómeno singular, y es que las horquillas de ventas se han extremado, es decir, que lo que se vendía bien ahora se vende muy bien y lo que mal, ahora fatal. Totalizando, se editan al año 70.000 títulos, y la industria editorial mueve unos 4.000 millones de euros, lo que se traduce en el 0,7% del PIB.
Escribo esta entrada aún con el prodigio en los ojos. Quería que compartiesen conmigo al grupo Portishead, la novela Parejas de Updike, de quien soy un gruppie desde que leí Corre Conejo, y un par de pelis, La banda nos visita, un encaje de inteligencia, amabilidad y delicadeza, y Monstruoso, realmente un film diferente. No obstante, la gran sorpresa es LA NIEBLA. La he visto por casualidad, ya que las palabras cine y Stephen King nunca han casado demasiado, pero he terminado el film con una auténtica sensación de maravilla.
TITULO ORIGINAL: The mist (2007)
DIRECCION: Frank Darabont
ACTORES: Thomas Jane, Marcia Gay Harden, Laurie Holden, Andre Braugher, Toby Jones, Bill Sadler, Jeffrey Demunn, Frances Sternhagen, Nathan Gamble.