No se lo pierdan. Nuestro chouman preferido, el señor Chávez, la acaba de armar otra vez, y nunca mejor dicho. Después de adquirir cien mil fusiles de asalto AK-47 -cuyo inventor, el general Mijaíl Kaláshnikov, acaba de cumplir 87 años este julio: felicidades, Mijaíl-, ahora quiere meter también en el carrito de la compra unos cuantos submarinos rusos. ¿Para qué?, ¿para defenderse de la belicosa marina boliviana?, ¿quizás le ha amenazado algún rastamán de Jamaica?, ¿qué enemigos tiene Venezuela, que la obliga a blindarse con una loriga erizada de misiles, helicópteros de combate y minas antitodo? Nuestro chouman preferido dice que Washington prepara la invasión del país, que prácticamente hay una conjura judeo-masónica mundial para acabar con la revolución bolivariana, que el fin de los tiempos se acerca y hay que prepararse… no obstante, yo creo que la verdadera razón es que ahora, entre los nuevos ricos, los yates, los Bugattis y los viajes a la Estación Espacial Internacional son cosa del pasado; lo verdaderamente in son los submarinos privados de recreo, de esos que en vez de llevar misiles de crucero Tomahawk, disparan corchos de champán y tienen gimnasio opcional; que si Paul Allen, de Microsoft, tiene uno, yo no voy a ser menos. Coñas aparte, cada vez que leo algo sobre Chávez, me acuerdo del viejo coronel Aureliano Buendía, pero no porque como éste haya promovido treinta dos levantamientos armados y los haya perdido todos, sino porque está empeñado en convertir la política en realismo mágico. Chávez representa el perfecto ejemplo de populismo: algo marrullero, fraudulento, tiránico, palabrero, adulador, azuzador de resentimientos, corrupto y corruptor. Este individuo sabe perfectamente que para mantenerse en el poder debe tener un enemigo exterior -aunque sólo exista en su cabeza, en este caso Estados Unidos-, aprovechar el octavo pecado capital del hombre: la inercia -con una política teledirigida de pan y circo gracias a la bonanza petrolera-, pero, sobre todo, nuestro chouman preferido sabe que no hay nada más importante para no soltar el chollo que resulta su actual empresa, Venezuela S.A, que el miedo. Efectivamente, ese miedo que paraliza y anula al pueblo, que anquilosa su capacidad de reacción. Es prioritario inocular el miedo en sus mentes, un miedo que crezca y se multiplique, sólo hay que descubrir a qué tiene miedo la gente y dejar que esa puerta abra otra puerta al miedo y así sucesivamente. Para todo ello no duda en silenciar canales de televisión opositores como Radio Caracas a fin de poder así mejor pontificar desde sus diarios, televisiones y radios acólitos; en nacionalizar todos los sectores estratégicos de la economía; en mantener constantemente una política que subraya el conflicto y en polarizar salvajemente la sociedad venezolana… y así, tacita a tacita, el día menos pensado comenzarán a sonar los timbres de las casas a altas horas de la madrugada, y pueden estar seguros de que, como decía Churchill, no será el lechero. En un mundo en que ya se está descifrando el mapa del ADN humano, donde somos capaces de reimplantar miembros, se habla de la posibilidad de la teletransportación y hay esperanza de encontrar mundos habitados gracias a los nuevos telescopios ultravioletas, todavía tenemos que lidiar con estos escarabajos que arrastran sus pelotas de excrementos ideológicos con los que malbaratan la libertad y el librepensamiento. Una pena.
MOSCAS A CAÑONAZOS
No se lo pierdan. Nuestro chouman preferido, el señor Chávez, la acaba de armar otra vez, y nunca mejor dicho. Después de adquirir cien mil fusiles de asalto AK-47 -cuyo inventor, el general Mijaíl Kaláshnikov, acaba de cumplir 87 años este julio: felicidades, Mijaíl-, ahora quiere meter también en el carrito de la compra unos cuantos submarinos rusos. ¿Para qué?, ¿para defenderse de la belicosa marina boliviana?, ¿quizás le ha amenazado algún rastamán de Jamaica?, ¿qué enemigos tiene Venezuela, que la obliga a blindarse con una loriga erizada de misiles, helicópteros de combate y minas antitodo? Nuestro chouman preferido dice que Washington prepara la invasión del país, que prácticamente hay una conjura judeo-masónica mundial para acabar con la revolución bolivariana, que el fin de los tiempos se acerca y hay que prepararse… no obstante, yo creo que la verdadera razón es que ahora, entre los nuevos ricos, los yates, los Bugattis y los viajes a la Estación Espacial Internacional son cosa del pasado; lo verdaderamente in son los submarinos privados de recreo, de esos que en vez de llevar misiles de crucero Tomahawk, disparan corchos de champán y tienen gimnasio opcional; que si Paul Allen, de Microsoft, tiene uno, yo no voy a ser menos. Coñas aparte, cada vez que leo algo sobre Chávez, me acuerdo del viejo coronel Aureliano Buendía, pero no porque como éste haya promovido treinta dos levantamientos armados y los haya perdido todos, sino porque está empeñado en convertir la política en realismo mágico. Chávez representa el perfecto ejemplo de populismo: algo marrullero, fraudulento, tiránico, palabrero, adulador, azuzador de resentimientos, corrupto y corruptor. Este individuo sabe perfectamente que para mantenerse en el poder debe tener un enemigo exterior -aunque sólo exista en su cabeza, en este caso Estados Unidos-, aprovechar el octavo pecado capital del hombre: la inercia -con una política teledirigida de pan y circo gracias a la bonanza petrolera-, pero, sobre todo, nuestro chouman preferido sabe que no hay nada más importante para no soltar el chollo que resulta su actual empresa, Venezuela S.A, que el miedo. Efectivamente, ese miedo que paraliza y anula al pueblo, que anquilosa su capacidad de reacción. Es prioritario inocular el miedo en sus mentes, un miedo que crezca y se multiplique, sólo hay que descubrir a qué tiene miedo la gente y dejar que esa puerta abra otra puerta al miedo y así sucesivamente. Para todo ello no duda en silenciar canales de televisión opositores como Radio Caracas a fin de poder así mejor pontificar desde sus diarios, televisiones y radios acólitos; en nacionalizar todos los sectores estratégicos de la economía; en mantener constantemente una política que subraya el conflicto y en polarizar salvajemente la sociedad venezolana… y así, tacita a tacita, el día menos pensado comenzarán a sonar los timbres de las casas a altas horas de la madrugada, y pueden estar seguros de que, como decía Churchill, no será el lechero. En un mundo en que ya se está descifrando el mapa del ADN humano, donde somos capaces de reimplantar miembros, se habla de la posibilidad de la teletransportación y hay esperanza de encontrar mundos habitados gracias a los nuevos telescopios ultravioletas, todavía tenemos que lidiar con estos escarabajos que arrastran sus pelotas de excrementos ideológicos con los que malbaratan la libertad y el librepensamiento. Una pena.
No se lo pierdan. Nuestro chouman preferido, el señor Chávez, la acaba de armar otra vez, y nunca mejor dicho. Después de adquirir cien mil fusiles de asalto AK-47 -cuyo inventor, el general Mijaíl Kaláshnikov, acaba de cumplir 87 años este julio: felicidades, Mijaíl-, ahora quiere meter también en el carrito de la compra unos cuantos submarinos rusos. ¿Para qué?, ¿para defenderse de la belicosa marina boliviana?, ¿quizás le ha amenazado algún rastamán de Jamaica?, ¿qué enemigos tiene Venezuela, que la obliga a blindarse con una loriga erizada de misiles, helicópteros de combate y minas antitodo? Nuestro chouman preferido dice que Washington prepara la invasión del país, que prácticamente hay una conjura judeo-masónica mundial para acabar con la revolución bolivariana, que el fin de los tiempos se acerca y hay que prepararse… no obstante, yo creo que la verdadera razón es que ahora, entre los nuevos ricos, los yates, los Bugattis y los viajes a la Estación Espacial Internacional son cosa del pasado; lo verdaderamente in son los submarinos privados de recreo, de esos que en vez de llevar misiles de crucero Tomahawk, disparan corchos de champán y tienen gimnasio opcional; que si Paul Allen, de Microsoft, tiene uno, yo no voy a ser menos. Coñas aparte, cada vez que leo algo sobre Chávez, me acuerdo del viejo coronel Aureliano Buendía, pero no porque como éste haya promovido treinta dos levantamientos armados y los haya perdido todos, sino porque está empeñado en convertir la política en realismo mágico. Chávez representa el perfecto ejemplo de populismo: algo marrullero, fraudulento, tiránico, palabrero, adulador, azuzador de resentimientos, corrupto y corruptor. Este individuo sabe perfectamente que para mantenerse en el poder debe tener un enemigo exterior -aunque sólo exista en su cabeza, en este caso Estados Unidos-, aprovechar el octavo pecado capital del hombre: la inercia -con una política teledirigida de pan y circo gracias a la bonanza petrolera-, pero, sobre todo, nuestro chouman preferido sabe que no hay nada más importante para no soltar el chollo que resulta su actual empresa, Venezuela S.A, que el miedo. Efectivamente, ese miedo que paraliza y anula al pueblo, que anquilosa su capacidad de reacción. Es prioritario inocular el miedo en sus mentes, un miedo que crezca y se multiplique, sólo hay que descubrir a qué tiene miedo la gente y dejar que esa puerta abra otra puerta al miedo y así sucesivamente. Para todo ello no duda en silenciar canales de televisión opositores como Radio Caracas a fin de poder así mejor pontificar desde sus diarios, televisiones y radios acólitos; en nacionalizar todos los sectores estratégicos de la economía; en mantener constantemente una política que subraya el conflicto y en polarizar salvajemente la sociedad venezolana… y así, tacita a tacita, el día menos pensado comenzarán a sonar los timbres de las casas a altas horas de la madrugada, y pueden estar seguros de que, como decía Churchill, no será el lechero. En un mundo en que ya se está descifrando el mapa del ADN humano, donde somos capaces de reimplantar miembros, se habla de la posibilidad de la teletransportación y hay esperanza de encontrar mundos habitados gracias a los nuevos telescopios ultravioletas, todavía tenemos que lidiar con estos escarabajos que arrastran sus pelotas de excrementos ideológicos con los que malbaratan la libertad y el librepensamiento. Una pena.
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