No soy fan del señor Sánchez
-quien haya leído mis artículos sabe lo que pienso de él-, pero me
ha sorprendido y me interesa el gobierno que ha pergeñado. Acerca del
-vilipendiado en las redes- ministro de Cultura, digo lo mismo: todo el mundo merece
una oportunidad, y más contemplando los anteriores ministros, que excelencia
artística no implica capacidad de gestión, y viceversa. Solo recordar la
lección de Barrio Sésamo que nos regaló Torreblanca: la socialdemocracia utiliza los mecanismos de la
economía de mercado para crecer y los mecanismos estatales para redistribuir el
crecimiento económico logrado. Crecer para repartir, nunca repartir antes o a
costa de crecer. A día de hoy, ya no me interesa demasiado la ironía posmoderna
o si mezclas la ropa blanca con la de color en política, lo que busco es
eficacia, que el país siga funcionando y que continúe unido. Si el señor
Sánchez, después del lamentable balance que lleva acumulado es capaz de
aprender de sus errores y ser venero de un gobierno equilibrado, no seré yo
quien lo acuchille. Ya lo decía Cicerón: una nación puede sobrevivir a los
locos y a los ambiciosos, pero no puede sobrevivir a la traición desde dentro.
Respecto a la paridad o que haya más o menos gays, digo también lo de siempre:
solo me importan los méritos, el sexo o la orientación sexual me da exactamente
lo mismo. Si las intenciones del señor Sánchez son repetir los afeites del señor
Zapatero, mal vamos: por sus obras los conoceremos. El problema evidente es que
no sé si tendrán tiempo u oportunidad para trabajar, y también me preocupan las
promesas que se puedan hacer a cencerro tapado a los golpistas catalanes -que
todavía no conocemos-, así como las concesiones a partidos soberanistas y
formaciones autonómicas. Respecto a un hombre como Sánchez -que estoy
convencido milita en la sentencia gramsciana acerca de que la victoria,
profesionalmente hablando, es un fin en sí misma-, pensar que se puede
convertir en un estadista de la noche a la mañana solo puede entenderse desde
la superstición. Dicho lo cual, les deseo suerte para enfrentarse en estos
meses al asedio de colmillos retorcidos: lo importante es que España funcione y
no ceda a chantajes, que España converja con Europa y que no extravíe el maná público.
Ahorrémonos el pesimismo, que solo es útil en épocas de gloria.
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