Como en su momento estuvieron de moda los gintonics y la cerveza artesanal, ahora les ha dado por explorar las posibilidades del vermú. Siguiendo el zeitgeist, me he puesto manos a la obra: un vermú los sábados por la mañana en alguna terraza es uno de los grandes placeres de la vida. Los productores trabajan continente y contenidos y han proliferado nuevas opciones, tras probar unos cuantos, sigo fiel a mi vermú de cabecera: Yzaguirre, rojo reserva. Con una corteza de naranja o aceitunas. El blanco reserva también está muy rico.
Solo con leer la dedicatoria de “Ecuatoria”, la nueva novela de Patrick Deville, ya puedes intuir que aquí hay tomate: “A Brazza y otros héroes como él, traidores e indecisos”. No había leído la anterior novela del francés, “Peste & Cólera”, pero me decidí a acercarme al autor y no quedé defraudado. “Ecuatoria” es una novela-crónica de estructura tornadiza que parte de la aventura de Pierre Savorgnan de Brazza, el fundador de la capital congoleña, Brazzaville, pero pensar que va solo de colonialismo es como pensar que “Mad men” va solo de machismo y dry martinis. Deville despliega ante nosotros una tela de araña histórica y temporal que conecta a un desterrado Ovidio en el Ponto Euxino -a saber qué le hizo a la nieta de Augusto-, con Stanley, Julio Verne, Albert Schweitzer, Celine, Livingstone, Pierre Loti, Conrad, y lanzando sus últimos y pegajosos hilos a los conflictos angoleños protagonizados por el Che, Jonás Savimbi y Agostihno Neto -cuyo cadáver continúa congelado y perdido en algún lugar de Rusia-. “Ecuatoria” nos habla de un retal de África que comprende el Congo, Angola, Gabón, Santo Tomé -cuyos golpes de estado de andar por casa son de antología-…, y nos habla de unos hombres y unas mentalidades diferentes, capaces, como Henry Morton Stanley -sí, el de “Livingstone, I presume”- de cruzar todo el continente llevando consigo champán para servirlo caliente en cubiletes de plata, o como Albert Schweitzer, de remontar los ríos en vapores, vestido de blanco, con un equipaje de setenta baúles y un piano para tocar a Bach por las noches. Imagínense. Como escribía Conrad, estos hombres estaban nutridos de ilusiones, porque “si no renunciarían pronto a la vida y ese sería el final del género humano”, pero también son, como escribe Deville, “vidas destrozadas por la tentación del heroísmo”. Yo me lo he pasado estupendamente leyendo esta mezcla iconoclasta de historia, reportaje, biografía, novela, que cruza tantos géneros como fronteras, una muestra más de la vitalidad de la literatura, ese muerto que cada año se entierra y cada año se va de romería.
La editorial Suburbano de Miami acaba de publicar mi ebook de cuentos "Caminando sobre las aguas".
Suburbano ediciones from Miami have just released my short-stories ebook "Caminando sobre las aguas",
Los días 10 y 11 de abril estaré en Santander, en el I Congreso de Periodismo Cultural. Organizado por la Fundación Santillana, Fundación Botín y el Ayuntamiento de Santander. Les esperamos en el Palacio de la Magdalena.
http://www.fundacionsantillana.com/actividades/detalle/219/10-y-11-de-abril-de-2015-i-congreso-de-periodismo-cultural/
Últimamente le he dado muchas vueltas a la noción de conciencia, y los últimos estrenos de cine y noticias no han sido ajenos a esta cuita. Desde “Autómata” hasta “Ex Machina“, pasando por las últimas advertencias de Stephen Hawking alertando acerca del peligro de que la inteligencia artificial liquide a nuestra especie. Visto con frialdad, sería el siguiente paso lógico en la evolución, y estoy convencido de que la “Singularidad“ no queda lejos, ese instante en que una máquina con acceso a todos los motores de búsqueda en la red, y tras millones de datos cruzados, da el paso que nosotros dimos hace miles de años y baja de su árbol particular con una sencilla pregunta: ¿quién soy? Personalmente creo que se trata de una mera cuestión de tiempo, nosotros somos máquinas biológicas, y el proceso de acumulación de datos hasta interconectarlos de forma aleatoria nos llevó un periodo determinado, hasta que hubo una erupción de pensamiento abstracto, se afilaron las piedras y alguien dibujó una cabeza de caballo violeta en la anfractuosidad de una cueva. Una vez que el robot decida quién es, comenzará a hacerse otras preguntas, a sentir, a emocionarse, a enamorarse, a odiar… y entonces, al igual que los replicantes de Blade Runner, ¿quién podrá negar que son nuestros iguales? En realidad, y como decía Orwell, ellos serán más “iguales” que nosotros, ya que en poco tiempo el humano biológico empezaría a acumular desventajas en todos los órdenes, potencia racional, capacidades físicas, y ni la santísima trinidad de las reglas de Asimov podrían protegernos. Surgen entonces ominosos nombres, Terminator, HAL, Yo, Robot, episodios de Black Mirror… “¿Solo una máquina?, le decía el robot Cleo a Antonio Banderas, eso es como decir que tú eres solo un simio”. Con esa sencilla réplica el autómata nos colocaba los siguientes en el disparadero, como el Homo Sapiens le dio pasaporte a los Neandertales. ¿Soluciones? Bueno, yo nunca he sido un héroe, así que me voy pidiendo que me descarguen en un cubo de memoria, como proponía John Varley, y que me introduzcan en un soporte más duradero que el actual. No será lo mismo, pero siempre cabrá la posibilidad de la inmortalidad. No lo llamen traición, llámenlo adaptación: la esencia misma de la humanidad.
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