Yo, que tanto me he reído con la ambigüedad del idioma portugués, al final he caído en sus redes. Me explico. Me hallaba todo ufano presentando Os demonios de Berlim en el festival literario Correntes d´Escritas, en Povoa de Varzim, cuando justo tras decir que mi novela era el broche a la trilogía de Arturo Andrade, la gente empezó a descojonarse. Bien, pensé, alguien ha contado un chiste, puse cara de pistolero y continué la presentación. El problema era que el cachondeo continuaba, y veía las caras del público muertas de risa, y a los periodistas, y a alguno de mis editores. En ese momento lo único que piensas es en mirarte a ver si tienes abierta la bragueta, pero como estaba sentado, y ante la imposibilidad de seguir, me acerqué al copresentador, un colega de Porto Editora, y le pregunté qué ocurría. Éste, en un principio no se atrevía a desvelarme el misterio de Fátima, hasta que, tras insistirle y evidenciarle que era imposible seguir en aquellas condiciones, me aclaró que broche, en portugués, significa mamada. Acabáramos. Me uní al descojone general y ya pudimos reírnos todos juntos. A partir de ahí no hubo problemas, "desficimos el entuerto", y a la manera del Quijote, "fuese y no hubo nada". Comprobé de nuevo que el idioma portugués tiene más peligro que trescientos metros de agua por metro cuadrado. Aunque luego, a toro pasado, pensé que sí, que si consideramos que las felatio suelen ser placenteras, mi novela podría ser un broche al intelecto. Así que, en efecto, mi novela es una mamada. Una razón más para hacerse con ella. Moito obrigado.
SEGUNDA EDICIÓN¡¡
Entrevista en la televisión portuguesa
http://www.youtube.com/watch?v=03jg0tJ6oBk
El cuarto, un servidor, y mi querido Wolfram, el quinto. Aquí estamos, en el Belvedere; fui invitado por el Cervantes de Viena para hacer un recital literario sobre Los demonios de Berlín. http://viena.cervantes.es/de/kultur_de/kulturaktivitaeten_de.shtm, y para hablar de la condición humana en general. Algo apasionante, porque al cabo, como dice Wolfram: la locura es el estado habitual del ser humano, la normalidad no pasa de ser una desviación aberrante.
TAKE THIS WALTZ: Viena es un cielo gris, espectral. Wien es Arthur Schitzler, Max Frisch, Josef Winkler, Stepan Zweig, Hofmannsthal. Viena es la mierda de perro en las calles. Las costillas y la cerveza artesanal del Salm Bräu, en la Rennweg -se sabe cuándo se entra, pero nunca cuándo se sale-. La especial manera que tienen los vieneses de coger el cigarrillo. Wien es la salvajada del Hofburg. La casa donde murió Schubert. Un boliviano que sólo hablaba austriaco. El mercado de las pulgas. La alucinante y terrorífica propaganda nazi del Heeresgeschitliches Museum. Viena son las riquísimas tartas del Orerlaa. Aquella niña de ojos transparentes sentada en las escaleras del Kunsthistorisches, que me miró sonriente, la obra de arte más importante que albergaba el museo, de hecho, ella era el museo. Encontrarme por causalidad con la casa de Freud, en la Berggasse 19, de la que tuvo que salir pitando cuando los nazis le pidieron cita. Wien fue el concierto del Musikverain -la sexta de Mahler, la séptima de Beethoven, Danzi, Francaix, Berio, Barber, Hinderwith…-. La sabrosa Bohmische Braunbiersuppe. El poderoso vino blanco austriaco. El encanto del Belvedere, Max Oppenheimer, Hans Makart, Franz Xaver Messerschmidt. Aquella belleza morena recién salida de un cuadro de Klimt degustando una Birnen-Williams Torte. Viena es la amabilidad de la gente del Cervantes -Vielen Dank für die Einladung¡-. Un puñetero dolor de espalda por una mala postura al escribir. Estatuas suicidas en las azoteas. Aquellos tipos que se sentaron a mi lado y pidieron para cenar dos enormes trozos de tarta y medio litro de cerveza de trigo. Un camarero tirándome los tejos a ver si colaba. El Heisse Schokolade, chocolate caliente con brandy, que me tomaba todas las mañanas en el Café Museum. Aquella tienda de pañuelos donde tenían una foto bien grande con Sharon Stone mirando su mercancia, este es el sitio que eligen las estrellas de Hollywood para hacer sus compras. Wien es un cine en el Ring que ponía El Tercer Hombre en sesión continua.
Así dejó Freud su sombrero, la boina y el bastón el día que tuvo que salir a toda velocidad de Viena.
El vehículo original en el que atentaron contra Francisco Fernando en Sarajevo, 28 de junio de 1914.
Y por fin llegó la película. Tres años de producción, millones de variaciones en el guion, una búsqueda insaciable de dinero, un cásting trabajoso. Y Arturo Andrade en la pantalla, aunque ya estuviese en ella mucho antes de que Gerardo Herrero decidiese invitarle, y los 10º bajo cero que nos esperan en el rodaje de Lituania, y yo que voy a chantajear a todo cristo en 'atrezzo' para llevarme un casco, o una MP-40, o una Walther, o una gorra de las SS, o un Panzer si me dejan. Y el sueño cumplido, y los ojos que me he dejado escribiendo por las noches y en las hemerotecas por las mañanas, y las tortillas de mi madre, y el aquí no se rinde ni dios de mi madre, y los buenos, los idealistas divisionarios que tendrán un reconocimiento, y la madre Rusia, santa, amante y asesina, y el sudor que se cristaliza a 40º bajo cero, y los rusos a los que hay que matar a cuchillo porque las armas se nos congelan, y Ricardo hablándome de cómo habían conocido a Otto Skorzeny, y los amaneceres de plata oxidada, y la inmensidad de pensamiento de aquellas tierras, y el horizonte de Leningrado cubierto de Stukas, y Juan Diego Botto que adelgaza diez kilos para enfundarse en la piel de Arturo, y Carmelo Gómez obsesionado con Espinosa, un actor actor viéndose mil veces el monólogo de Kurtz para capturar el sufrimiento del personaje, y los Einsatzgruppen llevando el infierno consigo, y mi novia invitándome a cenar cuando se me calentaban los cascos, y la torrija con que los amigos de verdad -esos que estaban en los malos tiempos- lo celebramos, y dios que nos mira, y los huevos que se nos congelan, y el miedo que se enrosca en la garganta, y aquel señor tan mayor, antiguo divisionario, que me hablaba de todo menos de lo putas que las pasó allí, nada de guerra, no quería hablar de la guerra, y es que pasamos las de Caín, decía. Y el respeto del enemigo ruso, y el desprecio del amigo alemán, y el valor inconsciente, y las esperanzas traicionadas, y el quebranto tan grande en el espíritu, y los dedos que se quedan pegados al metal helado, y los soldados bajo palios de hielo, con sus corazones atrapados en gélidos segundos, y la cellisca, y la tiritera, y la muerte que nos mira desde las fotografías, y el hambre que sólo se podía calmar fumando, y la sangre, y la nieve.
Sino lo que deseas. Iba a mantener el agit-prop de la peli una semana, pero la vida es demasiado corta y hay demasiado que compartir. Esta versión de los Killers, para Otti, la mujer con la que envejeceré.
Juliet when we made love you used to cry
You said I love you like the stars above
I’ll love you till I die
There’s a place for us you know the movie song
When you gonna realise it was just that the time was wrong juliet?
I can’t do the talk like they talk on TV
And I can’t do a love song like the way it’s meant to be
I can’t do everything but I’d do anything for you
I can’t do anything except be in love with you
yeah.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)