| martes, 19 de junio de 2007 | 14:19




ESQUELETOS EN EL ARMARIO

La Defensora del Menor polaca quiere que expertos de su departamento analicen si la famosa serie de dibujos animados infantil de los Teletubbies, realizada por la BBC, fomenta la homosexualidad. La sospecha persigue especialmente a Twinky-Winky, que lleva un bolso, es morado y tiene un triángulo en la cabeza, símbolo que utilizaron los nazis para marcar a los homosexuales. La primera vez que lees esta noticia, te descojonas. Luego te dan ganas de llorar -claro que más luego te das cuenta de que se trata del mismo gobierno que quiere eliminar de la lista de libros de los programas escolares a tipos como Gombrowicz, Dostoievski, Goethe, Conrad… porque dicen que se trata de autores incomprensibles para los menores, y vas entendiendo-. En fin. Un amigo de esos tan gays que en vez de salir del armario es capaz de meterte dentro, me ha sugerido que proponga una investigación sobre el osito Winnie the Pooh, que también pierde bastante aceite; sobre Epi y Blas, una sospechosa pareja de hecho que duermen en la misma habitación desde que yo tengo memoria de Barrio Sésamo; y ya de paso, otra más sobre Espinete, que debe tener en el móvil la melodía de YMCA, de los Village People. Yo, soltero, entero y hetero, sigo repitiendo con cierto cansancio la frase de aquel ateo alemán cuando los nazis comenzaron a cerrar iglesias y perseguir curas: por el amor de Dios, hoy hasta es necesario luchar para defender una fe que uno ni siquiera tiene. El problema es que éste no es un hecho aislado, sino la punta de lanza de una nueva Cruzada homofóbica. En la semana del Orgullo Gay de Moscú, grupos radicales estuvieron repartiendo estopa ante la inactividad de la policía; los mismos follones que se suceden en Moldavia, Israel, Letonia, Rumanía… En 1969, la revuelta en el pub Stonewall de Nueva York fue el pistoletazo inicial de la revolución gay y lesbiana en el mundo, un arduo camino desde la tolerancia cero hasta el reconocimiento legal y los matrimonios civiles. En España hasta hace poco teníamos una Ley de Peligrosidad Social en la que se quedaron enganchados cientos de miembros de este colectivo, encarcelados, apalizados, sometidos a terapias aversivas a base de electroshocks… y se señalaba con el dedo a los violetas, mariposos, sarasas, maricones, tríbadas, tortilleras, los de la cáscara amarga, los de la acera de enfrente… No obstante, permaneció sobre todo un fuego en el yo, el fuego del amor a la vida, que se iba a resistir al reduccionismo y continuaría abriendo centímetro a centímetro la puerta del armario global. Esta señora Defensora no se da cuenta de que el pobre Twinky-Winky no va a fomentar nada en los críos que éstos no tengan ya dentro, trátese de un homosexual, un heterosexual, un bisexual, un pansexual, un transexual o un loqueseasexual. Sin embargo, y al margen de consideraciones jurídicas y reivindicaciones pioneras, quizás lo que mejor defina las aspiraciones del colectivo homosexual -y de cualquier colectivo- sean las palabras de Rampova Cabaret: No queremos que nos persigan, ni que nos discriminen, ni que nos maten, ni que nos curen, ni que nos analicen, ni que nos expliquen, ni que nos toleren, ni que nos comprendan: lo que queremos es que nos deseen. Creo que todo el mundo coincidimos en que una vida sin deseo no merece la pena ser vivida, es decir, que hagan el favor de dejar a Twinky-Winky menear el bolso o lo que quiera menear, que la vida son dos días, y uno lo pasamos durmiendo, o sea, que no me toquen a Dostoievski.