Patrick Melrose

| lunes, 10 de septiembre de 2018 | 13:15



En los momentos difíciles surgen flores extrañas. Es la frase que se me ocurre para definir esta miniserie protagonizada por el talentosísimo Benedict Cumberbartch, basada en los libros del aristócrata Edward St,.Aubyn. Tocar el fondo del infierno lleva su tiempo, y Patrick Melrose, trasunto del escritor, se toma el suyo mediante un cóctel de alcohol, drogas, ironía y autocompasión, a causa de una psique destrozada por los abusos de su padre cuando era niño y la ausencia de una madre alcohólica, ella era una niña perfectamente conservada en un tarro de dinero, alcohol y quimeras. La clase alta británica, hipócrita y amoral, es minuciosamente despiezada con un ritmo intenso y agridulce, apoyado en una utilización sublime del color en cada escena. Sadismo, adicciones, mordacidad, alguna epifanía, intentos de suicidio, transgresión de todo tipo de tabúes: una ruleta que va girando en busca de una bala terminante que nunca llega. La gente nunca recuerda la felicidad con el cuidado que le dedica a recordar cada detalle del sufrimiento. Patrick Melrose mira desde su habitación de hotel -carísima, of course- y se pregunta en un bajón de la farlopa y el caballo para qué sirve una ventana si no es para tirarse por ella. Si la victoria tiene solo un relato y la derrota cientos, la serie se aplica en contar los numerosos puentes que han quedado rotos sobre las turbulentas aguas del inconsciente, repletas de tenebrosos marrajos: Martinis, clubes privados, sobres llenos de billetes en el bolsillo -dinero que le llega del cielo, dinero sin sudor-, traumas, chutes de heroína, la voz en off de sus pensamientos torturados, humor negro. Precisamente la acidez es uno de sus aciertos: vamos a menos, dice una de las amigas de Patrick, antes mis amigos me contaban cómo utilizaban la mantequilla en sus sesiones de sexo, ahora me relatan cómo la han quitado de sus dietas por el colesterol. Cinco únicos capítulos que se corresponden con las cinco novelas de St. Aubyn: un viaje desde los años sesenta en el sur de Francia, que pasa por NYC en los ochenta y termina en Gran Bretaña a principios de 2000, en el que destaca un terrorífico Hugo Weaving -si recuerdan a Elrond en El Señor de los Anillos y al agente Smith en Matrix-, como padre de Patrick, que les quitará el sueño, o peor, se lo llenará de pesadillas infantiles. Gran serie, entretenimiento de calidad, y un personaje con el que se reirán, le tendrán compasión y en ocasiones se desesperarán: la heroína es lo único que realmente funciona, lo único que detiene la carrera del hámster en la rueda, la heroína es el séptimo de caballería, se enrosca en mi sistema nervioso como tu gato se enrosca alrededor de su cojín preferido, es como un puñado de gemas cayendo de tu mano