Estaremos siempre, los sabes,
en los palcos
de todas las revoluciones
levantando las pupilas por encima
de la montura
de las gafas.
¡Y siga la guillotina
abriendo brechas en los cuellos
blancos de los que toman partido!
Estaremos siempre en los palcos,
con guantes largos, mirada extraviada,
estaremos comentando las hazañas
de los héroes,
señalando con el dedo
las batallas,
haciendo poesía en la guerra,
en su guerra...
Y susurrantes.
Las mujeres vitrificando óvulos. El declive demográfico español con el año 2015 como “deadline” en que se producirán por primera vez más muertes que nacimientos. La insuficiencia del saldo migratorio para compensar. Seremos menos, seremos más viejos, seremos más dependientes. Todos calvos salvo aquellos que tengan ese gen milagroso de la melena apolínea. Somos dueños de una de las tasas de fecundidad más bajas del mundo, nadie se arriesga cuando en el fondo del bolsillo solo hay pelusa y cáscaras de pipas. Nuestros vecinos franceses -a pesar del recorte de su universalidad en función de la renta- han desarrollado una cultura de ayudas familiares de 129 euros a partir del segundo hijo, con las familias de tres churumbeles percibiendo 295 euros al mes, y las de cuatro, 460 euros. A partir de ahí la ayuda aumenta a 165 euros por cada nuevo hijo, etc… Así les va, mejor que a nosotros, por supuesto, con nuestra pirámide poblacional invertida, suspendiendo estrepitosamente no solo en el soporte a las familias -menos del 0,1% del PIB-, sino también en los espacios de conciliación laboral, bajas de maternidad, y otra vez “etc“. Y no les hablo de Suecia o Dinamarca porque nos pondríamos a lágrima viva. Esta parálisis ante los nuevos desafíos va camino de convertirse en una tradición como el café cortado, y cuando acabe la travesía del desierto y echemos un vistazo a la espalda no va a quedar ni el tato para celebrar la llegada a la tierra de bonanza. En la película “El Congreso” la solución la proporcionaba el mundo corporativo con un subidón químico programado para mantenerte en un estado de beatitud en tecnicolor, y camuflar esa realidad que tanto nos disgusta. No sé qué es peor, el entreguismo o la ceguera. Spinoza decía que no llorásemos, que no riésemos, mejor que nos pusiéramos a la tarea de comprender las cosas. Y lo que también hay que entender es que si no hay nuevas generaciones, ¿quién va a sostener la financiación del sistema de seguridad social?, ¿quién va a atender a los mayores?. Recuerdo aquel cuento en que el último hombre la tierra oye sonar el teléfono…
La danza como una de las bellas artes
De IGNACIO DEL VALLE | miércoles, 19 de noviembre de 2014 | 15:50
Entre tanta mediocridad, ¿quieren ver ustedes algo realmente valioso, creativo, estético, emocionante e inolvidable? Aquí tienen la coreografía en directo que Maddie Ziegler y Allison Holker han creado para la canción "Chandelier" de Sia.
https://www.youtube.com/watch?v=l9AzXJL2PrM
Agenda:
Día 11 nov: estaré en un coloquio en el Instituto Cervantes de Tokio junto a Lorenzo Silva y Go Osaka.
http://tokio.cervantes.es/FichasCultura/Ficha96746_67_1.htm
Día 12 nov: Impartiré una conferencia en la Universidad de Tokio.
Qué tipo de país somos, en el que en unos escasos metros cuadrados de Madrid tenemos un área en la que vivieron Lope de Vega, Góngora, Quevedo y Cervantes, y apenas hay en el suelo unas letras en bronce medio despintadas que indican el portento. Cuántos países pueden presumir de tal lustre, y cuántos pondrían escondidas placas que apenas informan de su presencia en el Barrio de las Letras. En vez de ejecutar una operación de propaganda para cantar la gloria de los genios, que vivieron, escribieron, se emborracharon y se odiaron casi hombro con hombro, debemos buscar con lupa los “landmark”. Estos nos informan parcamente dónde estaba la imprenta con la que Juan de la Cuesta fijó el primer ejemplar del Quijote, la casa de Lope de Vega, la iglesia de San Sebastián, donde yace enterrado, la vivienda de la que Góngora fue desahuciado por Quevedo, el mentidero de representantes, donde se reunían actores y literatos, la casa en la que Cervantes vivió sus últimos años o el convento de las Trinitarias, donde yacen sus restos -todavía inauditamente por encontrar-. En el siglo XVII recorrieron calles enfangadas, fueron duchados por el “agua va”, putearon, se criticaron ferozmente -siempre ha sido el deporte nacional-, se batieron a diestro y siniestro, compartieron miseria, pero al tiempo crearon una de las obras literarias más sublimes de cualquier época. Este Parnaso de incisiva pluma languidece en las tardes de estío madrileñas, solo intuido por los turistas, que de vez en cuando se asombran de una placa con el nombre de Cervantes o Lope, pero no alcanzan a ponderar el conjunto. “Parga propia magna. Magna aliena parva”, dice el dintel epicúreo de la casa de Lope, “Lo pequeño propio es grande. Lo grande ajeno es pequeño”, en elogio de su lugar en el mundo. Una pequeñez frente a la que Góngora ponía a caldo a Quevedo por sus querencias alcohólicas -Don Francisco de “Quebebo“-, mientras su enemigo íntimo le devolvía las lindezas -escritor sucio entregado a la indecencia y la baraja-, y Cervantes alumbraba línea a línea el Quijote. Una pequeñez, en efecto, una menudencia, una nadería… universal.
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