¿No lo han escuchado? El movimiento tectónico del sistema chirría, desliza sus planchas advirtiéndonos de que todas nuestras certezas comienzan a titilar. Las ideas tradicionales ya no sirven, los patrones clásicos se quedan obsoletos, la política ha perdido la cintura. Se buscan representantes transitorios que regresen después a sus legítimas ocupaciones, con sólidos bagajes intelectuales, capacidad resolutoria y que no confundan la res pública con la “república independiente de su casa”. Se piden referentes, líderes que transformen los estados de ánimo de la sociedad en soluciones concretas. En un mundo volátil hay que cuidar el pasado de Europa, pero también producir futuro. Déficit y deuda al servicio de los ciudadanos, el crecimiento económico uncido al saneamiento de nuestra cuenta corriente, impuestos parejos a los de las grandes empresas, créditos para alimentar la creatividad y el impulso. ¿No lo oyen? Es un crujido que anuncia que el diseño era erróneo desde el primer movimiento del compás, y que el defecto puede hundir todo el edificio. El mundo no espera. El gas ruso no tendrá piedad de nosotros, la escasa natalidad obligará a los ancianos a darse mutuamente la papilla, los vecinos al otro lado del mediterráneo seguirán desarrollando metástasis yihadistas y lanzando nadadores desesperados por alcanzar la tierra prometida. Es un sonido que puede ayudarnos a prevenir o bien anunciar una avalancha insalvable de retrocesos, nacionalismos, fascismos, integrismos, populismos, xenofobias, pensamientos únicos, la rueda de una Historia que gira y nos deposita en el mismo punto que creíamos conjurar con el estado del bienestar. Depende. Todo depende de si creemos que son los primeros temblores del Armagedón o una simple reyerta de okupas antisistema. Al final no nos espera ya un desahucio, ni un juicio por corrupción, ni un escrache, al final del proceso histórico hay un tiro en la nuca para cada uno de nosotros. Vota Cthulhu, decían unos anuncios en la Red, con la figura de pesadilla de la invención lovecraftiana, ¿por qué elegir el mal menor?
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