La última película de Jim Jarmusch, "Only lovers left alive", fue de esas que ves de un tirón y luego andan rondándote el magín al igual que esas canciones que se pegan como chicle a las neuronas. Regresamos al tema de los vampiros, pero esta vez la gracia reside en que su ansia por sangre fresca se ve superada por su sed de conocimiento. Tanto Tilda Swinton y Tom Hiddleston son una pareja de vampiros que viven separados entre Tánger y Detroit; llevan siglos juntos y en buena armonía, una relación profunda y elegante. Como buenos sensualistas, tienen resacas si la sangre que toman no es pura, y su supervivencia depende del suministro de plasma. Ahora bien, hay otro peligro que les acecha: el aburrimiento. El hastío de la eternidad representa una amenaza tanto o más que la luz del sol o la mala alimentación. ¿La solución? Una búsqueda constante de estimulación intelectual, siglo tras siglo, conociendo a gente como Byron, Schubert, Shakespeare… Nuestros vampiros son estetas, diletantes, dandis… pero no están a salvo de las depresiones, la soledad y el tedio, hasta el punto de que son muy conscientes que la extrema lucidez con que han sido obsequiados, fruto de una experiencia de centurias, tiene su precio, y no es precisamente bajo. El tiempo que nos desmocha al resto sin ninguna contemplación busca en ellos caminos más retorcidos para hacer mella, y su respuesta es transformar su devenir en una romántica apoteosis del arte por el arte. El vampiro sublima cada momento, se intoxica de vida en todas sus acepciones, sangre, pintura, música, literatura… que les ayuda a soportar la existencia a través de una estética sin atisbos de ética alguna. Esta nueva vuelta de tuerca vampírica viene a sumarse a la melancólica “Déjame entrar”, la aristocrática “El Ansia”, la ya clásica “Entrevista con el vampiro”, la divertida “El Baile de los vampiros”, la canónica “Nosferatu” y la respetuosa y al tiempo desaforadamente expresionista “Drácula” de Coppola. Afilen los colmillos para todo este banquete de imágenes, y sientan algo de empatía por esas criaturas -siempre con un collar de ajos al lado, no vaya a ser-, ya que, al final, también ellas necesitan un poco de cariño.
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1 comentarios:
En mi vida leí pocos libros de vampiros, sin embargo hace años leí El principe oscuro, de Christine Feehan y la historia me atrapó, después consulté en wikipedia más datos sobre la autora y me acerqué más a su obra, pero nada superó ese primer libro en cuanto a las novedades que me aportó, tal vez por eso, por lo poco que había leído sobre vampiros.
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