Anuncian con gran fanfarria que van a buscar los restos de Miguel de Cervantes y Saavedra en el convento madrileño de las Trinitarias Descalzas. Políticos, intelectuales, académicos, arzobispos y aves de toda pluma se apresuran a congratularse por la magna empresa común. Si mal no recuerdo, Cervantes lleva ahí enterrado desde 1616, y a nadie hasta ahora se le había ocurrido tirar de pala. Hablamos de Cervantes, señores, que por tener, tiene hasta un instituto bautizado con su nombre. Cada vez que me tomaba una caña por Huertas -que ya en época del escritor era zona de bohemia y jarana-, y veía los muros mamposteros del convento, me asombraba de que nadie se hubiera planteado dar con los polvorientos huesos del genio y pergeñar un punto de peregrinación turístico a fin de elevar las magras cuentas del turismo madrileño. Una simple cuestión pecunaria, ni siquiera ponía sobre la mesa cuestiones de espíritu, prestigio o dignidad. El señor que ha llevado adelante la iniciativa dice que cada vez que pedía dineros para exhumar a Cervantes, le respondían: “si es tan fácil como usted dice, ¿por qué no se ha hecho ya?”. Una frase a la altura de la legendaria sagacidad de nuestros gobernantes. Al final, tuvieron que enterarse de que había iniciado gestiones económicas con empresas estadounidenses para que dieran el beneplácito. Es decir, que no eran capaces de encontrar 12.000 euros para comenzar el proyecto, pero sí para escándalos políticos, abusos financieros, organismos de control, contratos futbolísticos… Y ahora que lo pienso, si no podemos desenterrar al Príncipe de las Letras, ¿qué les espera a los miles de paseados durante la guerra civil? ¿Qué diría don Miguel, hombre bragado en refriegas contra otomanos y miserias diarias? Se me ocurre aquella de “La senda de la virtud es muy estrecha, y el camino del vicio, ancho y espacioso”, o esa otra “la verdad adelgaza, pero no quiebra”, o que me dicen de “no hay dolor que el tiempo no borre ni pena que la muerte no acabe”. O una última “donde una puerta se cierra, otra se abre”.
En el maridaje de esta semana, Cuenca y Louisiana tienen mucho que ver: El Calzadilla Syrah 2006 y la serie True Detective son existencialistas y muy noir. Profundos, en todo caso.
Me emocioné leyendo la última anotación en el diario de William S. Burroughs: "No hay nada. No hay sabiduría final ni experiencia reveladora; ninguna jodida cosa. No hay Santo Grial. No hay Satori definitivo ni solución final. Solo conflicto. La única cosa que puede resolver ese conflicto es el amor. Amor puro. El calmante más natural para el dolor que existe. Amor". Debe ser que me estoy haciendo mayor, y cada vez más sentimental, porque también yo considero que el amor nos salvará. El día de San Valentín celebramos que un sacerdote romano se enfrentara al emperador Claudio II -la cosa acabó en martirologio, as usual- aliñado con un diosecillo gordinflón y alado que busca hacer diana en nuestros pechos y azucaradas campañas de marketing para animar al consumo. Pero aquí de lo que se trata es de mantener ondulante la llama de ese misterio llamado amor. Sobre todo el que a mí me parece el más real, uno lúcido, sin pasión; un amor de a diario, que no te idealiza y se levanta contigo por las mañanas y te ama por tus defectos. Quienes son poseídos por ese arcano aman sin perderse el respeto a sí mismos, son generosos, comprensivos, alegres, y no se olvidan de su sana ración de sexo, por supuesto. Uno, que se dedica tan fuertemente a escribir, se vuelve egoísta y no dedica al amor todo el tiempo que quisiera, pero tiene la suerte de estar con una persona que da más de lo que seguramente recibe, porque comprende que sin ese equilibrio que me proporciona, quedaría desbordado por ese otro misterio que es la literatura. La vida, a veces, te concede ese tipo de regalos. Y puedo asegurar que encontrar la pareja adecuada es lo mejor que te puede suceder. Siempre he pensado que es contraproducente tener ideas preconcebidas en el amor, si dices "quiero alguien que sea así o asá" puede que estés desechando la posibilidad de ver a la única persona que podría ser perfecta para ti. Por eso recomiendo abrirse a medias la camisa para que esa divinidad un poco ridícula y medio cegata pueda hacer tiro al blanco sin mayores obstáculos. Tiene un carcaj lleno de flechas. Y nunca se sabe.
Visita relámpago a Barcelona. Un lleno hasta la bandera en La Capella, una hora de charleta, Paco Camarasa energizando la sala, la guapa Ben Pastor hablando de Martin Bora, y un servidor contando su vida. Nos reímos, aprendimos, y la literatura sigue siendo un muerto que está muy vivo. Aquí les dejo las pruebas del delito. Special thanks a J. L. Espina por la grabación.
Nada, solo que nos han intentado timar, no es grave. Aunque podía haberlo sido. El intento de privatización del sistema público de sanidad madrileño era una perversa operación diseñada a escuadra y cartabón para entregar pedazos frescos de la res pública al sector empresarial. La salud de 1.2 millones de madrileños quedaría a merced de la “sostenibilidad económica”. La aleación de protestas, huelgas y medidas legales, unido seguramente a la cercanía de las elecciones europeas, y un poco más allá, autonómicas y municipales, han hecho capotar la iniciativa. Sin embargo, desengáñense: esto no ha hecho más que empezar. En la comunidad de Madrid el pastel es de 7000 millones de euros, que es lo que se invierte en sanidad pública, algo demasiado goloso para que los aspirantes a “lobos de Wall Street” se desentiendan. Cuando todo amaine, volverán a la carga con algo que esta vez no tenían bien pergeñado: números concretos, cifras que manipularán para que asalto no parezca un dogma de fe neoliberal. Será rápido para que la opinión pública no tenga tiempo a reaccionar, y las movilizaciones no pongan al descubierto las falacias. Las puertas giratorias por las que políticos salen de la administración y entran en la empresa privada se moverán tan veloces como si Supermán hubiera tenido una urgencia, y se ocuparán de que las irregularidades cometidas en esta ocasión no vuelvan a repetirse. Esto ya sucedió en Valencia; la estrategia fue progresiva, y a pesar de que nunca salían las cuentas, se ofertó no solo hospitales, sino toda la atención primaria. Departamento tras departamento, la salud de uno de cada cinco valencianos acabó dependiendo de pautas mercantiles. Se ha intentado en Albacete y Ciudad Real, también en Extremadura, con diversos métodos travestidos de bondad capitalista. Ya conocemos el antídoto: tener la mano siempre en la culata de la protesta racional, paciente y sostenida; almacenar munición para mantener un nutrido fuego legal, en distintos tribunales y con diferentes denuncias; apuntar con el pulso firme de una organización al margen de los cauces clásicos. Un poco de suerte tampoco nos vendría mal.
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