Cuenta Plutarco en sus "Vidas paralelas" que Alcibíades había comprado un perro de tamaño y aspecto extraordinario, y que aun siendo caro y bonito, le cortó el rabo. Cuando sus familiares se lo reprochaban y le decían que todos le criticaban a propósito del perro y que hablaban mal de él, se echó a reír y dijo: "Pues entonces está sucediendo justo lo que quiero; pues pretendo que los atenienses hablen de eso, para evitar que digan algo peor de mí".
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