Lo que Alcibíades sabía

| jueves, 30 de enero de 2014 | 9:33


Cuenta Plutarco en sus "Vidas paralelas" que Alcibíades había comprado un perro de tamaño y aspecto extraordinario, y que aun siendo caro y bonito, le cortó el rabo. Cuando sus familiares se lo reprochaban y le decían que todos le criticaban a propósito del perro y que hablaban mal de él, se echó a reír y dijo: "Pues entonces está sucediendo justo lo que quiero; pues pretendo que los atenienses hablen de eso, para evitar que digan algo peor de mí".

Bocatto di Cardinale XLVII

| viernes, 24 de enero de 2014 | 12:41


              Este documental no se lo van a creer. 


              El último verano antes de que todo se fuera al carajo. 

El reinado de Witiza

| lunes, 20 de enero de 2014 | 12:50

Lo fácil es hacer noir en París o “confidenciales” en Los Ángeles, no tiene truco. Lo que requiere apretarse los machos es plantar a un jefe de la guardia municipal llamado Plinio en Tomelloso y empezar una novela negra, y que además no se te caiga de las manos. Nuestro cruzado particular se llama Francisco García Pavón, y si no le han echado una ojeada, pueden comenzar por “El reinado de Witiza“, la última de las aventuras de Plinio recuperadas por la editorial Rey Lear. Tenemos un planteamiento con un muerto desconocido que aparece en un nicho, adornado por todo tipo de incógnitas y teorías que se irán develando en una clásica trama deductiva. Sin embargo, lo interesante de esta serie no se halla en el combustible especulativo que alimenta el misterio, sino en la recreación cuidadosa de la España desarrollista y sus personajes, auténticos bodegones que se quedan en la memoria como “fotografías oscuras”, salpicada por los diálogos, picantes, irónicos, sensatísimos en su mayoría, a los que podemos añadir la plusvalía de un humor desprejuiciado,  “usted tenía que haber nacido en Chicago, pongo por sitio perverso, aquí la gente es muy llana y de buen natural y no se mata nada más que en casos de mucha precisión". Por todo ello es un placer asistir a los lances de Manuel González, alias “Plinio”, acompañado por una corte de los milagros que se desplaza en Seiscientos y en vez de whisky toma vino blanco, capaz de desarrollar completos catálogos acerca de los diferentes tipos de tetas o hacer caretas del muerto anónimo para ganar unas perras con su venta, convirtiendo el pueblo en un remedo de “V for Vendetta“. Declaraciones solemnes como la de Celedonio, “Comer siempre comí porque no había más remedio. Beber, por matar el gusanillo. Dormir, lo preciso. La fornicativa en lo propio y en lo ajeno fue mi única empresa. Para mí, el sexto mandamiento, letra muerta”, se mezclan entre chato y chato con las más clarividentes reflexiones, “pensaba en la vida del pueblo, vidas quietas como lagos, y muy de tarde en tarde, un raro acontecimiento, un crimen, una catástrofe que a todos saca de su letargo y queda como una página histórica, molturada en miles de conversaciones durante años“. Esto es Plinio: en su casa no hay caviar, pero sí unas berenjenas picantes muy sabrosas.    

Confesiones de un Top Gun

| domingo, 12 de enero de 2014 | 19:57


En algún lugar de Queens, charlando con Mike G., actualmente comandante de aerolíneas comerciales, pero, como él dice, "en otra vida" piloto de combate, un Top Gun, salieron muchas cosas sobre el tapete. Me habló de su oficio, del durísimo entrenamiento al que se les somete, apasionante para un profano, y entre la pléyade de cuestiones surgieron las sonrisas ante la película de Tom Cruise, ya que, según Mike, no es verosímil ese tipo de piloto: "Nadie le deja una máquina que cuesta sesenta millones de dólares a un tipo cegado por su ego". Respecto al temple necesario para cabalgar esas armas, puedo confirmar que estos señores parecen hechos de otra madera, cómo se mueven, cómo hablan, es realmente llamativo. Por eso no pude evitar referirme a Neal Armstrong. Al igual que Mike, antiguo piloto antes de ser convocado para el programa espacial, siempre me había llamado la atención cómo se comportaba en las entrevistas cuando le preguntaban por su hito lunar. Se expresaba exactamente igual que Mike, con esa cadencia, esa modestia, esa normalidad ante una hazaña ya eterna, pero que para él parecía ser el pan de cada día, un oficio que tenía que cumplir. Mike no dudó mucho: 

-"Creo que es debido a nuestra preparación. Una de las cosas que nos enseñan es que no es el error o la emergencia lo que te mata, si no cómo reaccionas ante ello. Neil Armstrong sencillamente consideró que el éxito era otra emergencia, y la trató como tal".