AIR PREDICTOR

| lunes, 27 de mayo de 2013 | 13:50

A la hora de legislar, alguien parece olvidar que es un derecho consagrado por la Constitución la preeminencia de los derechos fundamentales de la mujer sobre la integridad del feto. También se soslaya que el feto no es persona; de hecho, no se es persona hasta que se nace, según la legislación civil. Tampoco parecen darse por aludidos sobre las consecuencias de que un feto malformado nazca contra la voluntad, los derechos y el bienestar de la madre. Solo hace falta revisar los desgarradores testimonios de las familias, a los que podríamos sumar la paupérrima situación económica de los servicios sociales, y los tres mil casos anuales que se detectan de fetos con patologías. Al final se trata de la imposición de la respetable creencia de una minoría sobre la mayoría vía penal. No lo acabo de ver. Quienes sí lo van a ver de una manera diáfana van a ser los dueños de determinadas compañías aéreas, que aumentarán su facturación a costa de la desgracia española, y que linces como son, terminarán por crear paquetes con todo incluido para ir a abortar a los destinos más económicos. Imagínense el chollo, hasta la despenalización en 1985, treinta mil españolas viajaban a Londres o Ámsterdam, exactamente el mismo número que pesetas costaba la operación, a la que se añadiría el billete. El viejo cuento titulado “oferta y demanda“, aliñado ahora con unas pizcas de desigualdad e injusticia, ya que quienes no tengan dinero ni para eso, recurrirán a inseguros abortos clandestinos o a medicamentos de nebulosos resultados. Este lavado a la piedra de la ley no busca más que culpabilizar de nuevo a una mujer, que debería poder tomar sus decisiones al margen de cualquier entramado de intereses o ideologías. Asimismo nos alejaría de la normalidad europea, donde predominan las leyes de plazos. Personalmente creo que intentar volver a un medroso pasado en el que la interrupción del embarazo estaba catalogada no ya solo como delito -se penaba con seis años de cárcel-, sino como un pasaporte seguro a las calderas de Pedro Botero, resulta sonrojante, hipócrita e involutivo. Inadmisible en todo caso. La estabilidad de una sociedad, especialmente la española, siempre ha sido lábil, así que tengamos la fiesta en paz. 

Gastronomías del mundo mundial

| miércoles, 22 de mayo de 2013 | 20:06


Personalmente creo que venir a Madrid para probar los tagliatelle a la trufa negra, con parmesano, cava y mantequilla que hace el señor Andrea Tumbarello en su Ristorante Don Giovanni, es una inversión.


Las cartas de Scott Fitzgerald a su hija de once años

| miércoles, 15 de mayo de 2013 | 9:23



8 agosto, 1933

Querida: 

Me siento muy orgulloso de que cumplas con tus obligaciones. ¿Me puedes dar un poco más de detalles acerca de tus lecturas en francés? Me da gusto que te encuentres feliz pero nunca he creído mucho en la felicidad. Nunca creí tampoco en la miseria. Esas son cosas que ves en el escenario o en la pantalla o en las páginas impresas, no suceden realmente en la vida. Lo que sí creo en la vida son las recompensas por la virtud (de acuerdos con tus talentos) y los castigos por no cumplir con tu deber, que son doblemente costosos. Si hay un volumen en la librería del campamento, pregunta a la Sra. Tyson que te deje buscar un soneto de Shakespeare que contiene estas líneas: "Lillies that fester smell far worse than weeds".


No he tenido pensamientos hoy; la vida parece tratarse de componer una historia para el correo del sábado. Pienso en ti, y siempre con cariño. Arreglaré la cuenta del campamento. 


Tontamente, concluyo.

Cosas de qué preocuparse:
Preocúpate por el valor. Preocúpate por la limpieza. Preocúpate por la eficiencia. Preocúpate por la equitación.

Cosas para no preocuparse:
No te preocupes por la opinión popular. No te preocupes por las muñecas. No te preocupes por el pasado. No te preocupes por el futuro. No te preocupes por crecer. No te preocupes porque alguien te aventaje. No te preocupes por el triunfo. No te preocupes por el fracaso a menos que sea tu propia culpa. No te preocupes por los mosquitos. No te preocupes por las moscas. No te preocupes por los insectos en general. No te preocupes por los padres. No te preocupes por los niños. No te preocupes por las decepciones. No te preocupes por los placeres. No te preocupes por las satisfacciones. 


Cosas que pensar:

¿Qué estoy buscando realmente?

¿Qué tan buena soy en comparación con mis contemporáneos en cuanto a...?

a) erudición

b) ¿realmente entiendo a las personas y soy capaz de llevarme bien con ellas?

c) ¿estoy tratando de hacer de mi cuerpo un instrumento útil o lo estoy desperdiciando?

Con el amor más cariñoso,

Papá

Only in Montreal: Dany Laferrière

| miércoles, 8 de mayo de 2013 | 11:02


Asombro. Incredulidad. Fascinación. Son algunos de los seísmos emocionales que me sacudían a medida que pasaba las páginas de “El enigma del regreso“, del haitiano residente en Montreal, Dany Laferrière. Una novela autobiográfica escrita en verso libre que cuenta el retorno a Puerto Príncipe de un trasterrado, para comunicarle a su madre la muerte del progenitor en Nueva York. A partir de la anécdota, el milagro. Un texto introspectivo atento a los colores, olores y sabores de una isla casi africana, desbordante de mitos y miseria, de sensualidad y violencia. La problemática que representa el viaje a la semilla, la revisión de las huellas dejadas treinta años atrás. El protagonista de la novela pugna por reconocerse en un espejo vital cuya lámina ha quedado ensuciada por los años y la experiencia, y en la que solo puede vislumbrar “…dioses perversos y bromistas que hacen muecas en la oscuridad…”. Una sabia mezcla de historia, pedagogía, costumbrismo, emotividad, psicología, que recibió el premio Médicis en Francia, y cuyas iluminaciones brillan como gotas de oro cada ciertas páginas: ”Nada peor que una esperanza traicionada”, “¿Durante cuánto tiempo un tabú podrá plantarle cara a una necesidad?”, “el tiempo de ese animal no es mi tiempo, y el de la piedra no es el del animal”. El protagonista recorre las carreteras polvorientas de Haití sin más protección que la sangre que corre por sus venas, buscando resolver la incógnita de una patria que ya no comprende. Un país en el que la muerte puede llegar en cualquier momento, y precisamente su velocidad es lo que hace que dudes de su existencia. Un lugar donde la noche está más estrellada que en cualquier otro lugar, y que por ello también es más negra. Un terruño en el que a menudo se confunde la víctima con el verdugo. Dany Lafèrriere ha escrito un canto clásico que puede recitarse como los antiguos aedos, con los ojos cerrados, atendiendo solo a la melodía que se desliza entre los labios, provocando que algún joven lector empiece a reflexionar demasiado pronto antes sobre la vida. No se muere uno mientras hay movimiento, escribe Laferriere. Tengo esa esperanza. 


Only in Montreal: Jean Paul Riopelle

| viernes, 3 de mayo de 2013 | 9:04