RaPHaelistas

| viernes, 12 de diciembre de 2008 | 13:39


Alguien dijo alguna vez que nacemos incendiarios y morimos bomberos. Bueno, eso es cierto en parte. Hay algunos que a punto de palmarla todavía siguen bebiendo gasolina y escupiendo fuego. Ese es el caso de Raphael. Efectivamente, yo me declaro sin paños calientes admirador de Raphael, de toda la vida, como se suele decir. Es más, Sinatra siempre me ha parecido una medianía en comparación con el niño de Linares. Porque Raphael, para lo bueno y para lo malo, es el exceso, el kitsch, como una de esas novelas grandiosas, monumentales, ubérrimas, bichos poderosos y pesados con grandes fracasos y grandes aportaciones ante los que no hay más salida que quitarse el sombrero porque, aunque tú no te la creas, ella se lo cree por ti, se lo cree por todos.

El mundo cambia, Raphael no. No tiene por qué. Ha sobrevivido a su éxito, a imitadores, a críticos, a las modas, incluso a una enfermedad hepática con la insistencia cabezona de un espermatozoide triunfador. A Raphael hace tiempo que todo se la suda, se limita a sonreír y a perseverar en su ser spinoziano. Nadie nos amará como él, nadie desenroscará bombillas virtuales como él, nadie hará de drama queen como él, nadie se emosionará con s tanto como él, hace tiempo que su reino no es de este mundo -ni de ninguno conocido ni por conocer, me temo-. Porque Raphael sigue a pies juntillas la afirmación de Pessoa de que para ser grande, hay que ser entero, ser todo en cada cosa, ponerlo todo, sin excluir nada.

Inacabable, fastuoso, quimérico y cursi, ahora que celebra sus cincuenta años en el mundo de la música contaré la anécdota que siempre cuento sobre él. Es decir, la resolución de uno de los grandes misterios de la Humanidad, a la altura de las pistas de Nazca o el ya descriptado Teorema de Fermat: ¿por qué el cantante escribe su nombre con una ph en vez de con f? Cuando tenía 14 años, acompañado por Paco Gordillo, su mánager, se presentó en la Phillips para que le hicieran una prueba de voz. El adolescente que quería triunfar en la música se quedó mirando el rótulo luminoso. ¿Por qué Phillips se escribe con ph y se pronuncia con f?, se preguntó. Allí mismo decidí, cuenta el incomparable artista, que para triunfar de verdad, o sea, en todo el mundo, mi nombre artístico debía ser Raphael. ¿Qué me dicen, eh? Es estúpido. Es genial. Es definitivo.




Aquí les dejo una versión espléndida de Como yo te amo de los Niños Mutantes.

2 comentarios:

Anabel dijo...

Totalmente de acuerdo, yo también soy raphaelista.Un saludo!

http://diasderesfriado.blogspot.com/

Nome Andrés dijo...

Y eso que tú eres demasiado joven para haber conocido aquellas Galas de Navidad que daban por la tele patria cuando sólo había una cadena y una patria para todos los españolitos. Si las hubieras conocido..., uf, a Rapael lo tendrías en un pedestal: y no precisamente desenroscando bombillas. Muy bueno el artículo. Un saludo.