El mordisco de la soledad, la
ausencia de cariño, la desaparición del amor. Son asuntos duros, sin duda, que
nos conciernen a todos en nuestra fragilidad. En Japón, por circunstancias
particulares, la soledad parece adquirir carices hiperbólicos, y las personas
con ciertos posibles lo remedian como pueden. Alquilar esposa e hija es una de
las posibilidades: “creía que era fuerte, pero cuando terminas solo te sientes
muy, muy solo”, lo justifica el protagonista. Hay muchas empresas que se
dedican a este negocio, Family Romance es una de ellas; puedes rentar deudos de
toda condición, y para casi todos los cometidos familiares: ir de compras con
una nieta, una esposa que te espere con una tarta recién horneada, una familia
para ir a zoológico… Pero no solo, también se incluye pompa y circunstancia:
¿que necesitas un fiancé para que lo conozcan tus padres? Dime cómo lo
quieres. ¿Qué necesitas un hermano o un padre postizo para que te haga de
testigo en algún acto? Te lo buscamos en un plis plas. Incluso si necesitas un
novio para hacer una boda fake, lo puedes tener, o cosas mucho más
epatantes: contratar un señor para que te cante las cuarenta porque has
defraudado a tus empleados como gestor, ya que jerárquicamente es Japón sería
impensable que fuesen estos quien te criticasen. El contrato que más me llamó
la atención fue el de directores falsarios que se iban a disculpar con clientes
que enarbolaban la hoja de reclamaciones, o amantes quiméricos que las mujeres
presentaban a sus cabreadísimos maridos porque estos demandaban una disculpa
-la cosa se complicaba cuando el atrabiliario marido también exigía que viniera
la esposa cornuda, aunque también eso se podía arreglar-. El abanico de
posibilidades es realmente amplia, y hay muchos factores para que esta opción
sea corriente en aquel país: el envejecimiento de la población, la
desestructuración posmoderna de la familia, la voladura de las tradiciones
confucianas, las ramificaciones filosóficas niponas de la famosa sentencia de
Foucault de que las cosas no vienen predeterminadas, sino que se pueden
construir, lo que importa es que funcionen… A unos les puede parecer grotesco,
a otros posibilista o consolador. No juzgo. No me he visto en la situación y no
me querría ver. La vida no es una francachela, y se puede torcer de formas tan
devastadoras que no podrías ni imaginar. Los celebrantes suelen ser actores, bien
parecidos, o sencillamente con las características físicas exigidas por los
clientes. En unos casos han tenido influencias benéficas sobre ellos, en otros
se han desarrollado relaciones tóxicas que obligaron a terminar el contrato. "Los japoneses son raros", podría ser el resumen habitual de este hecho. Aunque
creo, que en cuestiones afectivas, no más raros que cualquiera, ni siquiera que
un español.
¿También les ha pasado? Yo estuve décadas sin leer a Mailer, desde aquella divertida Los tipos duros no bailan. Un día, revolviendo entre libros de segunda mano, me encontré con El Fantasma de Harlot, y me dije, ¿por qué no? A partir de ahí enfilé casi toda la obra, un año entero leyéndole. He aquí lo que hay que repasar, según mi gusto.
Un desparrame de talento, 1300 páginas -Guerra y Paz tiene 1450-. Pieza macho, excesiva, obsesiva, irregular, "realistamentirosa", la historia de la CIA a través del testimonio de Harry Hubbard, uno de sus agentes. Sexo, traiciones, retratos psicológicos, Historia e intrahistorias. Cuando llegas al final, sientes euforia.
El psicoanalismo del Nuevo Periodismo aplicado a toda una nación. Sus textos subjetivos sobre el existencialismo americano, la libertad sexual, el boxeo -siempre Alí-, Mark Twain y Jack London, la mística de un país irredentamente enamorado de sus héroes, la suite de Kennedy, Kissinger y el comunismo... Para entender América, no hay que conocer solo sus redes sociales y sus empresas tecnológicas: el alma estaba en otro lugar.
Ponerle voz a un demonio tutelar, y que el tutelado sea Adolf Hitler, se las traía. Y lo lees, aunque sea inverosímil, lo lees. Las premisas de la Ilustración no lo explican todo, y eso da miedo. También la afirmación de que el exceso de amor de las madres puede producir monstruos, al igual que su ausencia, y este demonio cabrón, que se curra ambas vertientes, tiende a contarnos algunas verdades irritantes.
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